Fechado en Panamá - Rolando Gabrielli Periodista y escritor chileno residenciado en Panamá. Poeta, narrador y ensayista. Ha obtenido diversos premios y menciones literarias en Chile, México y Panamá. Ex funcionario internacional, corresponsal extranjero en Colombia y Panamá. Ha dirigido y editado diversas publicaciones y artículos suyos han sido publicados en América Latina y Europa.
http://www.letralia.com/ciudad/gabrielli/071010.htm
En la ciudad de Sylvia
Primera parte
En la Mostra de cine de Venecia, la ciudad que flota en la memoria del amor y de los encuentros furtivos, fugaces, finales, escenario del Mercader de Venecia de WS, el filme español En la ciudad de Sylvia compitió por el León de Oro, cuando el famoso festival cumplía 75 años. En su 64ª versión la Mostra se desarrolló del 29 de agosto al 8 de septiembre, compitieron 22 películas y América Latina no estuvo representada este año.
El filme del catalán José Luis Guerín, En la ciudad de Sylvia, “es la historia de un hombre que regresa a la ciudad francesa de Estrasburgo para reencontrarse con un antiguo amor, pero esta búsqueda le llevará de una mujer a otra”.
La historia puede estar en el aire, se respira, ser un instante fugaz, una mirada, y ser recreada en la memoria y quienes tienen la posibilidad de transformar esa percepción en arte, un verdadero objeto intangible en una cosa vista, nos permiten en una butaca o frente a unas páginas, dar con el rostro de esa desconocida.
En la ciudad de Sylvia es un filme rodado en idioma francés, melancolía y silencio son sus principales ingredientes, sostienen los críticos que conocen la película. Es la Idea hecha mujer, la mujer una Idea, esa imagen que flota, repito, en la memoria, ausencias, digo, con sus presencias, que tocan a real.
En la ciudad de Sylvia, todo transcurre en tres días. “El primer día es un presagio de lo que va a suceder el segundo día, y el tercer día es una evocación del segundo. Siempre bajo la gravitación de un nombre, Sylvia, sobre la ciudad, las calles y los rostros de esa ciudad”, sostiene la periodista Rocío García.
Guerín ha dicho que “El desarrollo de una película muchas veces empieza así, por una imagen que me apela, una imagen que acude repetida y obsesivamente a mi cabeza”. Rocío garcía le ha preguntado qué representan para él las mujeres desconocidas y responde: “Es una gran ilusión, un gran hálito vital que tiene que ver con los destinos no vividos. Me atrevo a hablar de unos fantasmas femeninos que gravitan en muchos hombres y que tienen que ver con las vidas potenciales, los destinos. Cuando uno toma una elección, sobre ella gravita toda la fuerza y la melancolía de todas las elecciones no tomadas”.
“En la ciudad de Sylvia, el trabajo del sonido ha sido en el que ha invertido más tiempo, incluso más que en la imagen. En toda la película hay una especie de confrontación entre la mirada subjetiva de un soñador y la realidad más documental del entorno, de una ciudad. A veces, la película participa de esa mirada alienada del soñador en su búsqueda de la mujer y, en otras ocasiones, la película adquiere otra distancia y descubre a esa figura perdida entre el flujo de la cotidianidad. El sonido vendría no sólo a crear una arritmia, sino a definir esas dos perspectivas. He querido que la música esencial de la película fueran los tranvías, las bicicletas, las campanas, los timbres, las voces de gente de lenguas diversas. He intentado dotarle de ritmo y sentido a los sonidos. Se pueden decir muchas cosas a través de los sonidos, mucho más sutilmente que con la música”.
Tenía mucho deseo de filmar a Pilar López de Ayala. Desde que la conoció en el Festival de San Sebastián. “Creo que es una actriz excepcional pero, sinceramente, no sé si hubiese pensado en ella por el hecho de haber visto sus películas. Pensé en ella cuando la conocí personalmente. Me gustó mucho su reserva en el trato directo y los ojos extraordinariamente luminosos que tiene. Me dije: ‘Tengo que capturar esos ojos’ ”.
De alguna manera presiento que el silencio es el protagonista de En la ciudad de Sylvia, ese monólogo del espacio, la impecable sombra de la palabra. El trabajo de la ola que se repite frente a la playa y retorna al mar. El silencio es capaz de arrasar el más complejo de los escenarios y decir todo cuanto se quiere decir y más. El dios del silencio tiene la palabra.
Segunda parte
La ciudad de Sylvia es Estrasburgo y no sabemos si Ella es una imagen real de un fantasma, el flash del deseo, o el silencio que la convierte en realidad en el filme del catalán José Luis Guerín, recientemente presentado en la 64ª Mostra de Venecia. Sylvia es el rostro, la mirada, el guiño, ese gesto que se nos pierde en la multitud, aunque lo hemos encontrado. Volvemos sobre él, como el protagonista, empujado por los fragmentos vivos de la memoria, y la ciudad la recrea como si allí estuviera y en verdad no sabemos. Un hombre busca a Sylvia y el camino lo conducirá a otras mujeres, pero la ciudad permanecerá en su belleza bajo el silencio de lo único que la habita: la esperanza del encuentro, la fugacidad de lo deseado. Sylvia pierde el rostro, no el mágico zapato de la media noche, sino Ella es y se transforma en todo el silencio que no la devuelve más que a la memoria.
Sylvia está y no está, es, viaja el rostro en la pasarela de la ciudad. Una cara es el silencio, la otra, el azar de la moneda, lo que no conocemos, el misterio, toda la esperanza, el fuego oculto de la vida y hacia allá van nuestros pasos con sus pasos. Sylvia, Sylvia, Sylvia, resuenan en la memoria. Y la ciudad en verdad cuenta su propio tiempo y sólo ella sabe que un rostro ha de suceder a otro en la gran vitrina pública de los días, el escenario que la ciudad imagina para sí misma.
Estrasburgo es el sitio que no conozco y menos aun podría encontrar a Sylvia, cuyo rostro se multiplica de la nada por lo inasible, fugaz, más bello que un lucero. Y tal vez una ciudad de bolsillo como Estrasburgo guarde el corazón de Sylvia y nos la devuelva en el sueño. Todo está escrito por su silencio, pero no el olvido.
Tal vez Estrasburgo sea todas las ciudades y Sylvia todas las mujeres, aquella que viaja en la madeja de los sueños.
Alguien le preguntó a Guerín por qué Estrasburgo, y dijo: “Por muchas razones. Por una parte, me gusta esa indefinición que lleva inherente, no es una ciudad alemana ni francesa. En el filme se oye hablar a la gente en muchos idiomas, por lo que no es fácil deducir dónde está el protagonista. Además, tiene ese lado de villa medieval ya que es peatonal. Y me encanta que tenga tranvías, para mí el tren siempre ha sido una metáfora del cine, como un viaje que no sabes adónde te lleva”.
Sylvia, Sylvia, Sylvia, es el encuentro, la puerta de entrada, la que vuela, vuela del aire que la sostiene, de un lugar a otro que la viaja, pero una atmósfera que yo adivino gravita en Ella, permanece, crea un nuevo espacio para compartir.
Sylvia depende en la ciudad de Sylvia del ojo del director, dónde ubica la escena de su memoria, del objetivo y naturaleza de su historia, el silencio de Sylvia dentro de Sylvia, más poderoso que todo gesto parlante.
Dónde se enamora realmente el personaje de Sylvia? ¿Quién es el protagonista, un hombre, un poeta, un pintor, un artista? ¿El espacio está ahí o en todas partes Sylvia lo recrea y hace presente en otras mujeres? Gestos, distancias, silencio, Sylvia, Sylvia, Sylvia.
Pilar López de Ayala es Sylvia, divina mujer, etérea luz, pasos, que otros pasos resuenan en la memoria.
Todo el silencio para Silvia
la imagen que la devora
y la ciudad que en ella se pierde
y le pertenece
En mis ojos la repite
en estas calles donde respiro
por sus largas piernas
Yo la sueño
no hay cristal que refleje su olvido
ni olvido que la memoria no recuerde.
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