lunes, 1 de octubre de 2012

Longevidad: forjando el futuro

 Por Sylvia Teresa Manríquez


A media mañana venía de regreso. El médico le ordenó más análisis de todo para confirmar su buen estado de salud. En la parada, el ruletero tardaba mucho en pasar, por eso cuando el taxi se detuvo, él se asomó a preguntar la tarifa para regresar a su casa.
Esa mañana salió temprano pues tenía cita con el médico. Esperar el ruletero se había vuelto una acción cansada. Tenía 75 años y había observado que solo uno de cada tres choferes se detenían para llevarlo. Cuando por fin esto sucedía, entre empujones subía lentamente al camión, y apurado intentaba encontrar un asiento vacío para no caer cuando aceleraba el transporte.
Empuñando una navaja, el acompañante del chofer lo amenazó y le pidió la cartera, al ver que solo traía un billete de baja denominación el asaltante se contrarió y le pidió vaciar los bolsillos, obteniendo solamente el importe del viaje en ruletero, ante esto el mismo chofer le gritó que entregara el celular o lo “clavarían”, al ver que era un modelo viejo, decidieron dejárselo.
Después de amenzarlo diciendo que tuvo suerte pues pudieron subirlo al taxi y tirarlo en donde nadie lo encontraría, exigieron que no pidiera ayuda porque ellos ya sabian por donde anda.
Si bien ésta no es una historia nueva, se vuelve más frustante en la figura de un adulto mayor, que con los años idos no ha perdido su derecho a la  consideración y respeto. El vive en un país que no reconoce su derecho básico a andar en libertad y con seguridad.
Y es que en México, el propio concepto de vejez representa un amplio campo de estudio en el que se trabaja muy poco. El envejecimiento se asocia a la disminución en la eficiencia del funcionamiento físico que lleva al a muerte. Socialmente se plantea la vejez por grupos de edad. La 'Asamblea Mundial sobre Envejecimiento' que se realizó en Viena, Austria, en 1982, consideró anciana a toda persona mayor de 60 años.
De hecho, ni siquiera nos ponemos de acuerdo en la terminología, pues de personas ancianas pasó a llamárseles “de la tercera edad”, aunque la dinámica de crecimiento lleva a reconocer una “cuarta edad”. Actualmente se observa la tendencia a  designar a la población de sesenta años y más como “Personas adultas mayores”. Por su parte la ONU las considera, simplemente, “Personas de edad”.
El espíritu del “Día Internacional de las Personas de Edad”, considera a la longevidad como un logro de la salud pública más que una responsabilidad social o económica, según asienta Ban Ki-moon, Secretario General de las Naciones Unidas, en su discurso relativo a la mencionada fecha.
Un día ella, de 74 años de edad, resbaló en la cocina de su hogar y se cayó. Pasó todo un día en el suelo sin poder levantarse, hasta que un nieto la encontró. Viuda de un trabajador agrícola que no le dejó pensión, sobrevive gracias a que sus hijos pagan los servicios básicos de su casa, aunque vive sola. No tiene un trabajo fuera del hogar porque en el campo donde vivía se le ocupó desde niña en las pesadas labores de atención a los jornaleros, así queno estudió más que el primer grado de primaria. Sin embargo, ella sigue dando gracias a Dios porque tiene techo, cobija y comida diaria.
La condición de las mujeres de edad avanzada se ve afectada negativamente por la discriminación sufrida a lo largo de su vida, con menor grado de escolaridad respecto a los hombres, además de que la limitada inserción al mercado laboral les impide en mayor medida que alos varones, generar un ahorro para la edad adulta y mucho menos acceder a una pensión.
Las y los adultos mayores de México viven de manera diferente al resto de la población, generalmente abandonados en la etapa de la vida en que más necesitan atención, y generalmente con secuelas de las enfermedades y lesiones que han padecido a lo largo de su vida. Lesiones que más que carga e impedimentos nos hablan del costo de un estilo de vida que cambia con los años, pero en los que existieron responsabilidades y actividades que las y los adultos mayores realizaron, en su momento, en beneficio de su comunidad.
Por todo esto, el mayor reto para los y las mexicanas es cómo hacer para que hombres y mujeres lleven una vida plena y productiva, con regulaciones y legislaciones que protejan su futuro, y así, sean un recurso para sus familias y comunidades, en vez de una carga. Que verdaderamente la longevidad no sea sinónimo de precariedad, enfermedad y abandono, sino de experiencia, prosperidad y trascendencia.
 

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