jueves, 17 de noviembre de 2016

A mí no me importó

Por Sylvia Teresa Manríquez



A mí no me importó
Primero se llevaron a los comunistas
pero a mí no me importó
porque yo no era.
En seguida se llevaron a unos obreros
pero a mí no me importó
porque yo tampoco era.
Después detuvieron a los sindicalistas
pero a mí no me importó
porque yo no soy sindicalista.
Luego apresaron a unos curas
pero como yo no soy religioso
tampoco me importó.
Ahora me llevan a mí
pero ya es tarde.
Bertold Bretch (Ahora me llevan a mí)

Vi en televisión un reportaje sobre los migrantes haitianos y su largo camino por México para llegar a los Estados Unidos; 240 dólares al mes no les alcanzan para sobrevivir en su país; sin embargo, pagan 200 dólares a un “coyoto”, como le llaman ellos al “coyote”, la persona que ofrece pasarlos ilegalmente al país del norte, sin saber si llegarán o los dejará abandonados en medio de la nada. Me siento tan lejana a esa realidad, no es la mía, digo.
Oigo las declaraciones de algunos líderes calificando como ciudadanos de segunda o tercera clase a compatriotas que viven en los Estados Unidos y como me siento lejana, no hago caso solo oigo porque no soy yo, me digo.
Me despierto cada día con noticias que muestran a las mujeres tratadas como objetos de úsese y tírese, aunque me doy cuenta de esa terrible realidad, pienso que no es la mía, no es a mí a quien sucede, me digo.
Notas locales nos informan que Sonora ocupa el segundo lugar en incidencia de alcoholismo en adolescentes y seguimos viendo para otro lado porque es problema de ellos, no nuestro, decimos.
Seguimos haciendo como que no vemos, no oímos y somos tolerantes ante lo que requiere nuestra acción.
Pero la tolerancia sí es asunto nuestro, porque no se vale ejercer el  odio, desatar campañas que atentan contra la integridad de comunidades completas.
Hagamos un brevísimo ejercicio. Si le preguntan qué opina de la comunidad LGBTI (Lésbico, Gay, Bi, Trans e Intersexual) sin que usted forme parte de ésta ¿Qué responderá?
Y si le preguntan por una religión distinta a la suya, una etnia, o gente de distinto color ¿Hablará de tolerancia?
En el Diccionario de la Real Academia Española dice que la Tolerancia es el respeto a las ideas, creencias o prácticas de los demás cuando son diferentes o contrarias a las propias.
Pregunto dónde está este respeto si seguimos señalando, acusando, discriminando y violentando abiertamente a los “otros”, a quienes son distintos.
El 16 de noviembre se conmemora el Día Internacional para la Tolerancia, una fecha que a mí me preocupa porque la existencia de este día dedicado a resaltar la importancia de un valor constantemente en debate, indica que estamos fallando, que como seres humanos aun tenemos mucho que aprender para convivir en armonía con quienes no son, ni piensan, ni actúan como nosotros.
Somos intolerantes cuando nos desesperan las y los ancianos que caminan lento, las personas con algún tipo de discapacidad, quienes tienen que vivir en la calle y pedirnos ayuda, quienes vienen de otra ciudad o tiene color de piel distinto al nuestro.
Esto nos produce miedo, coraje y hasta prepotencia, porque se asume que Tolerancia es sinónimo de consentimiento, permiso o aprobación de algo que nos asusta e incomoda.
Creo que no hay tolerancia cuando ignoramos a quienes tuvieron que venirse de migrantes, o en las actitudes racistas que hemos normalizado en nuestra vida.
Y que decir de la tolerancia pasiva, esa que se da cuando decidimos que mientras no nos afecte todo puede seguir como está.
La Organización de las Naciones Unidas nos propone la “Tolerancia activa” la que nos invita a hacer un esfuerzo para comprender a los demás, hacer a un lado miedos, prejuicios y resentimientos.
Urge el cambio radical en la manera de pensar y sentir.
Cuando veo los resultados bárbaros de guerras que acaban con familias completas tengo la sensación de que aceptarnos y respetarnos es una utopía. Luchar contra la intolerancia es difícil pero no imposible.

Nos toca demostrar que la tolerancia activa es posible, esa tolerancia que nos invita ser solidarios y convivir con respeto y justicia, para que cuando vengan por nosotros no sea demasiado tarde. 

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