domingo, 20 de junio de 2010

Carlos Monsiváis, el último escritor público mexicano

Fue referente cultural del México del siglo XX
Por Leonardo Bastida Aguilar

México DF, junio 19 de 2010.
Hablar de la segunda mitad del siglo XX en México sin tener como referente al escritor Carlos Monsiváis (1938-2010) significa tener una visión parcial de la realidad mexicana.

Diversos autores y publicaciones han definido al autor de Amor perdido como uno de los principales testigos de la cultura mexicana y su opinión fue un referente en casi todos los ámbitos de la vida pública mexicana.

El escritor mexicano Adolfo Castañón en su ensayo Un hombre llamado ciudad definió al autor de Apocalipstick como “el último escritor público en México”, desde el punto de vista de que, en su opinión, no sólo todos los mexicanos lo han leído u oído, sino que también lo podrían reconocer físicamente.

Uno de los aspectos que más le interesaba rescatar de la memoria colectiva mexicana era la cultura popular, lo cual le motivó a la escritura de diversas crónicas y ensayos sobre temas como el cine mexicano, la vida cotidiana de la Ciudad de México y momentos históricos como la matanza de Tlatelolco ocurrida el 2 de octubre de 1968 y el sismo de esta metrópoli en 1985.

Nacido el 4 de mayo de 1938, el autor de Los mil y un velorios estudió en las Facultades de Economía y Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México, institución en la cual fue docente por algunos años, y por la cual, este año fue nombrado Doctor Honoris Causa junto con Mario Vargas Llosa y Noam Chomsky entre otros.

Gran parte de su trayectoria fue desarrollada en los principales periódicos y revistas de México. Por estos trabajos ha sido calificado por diversos críticos como un escritor de croni-ensayos, ante su nueva forma de plantear la manera de describir los hechos de la vida cotidiana.

En este rubro, Monsiváis también fue considerado como el padre de la crónica mexicana moderna. El escritor, quien también recibió el Premio de Ensayo Anagrama, se autoconsideró como un medio para renacer el viejo oficio de cronista de algunos habitantes de la Nueva España.

Durante su visita a la 75 Feria del Libro en Madrid en 2008, el autor de Los rituales del caos, indicó que "se está apostando por la crónica porque existe la necesidad de crear un corredor de espejos donde la sociedad o las sociedades se vean con más precisión".

Galardonado con diversos premios como el Nacional de Periodismo por Trayectoria; la Medalla 1808 por parte del Gobierno del Distrito Federal y la presea Gabriela Mistral del gobierno de Chile, Monsiváis fue considerado como un militante de izquierda y externó su apoyo a movimientos sociales como el del Ejército Zapatista de Liberación Nacional y a la candidatura presidencial de Andrés Manuel López Obrador.

A su vez, su pasión por el coleccionismo dio pie a la fundación del Museo del Estanquillo en la Ciudad de México, en el cual se muestran artículos referentes a la cultura popular de distintos momentos históricos del México moderno.

La amplia bibliografía del considerado heredero de Salvador Novo se refleja en la publicación de crónicas, ensayos, biografías, antologías de poesía mexicana, artículos para libros y publicaciones colectivas, algunas de las cuales han sido laureadas con diversos premios.

Durante su visita a la Feria del Libro de Buenos Aires, Argentina en 2007, el galardonado con el Premio Juan Rulfo 2006 advirtió: “Antes le temía al ridículo, ya no. Ahora temo a la idea de escribir un texto y al releerlo decir ‘esto ya lo escribí’, y entonces darme cuenta no de que me estoy plagiando a mí mismo, sino que ya me cloné. A eso le tengo mucho miedo”.

Brindo por tí



A mi padre
Por Sylvia Teresa Manríquez.

Por el día en que, con la alegría de los brindis llegaste a la ventana del sanatorio a demostrar el júbilo de, ahora sí, ser padre. ¡Cómo olvidarlo! Fue casi casi en el día de tu santo. El de “Los Panchos”. ¿Lo recuerdas? Llorabas. Y eran lágrimas de gusto que se fundían con la angustia. Esa ansiedad que apresaba al preguntarte si esa niña de apenas ocho meses de gestación habría de sobrevivir. Porque Isabel, la primogénita, a los nueve meses como vino se fue. No se logró. Y mírame padre, aquí estoy, brindando con letras por este pedazo de historia que nos ha tocado compartir.

Sí: brindo, porque sin ti no estaría donde estoy. Por todo lo bueno y lo malo. Los gustos y los disgustos. Por abrevar en tu experiencia. Por abrirme al futuro.

Brindo, padre, por aquel primer día de clases, en que tomada de tu palma, llegue a otras manos, las de aquella maestra en que atinadamente confiaste.

Y por la bicicleta que no pudo ser, y a la que año con año le dediqué el mayor esfuerzo, afanándome a ser mejor para obtener las más altas calificaciones.

Brindo también, por los partidos de béisbol que juntos disfrutamos, vitoreamos y gritamos porras al equipo de casa. Y qué me dices de las funciones de box, que debo confesarlo, nunca me gustaron pero que agradezco solo porque te veía reir rodeado de lo que más quieres: tus hijos y tu esposa. Tú, mi madre y mis hermanos.

Por los viajes a la playa que tanto disfrutabas. Por esos días de sol y vida en el campo donde solías relajarte a placer. Por la muñeca que camina o el radio de transistores que aún conservo con especial celo.

Ofrezco un brindis especial por aquella gran máquina de escribir con la que me infundiste el gusto y la pasión por las letras.

También por el día en que con más amor que dinero, me viste graduar de prepa, ilusionado por el promisorio futuro que me esperaba.

Sí: vaya un brindis por tu carácter fuerte que nos forjó el temple. Que nos enseñó el valor de la prudencia. De la rectitud como norma que rige nuestros actos y actitudes.

Y si alguien se atreve a juzgarte, padre, por tu forma de ser, por tus gustos, por tu silencio, por tu mirada recia, habremos de recordarle lo duro que es llevar ese título cuando el dinero no alcanza. Cuando es preciso sacrificar a la familia, dejarla sola para buscar el sustento. Cuando se vio crecer a los hijos más rápido que uno.

Padre, permítete decírtelo: si la vida te ha premiado con los nietos, que son tan hijos míos como tuyos, es que lo has hecho bien.

Por eso brindo. Porque estamos aquí, a pesar de todo. Del tiempo. De las crisis. De las venturas y desventuras. De los desvelos. De las mudanzas.

Pero sobre todo, brindo por tenerte, Padre. ¡Salud!

Se fue el gran Monsiváis

Caminos de un narrador

El escritor Carlos Monsiváis. Archivo La Jornada / Carlos Cisneros

Carlos Monsiváis fue un personaje imprescindible para entender el México contemporáneo.

La Jornada en línea
Publicado: 19/06/2010 15:12

México, DF. Autodefinido como "un simple lector", el prolífico escritor mexicano Carlos Monsiváis, que este sábado murió, utilizó como herramientas la inteligencia y la ironía y se caracterizó como una de las voces y plumas críticas y narrativas de la época actual importantes del país.

Personaje imprescindible para entender el México contemporáneo, Monsiváis se interesó por los más diversos temas; desde los más complejos como el Movimiento de 1968 hasta personajes de la farándula como Mario Moreno Cantinflas o Pedro Infante, de quien se declaró admirador de su obra.

Sus innovaciones técnicas y la diversidad de registros que pueden observarse en sus textos, cambió la faz del género de la crónica de manera tal que ningún cronista mexicano posterior a él, está exento de su influencia.

Monsiváis, periodista, cronista, ensayista y narrador mexicano, nació en la Ciudad de México el 4 de mayo de 1938. Estudió Economía y Filosofía y Letras en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y desde muy joven colaboró en los más importantes suplementos culturales y revistas del país.

Se desempeñó como secretario de redacción de las revistas Medio Siglo (1956-1958) y Estaciones (1957-1959). Ha hecho programas para Radio UNAM, como “El cine y la crítica", que se transmitió durante más de 10 años. Además de ser director de la colección de discos Voz Viva de México, de la máxima casa de estudios.

Monsiváis fue becario del Centro Mexicano de Escritores (1962-1963 y 1967-1968) y del Centro de Estudios Internacionales de la Universidad de Harvard (1965).

Su curiosidad universal, su eficaz escritura y su capacidad de síntesis le permitieron desentrañar los aspectos fundamentales de la vida cultural y política mexicana, por lo que gran parte de su obra se ha publicado en casi todos los periódicos del país o transmitido oralmente.

Sus crónicas, género que desarrolló con pasión, se han recopilado en diversos libros entre los que destacan Principios y potestades (1969), Días de guardar (1971) y Amor perdido (1976), este último basado en algunas figuras míticas del cine, la canción popular, el sindicalismo, la militancia de izquierda, los políticos y la burguesía mexicana.

De qué se ríe el licenciado (1984), Entrada libre, crónicas de la sociedad que se organiza (1987), Escenas de pudor y liviandad (1988) y Los rituales del caos (1995), son otras de sus crónicas sobre los más diversos temas.

También es autor del texto narrativo Nuevo catecismo para indios remisos (1982), además la biografía Frida Kahlo: Una vida, una obra (1992).

Entre sus ensayos se encuentran Características de la cultura nacional (1969) o Historias para temblar: 19 de septiembre de 1985 (1988).

Monsiváis también se adentró además en temas espinosos como en el libro Días de guardar (1971) sobre la masacre de estudiantes en la plaza de Tlatelolco en 1968, durante la llamada "guerra sucia".

También es autor de la selección y el prólogo de las antologías La poesía mexicana del siglo XX (1966), Los narradores ante el público (1969), A ustedes les consta (1980) y Jorge Cuesta (1986).

Carlos Monsiváis, quien puso el dedo en la llaga de las heridas sociales con la más fina ironía y la más dramática puntera, se convirtió en ojo crítico inexorable para comprender las manifestaciones culturales del momento.

Su potencia creativa que le otorgó a la crónica permitió que se le considere no sólo un subgénero o género menor, sino que fue revalorado en el ámbito literario en México.

De acuerdo con sus críticos, su obra tiende a un doble registro: los movimientos sociales y los grandes personajes, la política y el espectáculo, la cultura popular y la alta cultura.

Para el autor, esta doble vertiente es inexistente pues no hay verdaderas fronteras entre tales fenómenos y contextos. De hecho, ya en su Autobiografía (elaborada a los 28 años de edad), escribió: “acepté esta suerte de autobiografía con el mezquino fin de hacerme ver como una mezcla de Albert Camus y Ringo”.

El reconocimiento a su obra le llegó desde 1977, con el Premio Nacional de Periodismo, por el género de crónica y a la fecha se cuentan alrededor de 33 galardones, entre ellos el Mazatlán por Escenas de pudor y liviandad, en 1988; Xavier Villaurrutia, en 1995, y Anagrama de Ensayo por Aires de familia: Cultura y sociedad en América Latina, en 2000. El último fue el doctorado honoris causa por la Universidad Autónoma de San Luis Potosí.

Sus aportaciones a la sociedad fueron múltiples, entre ellas el Museo del Estanquillo, en 2006, que partió de su propia colección privada en el que lo mismo se le rinde homenaje a caricaturistas de la talla de Gabriel Vargas, con su famosísima Familia Burrón o Eduado del Río, Rius o bien a grandes genios del arte.

Su colección de más de 12 mil objetos que le llevó más de 30 años atesorarlos, le han permitido a este recinto realizar las más diversas curadurías donde la figura de Monsiváis siempre está presente de una u otra forma.

Entre sus más recientes trabajos literarios se encuentra el ensayo Yo te bendigo, vida, sobre la vida y la obra de Amado Nervo, publicado en 2002. Sin dejar de lado los innumerables cursos y conferencias que impartió en México y el extranjero.

En marzo del presente año, presentó su más reciente libro, Apocalipstick en el que muestra a la Ciudad de México como una asamblea de lugares.

Entre sus aficiones, que se encontraban sobre todo la lectura, los gatos que rondaban siempre en su domicilio de la colonia Portales, en la Ciudad de México y la cinematografía.

El fallecido escritor mexicano reía poco, pero en sus libros hacía gala de un humor ácido y de ironía sacando partido de la demagogia de los políticos y de las actitudes de la elite económica.

Monsi, como se le llamaban los mexicanos, apuntó sobre todo contra los gobiernos del Partido Revolucionario Institucional (PRI).

"Es el cronista de todas nuestras desventuras y prodigios, más de las primeras. Es el documentador de la fecundísima fauna de nuestra imbecilidad nacional", dijo tiempo atrás Sergio Pitol, escritor mexicano ganador del Premio Cervantes.

El escritor Adolfo Castañón, en su ensayo Un hombre llamado ciudad, lo considera “el último escritor público en México”, en el sentido en que no sólo cualquier mexicano lo ha escuchado o leído, sino que todos son capaces de reconocerlo en la calle.

Identificado con la izquierda, apoyó la campaña del ex candidato presidencial Andrés Manuel López Obrador para las elecciones de julio de 2006, tras las cuales éste denunció que el actual mandatario, Felipe Calderón, ganó con fraude.

Su sentido del humor también llegó a sus felinos, que ostentaron nombres como “Miau Tse-tung", "Ansia de militancia", "Mis-oginia" o "Katzinger".

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