miércoles, 2 de mayo de 2012

El Quinto Premio Nacional de Librería espera proyectos



Guadalajara, Jalisco, a 2 de mayo de 2012

El Quinto Premio Nacional de Librería espera proyectos
Con un estímulo de 120 mil pesos, el certamen es impulsado por el Instituto de Desarrollo Profesional para Libreros, con la colaboración de la FIL Guadalajara. La convocatoria 2012 cerrará el 24 de septiembre

Dotado con 120 mil pesos y dirigido a librerías con menos de cinco sucursales que deseen realizar una remodelación para optimizar sus espacios y mejorar la exposición y venta de libros, el Premio Nacional de Librería abre su convocatoria 2012 en espera de propuestas. El concurso es impulsado por el Instituto de Desarrollo Profesional para Libreros (Indeli), con la colaboración de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL), y fue creado en 2008 como un estímulo para la modernización de las librerías del país.

La convocatoria del Quinto Premio Nacional de Librería cerrará el 24 de septiembre y el fallo se dará a conocer, mediante un comunicado de prensa, el 15 de octubre de este año. Los interesados en participar deberán enviar la justificación del proyecto, así como el diseño del desarrollo arquitectónico del edificio o zona específica de la librería a remodelar, la distribución de usos y espacios, la manera de utilizar materiales y tecnologías y el conjunto de planos. El ganador del certamen recibirá 120 mil pesos y una dotación de libros de Vergara y Ribas Editoras, con valor de 40 mil pesos.

Los proyectos deberán remitirse a: Instituto de Desarrollo Profesional para Libreros, SC. Calle Chimalcoyotl No. 53. Colonia Toriello Guerra. CP 14050. Delegación Tlalpan, México, Distrito Federal. Teléfono: 0155 5665-0220. Sólo se aceptará una propuesta por librería y no se tomarán en cuenta aquellas cuyo matasellos exceda la fecha límite del certamen. El jurado calificador, cuyo fallo será inapelable, estará constituido por representantes del Indeli, la FIL Guadalajara, la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana, Editorial Trillas y Vergara y Riba Editoras.
El objetivo del Premio Nacional de Librería es estimular el desarrollo y la actualización de estas empresas en México. En su convocatoria 2012 podrán participar todas las librerías con menos de cinco sucursales en la república, y que cuenten con una antigüedad mínima de dos años, que deseen realizar una remodelación para optimizar sus espacios, brindar un mejor servicio al usuario o mejorar su imagen. El premio será entregado al proyecto ganador en el marco de la 26 Feria Internacional del Libro de Guadalajara, el 27 de noviembre de 2012.

En su primera edición el premio fue obtenido por la librería Sor Juana, con sede en Tijuana. En 2009 fue declarado desierto y en 2010 fue para la librería El Tercer Milenio, gracias a su proyecto para una zona dedicada al público infantil. La Librería Española, ubicada en San Luis Potosí y con 104 años de existencia, resultó ganadora con su proyecto de creación de una tienda virtual.

Las bases completas del Quinto Premio Nacional del Librería pueden consultarse en la página web de la FIL Guadalajara, en el siguiente enlace: http://www.fil.com.mx/reco/premio_ext_fil.asp



Más de una razón para leer autores mexicanos

México se puso de moda en París. ¿Por qué eligieron a este país como invitado de honor en el Salón del Libro?, ¿qué encuentran los franceses en la literatura mexicana? Más allá del folclor, nuevas generaciones de lectores explican aquí qué les atrae de los escritores mexicanos.
 
Por  Diana Martínez Portillo

En 1936, Antonin Artaud desembarcó en Veracruz buscando desarrollar un teatro verdadero, que no estuviera separado de la vida, que tuviera cierta espiritualidad primitiva. El escritor y actor francés exploró la sierra y encontró a los tarahumaras. En el otoño de 1967, Jean-Marie Gustave Le Clézio llegó a México casi por accidente. Se dice que Viaje al país de los tarahumaras, de Artaud, lo alentó a leer códices y crónicas prehispánicos. Fascinado con las civilizaciones antiguas, el premio Nobel de literatura escribió libros como El sueño mexicano o el pensamiento interrumpido, Tres ciudades santas y La conquista de Michoacán. Le Clézio veía en la civilización purépecha, una de las más bellas y misteriosas de América, un pueblo “virtuoso y místico”.
Ese viernes 20 de marzo, afuera del centro para exposiciones Puerta de Versalles, en París, pensé en lo exótico que puede resultar México para los franceses y si sería sólo curiosidad lo que hacía que la gente formara largas filas para entrar al Salón del Libro, que tuvo a México como invitado de honor.
Radio France anunciaba que ésta sería la ocasión para descubrir la “literatura lúcida, violenta y corrosiva de la nueva generación”. Mareada de navegar entre comentarios como “México queda en América del Sur”, o que debido a la guerra contra las mafias del narcotráfico, éste “es uno de los países más peligrosos del mundo” (es común toparse con imágenes de los decapitados por el narco en los puestos de periódicos europeos), imaginaba los lugares comunes que poblarían las expectativas de los asistentes a la fiesta literaria. Ese desconocimiento que construye un territorio mágico y sanguinolento que no existe más que en su imaginación.
“Dulce y violento”
Durante seis días de primavera, el Salón del Libro se convierte en la librería más grande de Francia: 50 mil metros cuadrados, alrededor de 1,200 editoriales. En mesas redondas, coloquios y conferencias, 35 escritores mexicanos traducidos y publicados en Francia intentaban explicar algo tan incomprensible como México. Muchos Méxicos. El del norte, el del sur. El del campo, el de la capital. El de los pobres, el de los ricos.

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Infancia en espera...

Por Sylvia Teresa Manriquez
(*Fotografía de Fano Campoy)


Mañana de fiesta, juegos, regalos y comida. Un hogar temporal festejaba el día del niño. En el sonido local se alternaba la música con cápsulas alusivas a la celebración.

- ¿Oiste? La locutora está hablando de nosotros, los niños de la calle.

- ¡No! ¡No somos niños de la calle!

- Sí, la locutora dijo “niños de la calle”

- Pues yo no soy niño de la calle, ¡Tú sí, pero yo no! ¿Verdad que no somos?

Cifras

No lo son. Sin embargo, sin los programas sociales de atención a estos infantes en situación difícil, que les den seguimiento una vez que son entregados de nuevo a sus familias, muchos intentarán refugiarse en la calle.

Según cifras del INEGI, en el periodo que va de 1995 a 2007 el número de denuncias recibidas por maltrato infantil pasó de 15 mil 391 a 43 mil 986. Lo que nos habla del fallo de programas y políticas que buscan el bienestar y seguridad de los menores.

Niños y niñas que trabajan

Anibal y Omar juegan en la calle de tierra donde está su casa, tienen edad para ir a la escuela pero no van, a pesar de que en México todos los niños y niñas de 5 a 14 años deben asistir a algún nivel de educación básica. Y la historia se repite en todo el país, por ejemplo, en el Distrito Federal, Sinaloa y Coahuila de cada 100 niños de 5 a 14 años dos no asisten a la escuela; mientras que en Chiapas de cada 100 niños, 10 no van a la escuela.

En México, la mayoría de los infantes ingresan a la primaria cuando cumplen 6 años de edad, y a los 8 se considera que ya adquirieron habilidades de lectura y escritura. Sin embargo, según el INEGI, 3 de cada 100 niños no pueden escribir ni leer. En las localidades rurales, (menos de 2 mil 500 habitantes), de las que tenemos muchas en Sonora, la situación empeora pues la proporción aumenta a prácticamente 4 de cada 100 que no saben leer y escribir.

Sofía es otra niña sonorense, tiene 10 años y asistió a la escuela hasta los 9, aprendió a leer, escribir y sacar cuentas. Hace un año el padre se fue y no ha vuelto. Ella ha tenido que trabajar para ayudar a su madre. Ya no va a la escuela, aunque quisiera ir pues, dice, quiere ser abogada y defender a su familia de la gente abusadora. En cambio, realiza dos jornadas distintas de trabajo. Una, por las mañanas cuidando a sus hermanitos de 8 y 6 años que tampoco van a la escuela. Además; limpia la casa y realiza otras labores domésticas. Su segunda jornada es de empacadora en un supermercado.
Sofía es una de los casi 30 millones de niños de 5 a 17 años que trabajan en este país.

Niños y niñas indígenas

La situación de los niños y niñas indígenas es peor, pues la marginación los mantiene en situaciones por demás precarias, con menos oportunidades o nulas de asistir a la escuela, o tener los servicios básicos en su comunidad, como agua potable y alumbrado público. Según datos del Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación, (Conapred), son las víctimas más frecuentes de discriminación.
Las niñas y los niños mexicanos son las principales víctimas de la violencia en todas sus manifestaciones. Según el reporte de la institución, Discriminación en la infancia, más de la tercera parte de los infantes entre 6 y 9 años, sufren violencia tanto de parte de su familia, como en la escuela. Forman parte de una generación violenta, que ve a través de los medios de comunicación la violencia como parte normal de su vida, y no como el serio fenómeno que amenaza su existencia.

Niños y niñas que esperan

“La infancia es la acción en espera” dijo el filósofo suizo Jean Jacques Rosseau. Y en México, en Sonora, la infancia espera. Esperan estos niños en hogares temporales y esperan los que están en condición de calle, los que no tienen oportunidad de ir a la escuela y los que no han podido vivir una existencia sin violencia. Esperan las condiciones políticas, económicas y sociales que les ofrezcan hogares aptos para mantenerse en ellos.

Eso significa madres y padres con trabajo y no cansados, que puedan brindarles las herramientas necesarias para llevar una vida sana, sin violencia. Significa escuelas suficientes e integradoras, calles seguras e instituciones aptas para escucharlos, atender sus reclamos y defender sus derechos.

Beatriz Juvera: espíritu de amor y lucha

Por Carlos Sánchez / Dossier Politico
  2012-05-01 


Su mirada es la analogía de una pintura de Picasso, la miro y siento que me sumerjo en el Guernica. En sus palabras se comprime la actitud de un José Revueltas. En su energía se manifiesta un poema de Lorca.

Dentro de su casa, cerca de un parque ahora cercado, la iluminación es sutil. Allí  le acompañan algunas historias en trazo desde el pulso de Fernando Robles. Hay también la vida que inventaron los escritores Julio Cortázar, Joseph Conrad, Albert Camus, entre muchos más.

Beatriz Juvera es la expresión inherente, la mirada directa y a los ojos, síntoma de compromiso en los días, los que fueron en su historia de construir la danza, los que siguen siendo para darse a la vida, la cual, cita: “Trae de todo”.

Un café en la sala y las palabras concretas, frases como un poema que se hilvana de apoco y se construye en el viento. Una leyenda como consigna tatuada sobre el lienzo de una gamuza diminuta: “El dolor que se calla es más doloroso”. Así charlamos y es un privilegio inscrito ya en la memoria, porque de manera constante desde su voz un recuento de lo que es y ha sido. No hay desperdicio en su oratoria, de pronto la compuerta de los ojos claudica y me empapa de su emoción. 

No sabe ser de otra manera, tampoco pretende, la persecución de la honestidad la manifiesta al hablar. Inherencia de sólo ser y hacer lo que se ama como oficio y vocación: la danza.

Sobre danza conversamos porque, como lo dijo antes de despedirme, al advertirle que al regresar hablaríamos de otras cosas: “Si vuelves hablaremos de otras cosas, pero el tema de la danza saldrá en algún momento”. La danza, la danza, la danza.

En el recuento intrínseco del oficio, de los años de fundar la compañía de danza Truzca, de formar a los alumnos, o incluso de formarse ella como bailarina, la construcción de la historia es un ir y venir, un antes y después, sin guión, tomando de la memoria los asuntos más trascendentes, las obsesiones que están allí como dardos venenosos, besos dulces.

La cita estuvo fraguada para una entrevista, sobre Un desierto para la danza, y sus veinte años. Creo qué Un desierto es  consecuencia de tu trabajo, le comento a Beatriz Juvera, la maestra. Y entonces otra vez la anti pretensión y su comentario:

“Lo sé, estoy consciente, yo siempre estuve formando gente, siento que Un desierto para la danza es mío. Y cuando voy al desierto, todo lo que veo, me siento feliz, y siento que la institución fue armada con tal forma y con tal espíritu de amor y lucha que no ha habido sexenio que lo pueda quitar, porque hizo historia. Si yo he recibido reconocimientos de eso, y no aquí en Hermosillo tantos, afuera, en otros festivales, por lo que se ha logrado, y claro que lo siento mío, esa es la emoción. Por ejemplo anoche (en la inauguración) que grité el Truzca, lo hice porque a todos los que fueron nombrando de los que siguieron después, estuvieron en Truzca, después vino no sé quién, ¿pero de dónde vino? Claro que siento que Un desierto para la danza es mío, y me enorgullece”.

El reto del periodista: Impedir la parálisis del pensamiento

Por Carlos Sánchez / Dossier Politico

Dia de publicación: 2012-05-02  


Guadalajara.- Cincuentaisiete años de periodismo se congregan en la humanidad de Javier Darío Restrepo. Oriundo de Colombia, investigador, docente, Maestro integrante de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI), asiste a Guadalajara para ofrecer una charla (convertida en taller ante reporteros), sobre tratamiento ético de la información en situación de violencia. Organizan UNESCO y Universidad de Guadalajara.

En la Casa Cortázar, Javier Darío Restrepo destapa su memoria como se descorcha una botella, emerge la energía convertida en información y es entonces que los asistentes al taller se empapan de conocimiento.

El periodista construye con agilidad el contenido de su exposición:

“Hablar de violencia es habar de silencio. Hay una expresión de Hanna Arend, que dice, ‘La violencia es muda, la guerra es muda, la fuerza tiende a enmudecer’, y desde luego el silencio no es únicamente la ausencia de las palabras, es la ausencia de actitudes, de actividades, es la pasividad total y la guerra tiende a imponer la pasividad por la fuerza.

“En una situación así el periodismo se encuentra interpelado, gravemente, porque lo nuestro es lo contrario del silencio, es la palabra, y trabajamos con la palabra, lo cual nos está indicando que si somos trabajadores de la palabra somos trabajadores del espíritu, porque la palabra es un producto del espíritu, por tanto ya comienza a aparecer una sugerencia, una sugestión en el enunciado mismo del tema, si lo nuestro es un producto del espíritu, la respuesta que se le puede dar a la violencia, es potenciar las calidades y cualidades del espíritu que hay en el ser humano.

“Cuando nosotros damos una información estamos estimulando el espíritu de las personas, porque las estamos invitando a conocer, y a hacer un conocimiento que de por sí es un conocimiento complejo, los hechos, la historia, puesto que son el punto de convergencia de muchos factores, los hechos tienen qué ser conocidos a partir del espíritu del ser humano. Cuando hay ese para conocimiento, conocimiento incompleto que es el resultado de la simple curiosidad, o el morbo, allí el espíritu está actuando con los preámbulos de la  actividad del conocimiento que es esa curiosidad que se satisface con el solo ejercicio de los sentidos que es el drama que tenemos cuando trabajamos en televisión. La televisión nos condena a hacer un producto que es visto y oído, cuando se trabaja en televisión la forma de redactar son las imágenes, estímulo de la vista, y eso se adorna o hace más profundo con sonidos, o utilizas el sonido ambiente, o la voz humana, o la música, que son los agregados para la imagen de televisión, pero uno ocupado en eso, de buscar las imágenes, voces y sonidos, de pronto se olvida de que la tarea del periodista no solamente se detiene en el estímulo de los sentidos, sino que tiene que ir más allá: a estimular la inteligencia. 

“La mayoría de los productos de televisión y de cine, tienen esa gran limitación: sólo están respondiendo a la vista y el oído, pero parecen despreocuparse completamente de lo principal del ser humano, que es, la inteligencia, y no son estímulos de la inteligencia. Traigo a cuenta eso porque vuelve la pregunta: ¿En tiempo de violencia yo soy periodista únicamente para alimentar la vista y el oído de la gente, o tengo además la capacidad e inquietud de estimular la inteligencia de la gente frente al fenómeno violento? Por su propia naturaleza del fenómeno violento, excita los sentidos, y tiende a paralizar el entendimiento, aparece el asombro, aparece el miedo, aparecen esas reacciones primarias que son reacciones donde los sentidos son los que mandan y se paraliza el entendimiento, y ahí aparece el gran reto para uno como periodista: impedir la parálisis del pensamiento, y más bien excitar el pensamiento puesto que se sabe que frente a la violencia es el pensamiento quien da los factores de humanización cuando todo tiende a deshumanizarse”. 

Después la continuación de la memoria como un libro que se escribe de manera oral, al aire, a la libertad. Después las consignas del ejercicio del periodismo y su ética. El aprendizaje de los reporteros en poco más de dos hora de oratoria y conversación con Javier Darío Restrepo.

Tiene los cabellos rojizos y se llama Sabina1

Julieta Campos

Y en el paisaje, confundido y esfumado en la luz, vendrían a sucederse, como las imágenes de una linterna mágica, otros paisajes que también son voces y que coincidirían en el milagro de la escenografía, por obra de un artificio literario que sería relativamente fácil. Al mirar el promontorio, el personaje obedece a una exigencia profunda (palabras que tomo prestadas sin saber a quién, o que me son dictadas, lo que viene a ser lo mismo). Su presencia en el parapeto, que es un mirador, que es una terraza se debe a una inspiración súbita que la empuja a salir por última vez antes de irse, a salir para tomar una fotografía que no tomará porque ese movimiento inspirado que la sitúa frente al promontorio tiene otros fines y pronto sustituirá el deseo de la fotografía por la anticipación de una novela. Ese movimiento inspirado, como me atrevo a llamarlo sin temor de caer en un exceso de fantasía, niega la opacidad del escenario, que para cualquier otra mirada permanecería mudo en ese instante, para trasladarlo a la claridad de un discurso ficticio donde la luz, eminentemente irreal, procede exclusivamente de la formulación de muchas palabras que han estado esperando ser enunciadas. En la claridad deslumbrante de esas cuatro de la tarde ideales, perfectas, como sólo podrían serlo de haber sido imaginadas, inventadas y puestas en palabras, su mirada es, paradójicamente, una mirada nocturna. ¿Una mirada que prescinde de lastres inútiles, que vuelve las espaldas a lo cotidiano? Sí pero, sobre todo, una mirada que en un golpe de vista abarca sólo lo rescatable y para la cual se vuelve elocuente el silencio de la escenografía. El personaje ha ido a ponerse, por un movimiento inspirado, en el lugar que le estaba adjudicado desde que el promontorio prefiguró la imagen de una escenografía genial. El personaje no tiene nombre porque no tiene identidad o, si quieres, porque en él, en ella se intercambian ;y coinciden muchas identidades latentes o posibles. La mirada y la anticipación de una novela futura no se distinguen: son, en todo momento, una y la misma cosa. Para que la novela se configure es indispensable el lapso de suspenso abierto por una mirada. El ruido del mar se aquieta hasta enmudecer a las cuatro de la tarde. Y sin embargo en ese lapso de suspenso que abre la mirada sobre la escenografía en el interior del ámbito creado para la novela por una sucesión de palabras angustiosamente atrapadas, el ruido del mar es el único fondo sonoro que sustenta las palabras. Las palabras pretenden sustituir el ruido del mar. Las palabras son el ruido del mar. La duración artificiosamente henchida que abre la mirada del personaje sobre una escenografía involuntaria pero predestinada y perfecta, se inscribe dentro de otra duración idealmente distraída al tiempo y suspendida en un vacío ideal: la duración de unas vacaciones que rompen la molesta insignificancia de lo cotidiano. Se trata de un artificio. Se trata de una novela hecha exclusivamente de palabras. ¿Podrás prescindir de la insistencia con que ellos te llaman? Ellos representan un papel y yo represento un papel: se trata únicamente de que cada cual cumpla su función dentro de la novela. Lo demás no importa. Importa determinar, eso sí, cuál es el papel de ellos y cuál es el mío. ¿Qué exigen de mí y qué me impide abandonar la terraza, el mar, la escenografía, el hotel? Un hotel es un lugar de paso. ¿A qué se debe, pues, esa obsesión de no dejarlo, esa fantasía de prolongar sin término una estancia que debe ser pasajera; que sólo vale, además, por esa necesidad de ponerle un límite, un principio y un fin? El personaje se distrae. Deja de mirar la escenografía para mirar a su alrededor. Entre todas las historias posibles hay también una historia de muchachas en flor. El hotel se ha llenado de jovencitas rubias (hay cuatro en cada cuarto), ruidosas, descalzas que de día se tienden al sol en sus respectivas terrazas, conservando únicamente el pequeño calzón de un diminuto bikini y dejando expuesta la espalda desnuda. Relumbrosa de aceite. Cuando las puertas de sus cuartos se quedan abiertas es posible ver desde afuera las botellas de ron tiradas entre los huaraches, las blusas y los shorts, en un desorden que el cuidado aspecto de las niñas desmentiría. Tratamos de hacer reservaciones en el hotel y nos comunican, en un tono cortés e impersonal que ha cundido una epidemia de cólera. Pensamos que el cólera es una enfermedad estomacal que produce vómito incesante, hasta la muerte. Hacemos, sin embargo, las reservaciones. Al llegar al hotel, observamos con curiosidad a los huéspedes para sorprender cualquier evidencia, en el semblante, en el comportamiento, en el aire exterior, de la enfermedad que nos han anunciado. Pero todos parecen sanos y despreocupados y dan vueltas en pequeños grupos, alrededor de una alberca cubierta, rodeada de arcos romanos, llena de agua que hierve a borbotones. Unos altavoces difunden los acordes frívolos, exquisitamente fin de siglo, del vals de los Bosques de Viena. Los paseantes dan la impresión de moverse al ritmo del vals, aunque no están bailando sino únicamente caminando. Es entonces cuando percibimos que el vals se interrumpe regularmente, para dejar escuchar una voz que pronuncia, distante y ajena, un nombre: de alguno de los grupos se adelanta una persona hacia la piscina y salta, todo al alegre son de Johann Strauss. El agua que, como ya se ha dicho, hierve a borbotones, se lo traga de inmediato. ¿Un sueño que se inmiscuye en el contexto de la novela igual que esa pantalla rota de seda azul que pusiste en la sala como un detalle surrealista? Quizá, pero es fácil descartarlo. Lo importante es la obsesión por la luz. Yo he visto esa misma estela brillante en otras playas, a otras horas, a veces cuando ya se acerca el crepúsculo. La estela va ascendiendo entonces al cielo que se vuelve, en el horizonte, platinado y frío, iluminado detrás de una nube por el último brillo, lunar, de un sol avergonzado de su esplendor diurno. El cielo liso, platino, de esas transiciones hacia la noche puede ser tan fascinante como la estela de mar, reflejo deslumbrante del sol de las cuatro, que seduce a tu personaje. Luego, el resol acerado se va transformando en plomizo y por fin las nubes se emparejan y el cielo, en el horizonte, se pinta de azul añil traspasado por una luz intensa que confunde durante un fragmento de segundo impresionante el cielo y el mar. He visto ese crepúsculo en una isla del Caribe protegida de los vientos y las agitaciones de alta mar por otras islas cercanas, de modo que las playas se recogían tranquilas, al borde de un estanque inmóvil. El Caribe no es uno sólo. Crees reconocer un matiz, una ondulación del agua y algo, de repente, lo singulariza y lo vuelve único. El Caribe es un mito: es Utopía, es la Isla de Robinson. Pero me gustaría que me explicaras ahora, antes de seguir adelante, quién dice esas palabras: “No estoy aquí. Estoy en otra playa, hace veintidós años”. ¿Es el narrador o, en este caso, la narradora, o es el personaje que uno de los narradores, el que acaba por escribir un texto que se empeña en llamar novela, inventa en el momento mismo en que empieza ese discurso imaginario? La narradora y su personaje estarán ligadas como dos hermanas siamesas. Sus corazones latirán con la misma cadencia y una podrá adivinar lo que piensa o siente la otra, porque una y otra serán las dos caras de una misma, casi incestuosa, identidad. ¿Y esa alusión a Hamlet que luego se pierde? Dijiste que la novela habría de ser un continuo ininterrumpido, que podría empezar en cualquier momento y terminar en cualquier momento, acaso como la vida. Mi novela no pretendería reproducir la vida sino, más bien, describir un instante en el que un personaje inventaría negar que el ciclo no se interrumpe nunca: aspiraría a negar, con su presencia imaginaria en un mirador colocado frente a un promontorio espectacular, que la secuencia del tiempo es inalterable. Tampoco allí había mariposas. En la noche cerrada sólo se distinguían los tubos largos de luz morada, cuidadosamente distribuidos para garantizar la salubridad del hotel, un remanso de comodidades modernas en medio de la virginidad de la isla. Nunca vi que los tubos morados atrajeran estos moscones gruesos que se te cuelan por el cuello de la camisa en algunos lugares del trópico. Había, eso sí, muchísimas mariposas, sobre todo pequeños cadáveres achicharrados de mariposas amarillas. El ruido de la descarga no dejaba de estremecer un poco mientras uno se dirigía, con pantalones Daks y camisa Pucci sabiéndose protegido, a sorber vasos helados de rum punch en el bar de la Pequeña Sirena o en la Caverna de Neptuno. Ese barco, encerrado en una botella, lo he buscado inútilmente en Curazao, sintiendo quizá que era como buscarlo en Amsterdam. Lo he buscado inútilmente. Anótalo. ¿No traes tu libreta de apuntes? Lo has buscado entre pulseras y arracadas hindúes, anillos de jade que traen la buena suerte, pomitos de ungüento chinos, bálsamos mágicos para aliviar dolores y para estimular las facultades eróticas, telas de Java, caftanes y estatuillas balinesas. Pero tu búsqueda ha sido inútil y has acabado por comprarte una reproducción de la Santa María que era igual a la Pinta que era igual a la Niña en una farmacia de Montego Bay. Creo que empiezo a entender el porqué de Hamlet, esa premonición del personaje. En una versión cinematográfica, si no me falla la memoria, Hamlet formula frente al mar su célebre duda metafísica: To be or not to be y abajo el mar embravecido de Dinamarca, que tiene algo que ver con Islandia, si no me equivoco. ¿La vocación? La vocación de ser únicamente su propio espejo, de contemplarse como conciencia, en perpetua, monótona, insistente y maniática reflexión sobre la propia vida y la propia muerte. Hamlet entre la tentación de la inmovilidad, de la contemplación pura, y la obligación de realizar un acto que no es sino un acto de venganza, de celos incestuosos y, en última instancia, de identificación póstuma con la figura paterna. Quiero decir que, de una manera oscura ella, al imaginarse como personaje que enuncia mentalmente ciertas palabras que evocan, tal vez para volverlo presente, un momento vivido veintidós años antes tiene una fantasía un poco grandiosa y cree percibir la figura de Hamlet ascendiendo lentamente los escalones del promontorio y ve, al mismo tiempo, que la escenografía es en realidad el original de un grabado donde todo movimiento se hubiera detenido y al pie del cual hubieran escrito con letras mayúsculas HAMLET y, con letras minúsculas, By William Shakespeare. Mi absurda necesidad de justificar la necesidad de lo innecesario, de racionalizar las intuiciones, de convertir en discurso literario los presentimientos más incipientes, los que hubieran podido quedarse tranquilamente sin ser formulados y sin que a nadie le importara un comino. Tu absurdo afán de dejarte deslizar hacia el irracionalismo, de creer en los presagios, en los augurios y en las sigilosas señales del otro mundo. Cuídate del ocio: es un terreno resbaladizo que resbala precisamente hacia el abismo. Abisal es una hermosa palabra que entra muy bien en mi vocabulario. Abisal, malva, ámbar. Déjame asociar libremente. Deslizarme suavemente. Creo que ha llegado el momento de poner algo en claro. ¿Cuál es el tiempo de esa novela que estás escribiendo? ¿El tiempo de ella, la que mira desde el mirador, o el tiempo de ella, la que escribe con tinta verde sobre las hojas anchas de un cuaderno rayado colocado encima de la tabla abierta de un escritorio de maple? ¿Cuál es el tiempo de la novela que podrías o más bien deberías estar escribiendo, que me pregunto si estás efectivamente escribiendo aunque indudablemente tiene ya alguna, aunque sea mínima, consistencia real puesto que puedes referirte en concreto a ciertas palabras enunciadas, pienso que no en alta voz, por un personaje indudablemente femenino, al que has situado en una terraza cuya vista sobre un peñasco que emerge del mar es excepcional y hasta podría decirse privilegiada? El dilema entre un tiempo y otro tiempo es algo que no se decide todavía. Pero hay esto de cierto: la posición de ella, el personaje del mirador, resulta cada vez más incómoda. No se puede reflexionar acerca de la propia vida y la propia muerte (aquí se abren y se cierran comillas) cuando la temperatura al sol es de 38 grados centígrados y no corre la brisa. Sólo consigno un hecho. Y ese hecho es el siguiente: a las cuatro de la tarde del domingo ocho de mayo de 1971, una mujer mira desde la terraza de un cuarto llamado El mirador en un hotel de Acapulco, hacia un punto situado precisamente frente a ella, unos treinta metros más abajo, un punto donde se encuentra un islote escarpado, un promontorio alisado, un peñasco erosionado por el oleaje y hacia la ancha estela que se extiende desde allí hasta el horizonte, una estela dibujada por la reverberación solar sobre la superficie indiferente del mar. El promontorio es amarillo de bordes irregulares, afilándose en su extremo superior. Quince escalones tallados en su base permiten el acceso, desde una plataforma mojada constantemente por el mar, que enlaza ese islote flotante con el macizo de acantilados donde ha sido construido el hotel; plataforma que rodea una poza o piscina marina donde el agua, que penetra por los intersticios de los arrecifes que sostienen la plataforma, se estanca y toma un color esmeralda transparente que deja ver, en el fondo, la arena gruesa y ocre. Este es un hecho real. El único hecho real. Todo lo demás que pueda decirse en torno, acerca o sobre esa mujer y su manera de mirar el mar depende únicamente de la voluntad de un narrador situado en otra terraza, la del cuarto llamado El laberinto, que la convertirá o no en el personaje marginal de un relato al estilo de A sangre fría, y de la fantasía de una narradora sentada, a la vez, en uno de los escalones del promontorio y frente a un escritorio de maple americano, donde escribe con una pluma verde en tinta verde, a lo ancho de un cuaderno rayado que la convertirá, si se decide a hacerlo, en un personaje de reminiscencias shakesperianas, ligeramente anacrónico, desmesurado y ridículo. La mujer que mira el mar el ocho de mayo de 1971 intenta ser por su parte, patéticamente y sin muchos resultados, por un instante, quizás el único de toda su vida, su propio personaje. ¿Recuerda, sueña, anticipa? Recuerda que preferiría olvidar; sueña, Rilke; que mira hacia afuera mientras que es por dentro donde el árbol crece, quiero decir, en este caso, donde se ondula y murmura el mar; anticipa una despedida, oscilando peligrosamente entre esa despedida y un obstinado deseo de petrificar el gesto de adiós que esbozar ingenuamente con la mano izquierda, posada sobre el muro de la terraza como un pájaro tembloroso, indeciso entre el nido y el vuelo. Las palabras la abandonan. ¿Será que la mirada, esa manera de mirar, excluye las palabras? imagina haber tenido una visión e imagina, también, que la visión se ha desvanecido. Imagina la libertad, la apertura, el vuelo. Se imagina a sí misma como objeto obsesivamente acariciado por su mirada. Se imagina mirada por el mar. Se imagina ceñida por el mar. Se imagina el mar. Me imagino, a mí misma, el mar.

1 1974


 

 

RECORDANDO A JULIETA CAMPOS, A 80 AÑOS DE SU NATALICIO


México, D.F., a 30 de abril de 2012
Bol. Núm. 402


RECORDANDO A JULIETA CAMPOS, A 80 AÑOS DE SU NATALICIO
 
·         Su escritura, “cuerda floja donde el derecho a sobrevivir está en juego”

·         Esto lo dice la autora, en Reunión de familia, por su “ficcionar fronterizo”, de transición entre géneros

·         Domingo 6 de mayo a las 12:00 horas en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes

Con una sesión literaria titulada Recordando a Julieta Campos, a 80 años de su nacimiento, el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) hará un remembranza, en la voz de amigos y colegas, de la vida y obra la narradora y ensayista cubana-mexicana ganadora del Premio Xavier Villaurrutia 1974. El acto tendrá lugar el domingo 6 de mayo a las 12:00 horas en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes.

Aline Pettersson, una de las participantes de la sesión, en una entrevista reciente con motivo de esta actividad, comentó que tiene una gran impresión acerca de los libros de Julieta Campos: “En sus primeros títulos --Muerte por aguaTiene los cabellos rojizos y se llama Sabina, y El miedo de perder a Eurídice-- está de alguna manera apoyada en las letras francesas, alrededor de lo que se llamó la nouveau roman o nueva novela francesa, que ponía mucho énfasis en la textura del lenguaje”.

“Los libros de Julieta Campos –señaló la escritora-- son una exploración tanto de la forma de narrar para colocar de la mejor y más bella manera las palabras, cuanto un recorrido por la historia cultural de la humanidad en muchos sentidos, por lo menos del mundo occidental. Sus conocimientos van desde los griegos clásicos a la historia y a la cultura contemporánea, en música, en pintura, en literatura. En realidad leer sus libros es echarse un clavado dentro de una gama muy, muy grande de temas tratados de la mejor manera”.

La entrevistada añadió que “en un momento dado, como ella viene de una generación en la que las utopías están muy presentes, se le hizo importante ocuparse del asunto y escribe un libro llamado¿Qué hacemos con los pobres?, donde trata la problemática.”

Por último, Aline Pettersson sostuvo que “Julieta Campos fue un mujer extraordinariamente refinada en sus gustos, en los objetos que la rodeaban y en todo su mundo, pero tuvo la capacidad de asomarse a otros mundos menos privilegiados para tratar de hacer algo en ese sentido, y no es muy frecuente que las personas dedicadas a explorar de la manera tan refinada como ella exploró la literatura y la cultura en general, tengan el tiempo o el interés de voltear la mirada en otras direcciones y ella lo hizo, lo cual a mí me parece admirable.”

Julieta Campos (La Habana, Cuba, 8 de mayo de 1932-Ciudad de México, 5 de septiembre de 2007) fue narradora, ensayista y dramaturga. Vivió en México desde 1955. Por matrimonio, adquirió la nacionalidad mexicana. Obtuvo el doctorado en Filosofía y Letras en la Universidad de La Habana y estudió Literatura Francesa contemporánea en La Sorbona.

Fue maestra en la UNAM; directora de la Revista Universidad de México; miembro del consejo de redacción de Vuelta; presidenta del Pen Club de México (1978–1982) y colaboradora de numerosas revistas y suplementos culturales. Premio Xavier Villaurrutia 1974 por Tiene los cabellos rojizos y se llama Sabina. Parte de su obra ha sido traducida al inglés.

Su obra publicada comprende diversos géneros, cuyos títulos se presentan a continuación. Crónica: Cuadernos de viajes (2008). Ensayos: La imagen en el espejo (1965), Oficio de leer (1971),Función de la novela (1973), La herencia obstinada (1982), Un heroísmo secreto (1988), Bajo el signo de Ix Bolon (1988), El lujo del sol (1988), ¿Qué hacemos con los pobres? La reiterada querella por la nación (1995), Tabasco: un jaguar despertado. Alternativas para la pobreza (1996).

Novelas: Muerte por agua (1965), Celina o los gatos (1968), Tiene los cabellos rojizos y se llama Sabina (1974), El miedo de perder a Eurídice (1979), La Forza del Destino (2004), Reunión de familia(Muerte por agua, Celina o los gatos, Tiene los cabellos rojizos y se llama Sabina, El miedo de perder a Eurídice Jardín de invierno), (1997). Teatro: Jardín de invierno (1988). Literatura para niñosHistoria de un niñito que era dueño de una islita que era dueña de un niñito (1988).

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Coordinación Nacional de Literatura
Casa Leona Vicario

Letras Violeta


Regina Martínez, periodista


Soledad JARQUIN EDGAR

El pasado fin de semana volvió a pasar lo que no queremos que pase en este país ni en ninguna otra parte del mundo. El asesinato de la periodista Regina Martínez, corresponsal de la revista Proceso en la ciudad de Xalapa, Veracruz, es otro intento por amordazar la libertad de expresión y por callar la verdad que trastoca casi siempre intereses económicos y políticos relacionados o no con la delincuencia.

En un estado de guerra como el que vivimos en México, ejercer la profesión del periodismo se ha convertido en una de las actividades más peligrosas y el asesinato de Regina Martínez nos ha vuelto a recordar ese terreno nada seguro sobre el que se está parado y nos recuerda también lo que se advirtió desde hace casi cinco años cuando Felipe Calderón decidió iniciar una guerra que se advertía peligrosa para la ciudadanía y en especial para aquellas y aquellos periodistas que investigan y descubren verdades incómodas para los grupos o mafias en el poder.

En julio de 2011, en Veracruz también fue asesinada Yolanda Ordaz Cruz; en septiembre de ese mismo año otras dos periodistas fueron asesinadas en el Distrito Federal, Marcela Yarce Viveros y Rocío González Trapaga y este fin de abril, la corresponsal de la revista política más importante del país también fue muerta tras sufrir una penosa tortura, según reportan los medios de comunicación.

La Comisión Nacional de Derechos humanos hace su propia cuenta, con este último artero y cobarde crimen suman ya 77 los asesinatos cometidos contra periodistas en México desde el año 2000 y no sólo eso, también hay una lista de reporteros desaparecidos, otra más grande y ominosa lista de periodistas agredidos físicamente y otra más de periodistas amenazados por personas sin rostros ni nombres.

Sin duda, cada una y cada uno de los periodistas asesinados representa una pérdida profunda para el país porque con su muerte se deja sin oportunidad a la sociedad mexicana de conocer la verdad sobre un hecho.

Entonces no sólo se pierde una valiosa vida, sino también se pierde uno de los valores y derechos fundamentales de los seres humanos la libertad de expresión y se atenta contra la libertad de prensa.

Regina Martínez fue hallada en su casa, golpeada y estrangulada y como en otros casos, la falta de cientificidad en las investigaciones lleva a las autoridades a salir por la vía menos difícil, al pretender sugerir que se trataba de un crimen común, porque habrían sido sustraídos algunos objetos de la casa de la periodista.

Sin embargo, quienes conocieron a Regina Martínez y quienes la llegamos a leer a través de Proceso sabemos que se trataba de una periodista “entera”, comprometida con su trabajo y siempre dispuesta a investigar hasta las últimas consecuencias.

Yo, a diferencia de lo que se ha dicho en otros espacios no me atrevería a llamar “valiente” a Regina porque pienso que estaba realmente comprometida con mostrarle a sus lectores la verdad, una condición indispensable dentro del trabajo periodístico. Diría entonces que Regina Martínez fue una periodista honesta e inteligente, que usó siempre la razón para mostrar la verdad y no la fuerza de sus palabras o creencias personales.

Sin duda, esta muerte “intolerable” nos debe recordar que ser periodista en México es escribir cada línea, decir cada palabra, grabar cada instante o capturar cada fotografía periodística bajo riesgo total, por la falta de garantías para el ejercicio de una profesión fundamental para la democracia de un país, indispensable para el desarrollo pleno de los derechos humanos y sobre todo para la libertad de la sociedad y necesaria contra el autoritarismo de todos los poderes.

Por tanto, el asesinato, siempre cobarde y artero, siempre innecesario de Regina Martínez, es una afrenta para todo el país que cree y tiene esperanzas de que algo puede cambiar para el futuro.

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