miércoles, 27 de octubre de 2010

América mía

A Ramón López Velarde

Alicia Reyes

Por esta América mía
que está triste,
triste en sus abismos
más profundos...
triste de llevar a cuestas
hambre y llanto.

Si en el monte escarpado
de silencio
se reúnen los jóvenes-niños
si el silencio
se rasga de repente
es porque
en la pradera el venado
afila sus cuernos
contra un árbol.

Las liebres corren
y se esconden
un bandoneón gime
la guitarra canta.

(La naturaleza se ha puesto
de manteles largos
y el reloj me recuerda
la monotonía de la vida diaria)

En mi extravío:
¡el polvo de los conquistadores!
¡la mano y la mirada de Juárez,
esperanza y coraje!

Y las enredaderas trepan
hasta las copas frondosas,
ya el peso vence al ahuehuete
y al ombú.

Por esta América mía
que está triste...
Desde las nieves eternas
hasta las otras nieves.
Desde la selva
hasta el desierto.

Porque llevamos escondidas
las antenas.
Porque la voz se apaga
porque el viento
apenas se atrave a entrar
por las rendijas.

¡Por ese polvo denso
en que se asfixia
la serenidad de los sentidos!

Al pie del monte sereno
o en medio de los jardines,
van él y ella
tomados de la mano.

Porque amor es mundo
mundo-amor
pisoteado y herido
como antaño.

¡Se rasgará el silencio
a base de metralla!
¡Qué importa este amor
que llena las entrañas!

Los valientes van perdiendo
a cada paso
la fe en el mañana.
Ese mañana
que no será todavía...

Bajarán los indios
de la montaña
para depositar al pie
de la misma imagen cansada
su resignación de siglos.

Y en la colina,
más allá del puente,
jugarán los niños.
Ellos no comprenden.

¡Los caballos revientan los cinchos,
la soldadera se ajusta las cananas:
y entre nubes de vapor
se pone la locomotora en marcha!

América lleva en las pupilas
una lágrima,
aquella de sus hijos
que implora la paz inútilmente.
Aquella que se funde
con la tierra.

Porque
en las campiñas
las chozas se deshacen...

Y continúa el poeta
en su extravío:

Resbalará la vida por la cuesta
se acallarán los gritos
y bailaremos juntos
un tango, una cueca,
una samba o un son tamaulipeco.

¡Amor es mundo!
¡Mundo-Amor!
¡Ay, pisoteado y herido
como antaño!

Estamos ciegos
y los héroes
derramaron, tal vez,
una sangre ociosa.

Ves:
las almas nacientes
se envuelven en la droga.

¡Oh Baudelaire!
¡Oh paraísos artificiales!

Por esta América mía
que está triste
y padece...

Asisto y callo
porque, a veces
hasta el más pequeño gusano
se siente solitario.

Se van secando los ríos.
Se van secando los montes
y de estas ruinas
van naciendo otras ruinas.

¡Por esta América mía
que está triste!

¡Por este polvo denso
en que se asfixia
la serenidad de los sentidos!

El Amazonas se desbordará
y cubrirá la tierra toda
y nadarán las pirañas
y arrasarán a su paso
con bestias y ganado.

Ves:
resbalará la vida
por la cuesta
no bailaremos más...

¡Calla!

que América entera
soy yo.

Y mientras haya
al menos una flor
un germen de flor
una semilla que transporte el viento,
una gota de lluvia que la riegue
un pedazo de tierra que la acoja
América renacerá poderosa.

Lucharé sin desmayo
por esta América mía
que está triste.

LA VIDA SENCILLA

Octavio Paz

Llamar al pan el pan y que aparezca
sobre el mantel el pan de cada día;
darle al sudor lo suyo y darle al sueño
y al breve paraíso y al infierno
y al cuerpo y al minuto lo que piden;
reír como el mar ríe, el viento ríe,
sin que la risa suene a vidrios rotos;
beber y en la embriaguez asir la vida,
bailar el baile sin perder el paso,
tocar la mano de un desconocido
en un día de piedra y agonía
y que esa mano tenga la firmeza
que no tuvo la mano del amigo;
probar la soledad sin que el vinagre
haga torcer mi boca, ni repita
mis muecas el espejo, ni el silencio
se erice con los dientes que rechinan:
estas cuatro paredes —papel, yeso,
alfombra rala y foco amarillento—
no son aún el prometido infierno;
que no me duela más aquel deseo,
helado por el miedo, llaga fría,
quemadura de labios no besados:
el agua clara nunca se detiene
y hay frutas que se caen de maduras;
saber partir el pan y repartirlo,
el pan de una verdad común a todos,
verdad de pan que a todos nos sustenta,
por cuya levadura soy un hombre,
un semejante entre mis semejantes;
pelear por la vida de los vivos,
dar la vida a los vivos, a la vida,
y enterrar a los muertos y olvidarlos
como la tierra los olvida: en frutos…
Y que a la hora de mi muerte logre
morir como los hombres y me alcance
el perdón y la vida perdurable
del polvo, de los frutos, y del polvo.

ENVÍO
Tal sobre el muro rotas uñas graban
un nombre, una esperanza, una blasfemia,
sobre el papel, sobre la arena, escribo
estas palabras mal encadenadas.
Entre sus secas sílabas acaso
un día te detengas: pisa el polvo,
esparce la ceniza, sé ligera
como la luz ligera y sin memoria
que brilla en cada hoja, en cada piedra,
dora la tumba y dora la colina
y nada la detiene ni apresura.

LA VIDA SENCILLA

Octavio Paz

Llamar al pan el pan y que aparezca
sobre el mantel el pan de cada día;
darle al sudor lo suyo y darle al sueño
y al breve paraíso y al infierno
y al cuerpo y al minuto lo que piden;
reír como el mar ríe, el viento ríe,
sin que la risa suene a vidrios rotos;
beber y en la embriaguez asir la vida,
bailar el baile sin perder el paso,
tocar la mano de un desconocido
en un día de piedra y agonía
y que esa mano tenga la firmeza
que no tuvo la mano del amigo;
probar la soledad sin que el vinagre
haga torcer mi boca, ni repita
mis muecas el espejo, ni el silencio
se erice con los dientes que rechinan:
estas cuatro paredes —papel, yeso,
alfombra rala y foco amarillento—
no son aún el prometido infierno;
que no me duela más aquel deseo,
helado por el miedo, llaga fría,
quemadura de labios no besados:
el agua clara nunca se detiene
y hay frutas que se caen de maduras;
saber partir el pan y repartirlo,
el pan de una verdad común a todos,
verdad de pan que a todos nos sustenta,
por cuya levadura soy un hombre,
un semejante entre mis semejantes;
pelear por la vida de los vivos,
dar la vida a los vivos, a la vida,
y enterrar a los muertos y olvidarlos
como la tierra los olvida: en frutos…
Y que a la hora de mi muerte logre
morir como los hombres y me alcance
el perdón y la vida perdurable
del polvo, de los frutos, y del polvo.

ENVÍO

Tal sobre el muro rotas uñas graban
un nombre, una esperanza, una blasfemia,
sobre el papel, sobre la arena, escribo
estas palabras mal encadenadas.
Entre sus secas sílabas acaso
un día te detengas: pisa el polvo,
esparce la ceniza, sé ligera
como la luz ligera y sin memoria
que brilla en cada hoja, en cada piedra,
dora la tumba y dora la colina
y nada la detiene ni apresura.

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