miércoles, 15 de diciembre de 2010
El brillo de la esperanza.
Mí tía Carmen era mayor que yo dos años. Me gustaba llegar corriendo a su casa, acariciar su cabello y hablarle. Ella respondía con una mirada curiosa. Para alimentarla su mamá requería ayuda para sostenerle las manos, porque con sus movimientos involuntarios tiraba los alimentos. Carmen vivió 24 años, toda su vida en una cama, sin reír, jugar con las muñecas o saltar a la cuerda. No pudo aprender la manera de decirle a su madre que la quería. Carmen, mi tía, tenía parálisis cerebral.
Hace unas décadas, este diagnostico sentenciaba a las familias a vivir ocultando una tragedia. No había centros especializados que ayudaran a quienes tenían la suerte de recibir a un bebé con estas características. Aunado al prejuicio de tener un hijo o hija con parálisis cerebral, está el desgaste físico, emocional y económico de la familia.
Mi amiga María tuvo un hermoso hijo, al que lamentablemente en los primeros años de edad se le diagnosticó leucemia. Ella aprovechó los siete años de vida que compartieron para llenarse de él. De imágenes, sensaciones y recuerdos que comparte a familiares y amigos cercanos el uno de noviembre, en un colorido y alegre altar de muertos. María también resintió la falta de un centro especializado que le ayudara a llevar de mejor manera la enfermedad de su hijo.
Hasta hace muy poco en México aún carecíamos de las instituciones suficientes para apoyar a estos padres y madres. Hoy, en Sonora, ya tenemos el Centro de Rehabilitación Infantil Teletón, CRIT, que proveerá de herramientas a las familias en las que la discapacidad está presente.
El CRIT fue edificado en un predio donado por el gobierno del estado. Seis hectáreas, de las cuales 5 mil 400 metros cuadrados corresponden a áreas de atención cerradas y el resto a jardines, explanadas y estacionamiento. La inversión de 180 millones de pesos forjó la infraestructura que regresará la esperanza a cientos de familias sonorenses que conocen de cerca el problema de la discapacidad, cualquiera que ésta sea.
El veinte de enero de 2011, familias como la de Martha, madre de una angelita que nació sin pies, dejarán de tocar puertas para financiar el viaje anual a Los Ángeles, California, con el fin de proveer de prótesis nuevas a la pequeña. Ella no sabe de impedimentos para sonreír, pues el amor de su familia le ha evitado padecer su discapacidad, aunque esto no ha sido fácil. La familia de Martha ha aprendido que el amor es la base de toda esperanza, misma que hoy aumenta con la presencia del CRIT Sonora.
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