miércoles, 7 de enero de 2009

GALILEO GALILEI :AÑO INTERNACIONAL DE LA ASTRONOMIA 2009

Tomado de http://www.astronomia2009.org.mx/iya.htm

Durante 2009 se celebrará el Año Internacional de la Astronomía 2009 -- AIA2009 (International Year of Astronomy 2009 -- IYA2009), el cual será una celebración mundial de la Astronomía y sus contribuciones a la ciencia y a la cultura, que estimulará el interés general no solamente sobre esta disciplina, sino sobre la ciencia en general. El AIA2009 celebra los avances fundamentales iniciados por Galileo hace 400 años al usar en 1609 el telescopio por vez primera para observaciones astronómicas. Con este magno evento se intenta señalar que la Astronomía es una actividad que unifica a los astrónomos en una gran familia internacional y multiculturaque trabaja creativamente para encontrar respuestas a algunas de las preguntas más fundamentales que se ha planteado la humanidad.

Galileo Galilei Según wikipedia Nació en Pisa, 15 de febrero de 1564 y falleciço en Florencia, 8 de enero de 1642, fue un astrónomo, filósofo, matemático y físico que estuvo relacionado estrechamente con la revolución científica. Eminente hombre del Renacimiento, mostró interés por casi todas las ciencias y artes (música, literatura, pintura). Sus logros incluyen la mejora del telescopio, gran variedad de observaciones astronómicas, la primera ley del movimiento y un apoyo determinante para el copernicanismo. Ha sido considerado como el "padre de la astronomía moderna", el "padre de la física moderna" y el "padre de la ciencia".
Su trabajo experimental es considerado complementario a los escritos de
Francis Bacon en el establecimiento del moderno método científico y su carrera científica es complementaria a la de Johannes Kepler. Su trabajo se considera una ruptura de las asentadas ideas aristotélicas y su enfrentamiento con la Iglesia Católica Romana suele tomarse como el mejor ejemplo de conflicto entre la autoridad y la libertad de pensamiento en la sociedad occidental.

23 años del fallecimiento de Juan Rulfo

Juan Rulfo nació en Acapulco, Jalisco, el 16 de mayo de 1917 y murió en Ciudad de México el 7 de enero de 1986.
Fue un escritor mexicano, perteneciente a la generación del 52. Es el autor de la novela Pedro Páramo, considerada por la crítica una de las obras maestras de la literatura universal, y de una colección de cuentos titulada El llano en llamas.

Juan Rulfo creció en el pequeño pueblo de San Gabriel, villa rural dominada por la superstición y el culto a los muertos, y sufrió allí las duras consecuencias de las luchas cristeras en su familia más cercana (su padre fue asesinado). Esos primeros años de su vida habrían de conformar en parte el universo desolado que Juan Rulfo recreó en su breve pero brillante obra.
En 1934 se trasladó a Ciudad de México, donde trabajó como agente de inmigración en la Secretaría de la Gobernación. A partir de 1938 empezó a viajar por algunas regiones del país en comisiones de servicio y publicó sus cuentos más relevantes en revistas literarias.
En los quince cuentos que integran El llano en llamas (1953), Juan Rulfo ofreció una primera sublimación literaria, a través de una prosa sucinta y expresiva, de la realidad de los campesinos de su tierra, en relatos que trascendían la pura anécdota social.
En su obra más conocida, Pedro Páramo (1955), Rulfo dio una forma más perfeccionada a dicho mecanismo de interiorización de la realidad de su país, en un universo donde cohabitan lo misterioso y lo real, y obtuvo la que se considera una de las mejores obras de la literatura iberoamericana contemporánea.

Texto completo del cuento ¡Diles que no me maten! de Juan Rulfo

-¡Diles que no me maten, Justino! Anda, vete a decirles eso. Que por caridad. Así diles. Diles que lo hagan por caridad.
-No puedo. Hay allí un sargento que no quiere oír hablar nada de ti.
-Haz que te oiga. Date tus mañas y dile que para sustos ya ha estado bueno. Dile que lo haga por caridad de Dios.
-No se trata de sustos. Parece que te van a matar de a de veras. Y yo ya no quiero volver allá.
-Anda otra vez. Solamente otra vez, a ver qué consigues.
-No. No tengo ganas de eso, yo soy tu hijo. Y si voy mucho con ellos, acabarán por saber quién soy y les dará por afusilarme a mí también. Es mejor dejar las cosas de este tamaño.
-Anda, Justino. Diles que tengan tantita lástima de mí. Nomás eso diles.
Justino apretó los dientes y movió la cabeza diciendo:
-No.
Y siguió sacudiendo la cabeza durante mucho rato.
Justino se levantó de la pila de piedras en que estaba sentado y caminó hasta la puerta del corral. Luego se dio vuelta para decir:
-Voy, pues. Pero si de perdida me afusilan a mí también, ¿quién cuidará de mi mujer y de los hijos?
-La Providencia, Justino. Ella se encargará de ellos. Ocúpate de ir allá y ver qué cosas haces por mí. Eso es lo que urge.
Lo habían traído de madrugada. Y ahora era ya entrada la mañana y él seguía todavía allí, amarrado a un horcón, esperando. No se podía estar quieto. Había hecho el intento de dormir un rato para apaciguarse, pero el sueño se le había ido. También se le había ido el hambre. No tenía ganas de nada. Sólo de vivir. Ahora que sabía bien a bien que lo iban a matar, le habían entrado unas ganas tan grandes de vivir como sólo las puede sentir un recién resucitado. Quién le iba a decir que volvería aquel asunto tan viejo, tan rancio, tan enterrado como creía que estaba. Aquel asunto de cuando tuvo que matar a don Lupe. No nada más por nomás, como quisieron hacerle ver los de Alima, sino porque tuvo sus razones. Él se acordaba:
Don Lupe Terreros, el dueño de la Puerta de Piedra, por más señas su compadre. Al que él, Juvencio Nava, tuvo que matar por eso; por ser el dueño de la Puerta de Piedra y que, siendo también su compadre, le negó el pasto para sus animales.
Primero se aguantó por puro compromiso. Pero después, cuando la sequía, en que vio cómo se le morían uno tras otro sus animales hostigados por el hambre y que su compadre don Lupe seguía negándole la yerba de sus potreros, entonces fue cuando se puso a romper la cerca y a arrear la bola de animales flacos hasta las paraneras para que se hartaran de comer. Y eso no le había gustado a don Lupe, que mandó tapar otra vez la cerca para que él, Juvencio Nava, le volviera a abrir otra vez el agujero. Así, de día se tapaba el agujero y de noche se volvía a abrir, mientras el ganado estaba allí, siempre pegado a la cerca, siempre esperando; aquel ganado suyo que antes nomás se vivía oliendo el pasto sin poder probarlo.
Y él y don Lupe alegaban y volvían a alegar sin llegar a ponerse de acuerdo. Hasta que una vez don Lupe le dijo:
-Mira, Juvencio, otro animal más que metas al potrero y te lo mato.
Y él contestó:
-Mire, don Lupe, yo no tengo la culpa de que los animales busquen su acomodo. Ellos son inocentes. Ahí se lo haiga si me los mata.
"Y me mató un novillo.
"Esto pasó hace treinta y cinco años, por marzo, porque ya en abril andaba yo en el monte, corriendo del exhorto. No me valieron ni las diez vacas que le di al juez, ni el embargo de mi casa para pagarle la salida de la cárcel. Todavía después, se pagaron con lo que quedaba nomás por no perseguirme, aunque de todos modos me perseguían. Por eso me vine a vivir junto con mi hijo a este otro terrenito que yo tenía y que se nombra Palo de Venado. Y mi hijo creció y se casó con la nuera Ignacia y tuvo ya ocho hijos. Así que la cosa ya va para viejo, y según eso debería estar olvidada. Pero, según eso, no lo está.
"Yo entonces calculé que con unos cien pesos quedaba arreglado todo. El difunto don Lupe era solo, solamente con su mujer y los dos muchachitos todavía de a gatas. Y la viuda pronto murió también dizque de pena. Y a los muchachitos se los llevaron lejos, donde unos parientes. Así que, por parte de ellos, no había que tener miedo.
"Pero los demás se atuvieron a que yo andaba exhortado y enjuiciado para asustarme y seguir robándome. Cada vez que llegaba alguien al pueblo me avisaban:
"-Por ahí andan unos fureños, Juvencio.
"Y yo echaba pal monte, entreverándome entre los madroños y pasándome los días comiendo verdolagas. A veces tenía que salir a la media noche, como si me fueran correteando los perros. Eso duró toda la vida . No fue un año ni dos. Fue toda la vida."
Y ahora habían ido por él, cuando no esperaba ya a nadie, confiado en el olvido en que lo tenía la gente; creyendo que al menos sus últimos días los pasaría tranquilos. "Al menos esto -pensó- conseguiré con estar viejo. Me dejarán en paz".
Se había dado a esta esperanza por entero. Por eso era que le costaba trabajo imaginar morir así, de repente, a estas alturas de su vida, después de tanto pelear para librarse de la muerte; de haberse pasado su mejor tiempo tirando de un lado para otro arrastrado por los sobresaltos y cuando su cuerpo había acabado por ser un puro pellejo correoso curtido por los malos días en que tuvo que andar escondiéndose de todos.
Por si acaso, ¿no había dejado hasta que se le fuera su mujer? Aquel día en que amaneció con la nueva de que su mujer se le había ido, ni siquiera le pasó por la cabeza la intención de salir a buscarla. Dejó que se fuera sin indagar para nada ni con quién ni para dónde, con tal de no bajar al pueblo. Dejó que se le fuera como se le había ido todo lo demás, sin meter las manos. Ya lo único que le quedaba para cuidar era la vida, y ésta la conservaría a como diera lugar. No podía dejar que lo mataran. No podía. Mucho menos ahora.
Pero para eso lo habían traído de allá, de Palo de Venado. No necesitaron amarrarlo para que los siguiera. Él anduvo solo, únicamente maniatado por el miedo. Ellos se dieron cuenta de que no podía correr con aquel cuerpo viejo, con aquellas piernas flacas como sicuas secas, acalambradas por el miedo de morir. Porque a eso iba. A morir. Se lo dijeron.
Desde entonces lo supo. Comenzó a sentir esa comezón en el estómago que le llegaba de pronto siempre que veía de cerca la muerte y que le sacaba el ansia por los ojos, y que le hinchaba la boca con aquellos buches de agua agria que tenía que tragarse sin querer. Y esa cosa que le hacía los pies pesados mientras su cabeza se le ablandaba y el corazón le pegaba con todas sus fuerzas en las costillas. No, no podía acostumbrarse a la idea de que lo mataran.
Tenía que haber alguna esperanza. En algún lugar podría aún quedar alguna esperanza. Tal vez ellos se hubieran equivocado. Quizá buscaban a otro Juvencio Nava y no al Juvencio Nava que era él.
Caminó entre aquellos hombres en silencio, con los brazos caídos. La madrugada era oscura, sin estrellas. El viento soplaba despacio, se llevaba la tierra seca y traía más, llena de ese olor como de orines que tiene el polvo de los caminos.
Sus ojos, que se habían apenuscado con los años, venían viendo la tierra, aquí, debajo de sus pies, a pesar de la oscuridad. Allí en la tierra estaba toda su vida. Sesenta años de vivir sobre de ella, de encerrarla entre sus manos, de haberla probado como se prueba el sabor de la carne. Se vino largo rato desmenuzándola con los ojos, saboreando cada pedazo como si fuera el último, sabiendo casi que sería el último.
Luego, como queriendo decir algo, miraba a los hombres que iban junto a él. Iba a decirles que lo soltaran, que lo dejaran que se fuera: "Yo no le he hecho daño a nadie, muchachos", iba a decirles, pero se quedaba callado. "Más adelantito se los diré", pensaba. Y sólo los veía. Podía hasta imaginar que eran sus amigos; pero no quería hacerlo. No lo eran. No sabía quiénes eran. Los veía a su lado ladeándose y agachándose de vez en cuando para ver por dónde seguía el camino.
Los había visto por primera vez al pardear de la tarde, en esa hora desteñida en que todo parece chamuscado. Habían atravesado los surcos pisando la milpa tierna. Y él había bajado a eso: a decirles que allí estaba comenzando a crecer la milpa. Pero ellos no se detuvieron.
Los había visto con tiempo. Siempre tuvo la suerte de ver con tiempo todo. Pudo haberse escondido, caminar unas cuantas horas por el cerro mientras ellos se iban y después volver a bajar. Al fin y al cabo la milpa no se lograría de ningún modo. Ya era tiempo de que hubieran venido las aguas y las aguas no aparecían y la milpa comenzaba a marchitarse. No tardaría en estar seca del todo.
Así que ni valía la pena de haber bajado; haberse metido entre aquellos hombres como en un agujero, para ya no volver a salir.
Y ahora seguía junto a ellos, aguantándose las ganas de decirles que lo soltaran. No les veía la cara; sólo veía los bultos que se repegaban o se separaban de él. De manera que cuando se puso a hablar, no supo si lo habían oído. Dijo:
-Yo nunca le he hecho daño a nadie -eso dijo. Pero nada cambió. Ninguno de los bultos pareció darse cuenta. Las caras no se volvieron a verlo. Siguieron igual, como si hubieran venido dormidos.
Entonces pensó que no tenía nada más que decir, que tendría que buscar la esperanza en algún otro lado. Dejó caer otra vez los brazos y entró en las primeras casas del pueblo en medio de aquellos cuatro hombres oscurecidos por el color negro de la noche.
-Mi coronel, aquí está el hombre.
Se habían detenido delante del boquete de la puerta. Él, con el sombrero en la mano, por respeto, esperando ver salir a alguien. Pero sólo salió la voz:
-¿Cuál hombre? -preguntaron.
-El de Palo de Venado, mi coronel. El que usted nos mandó a traer.
-Pregúntale que si ha vivido alguna vez en Alima -volvió a decir la voz de allá adentro.
-¡Ey, tú! ¿Que si has habitado en Alima? -repitió la pregunta el sargento que estaba frente a él.
-Sí. Dile al coronel que de allá mismo soy. Y que allí he vivido hasta hace poco.
-Pregúntale que si conoció a Guadalupe Terreros.
-Que dizque si conociste a Guadalupe Terreros.
-¿A don Lupe? Sí. Dile que sí lo conocí. Ya murió.
Entonces la voz de allá adentro cambió de tono:
-Ya sé que murió -dijo-. Y siguió hablando como si platicara con alguien allá, al otro lado de la pared de carrizos:
-Guadalupe Terreros era mi padre. Cuando crecí y lo busqué me dijeron que estaba muerto. Es algo difícil crecer sabiendo que la cosa de donde podemos agarrarnos para enraizar está muerta. Con nosotros, eso pasó.
"Luego supe que lo habían matado a machetazos, clavándole después una pica de buey en el estómago. Me contaron que duró más de dos días perdido y que, cuando lo encontraron tirado en un arroyo, todavía estaba agonizando y pidiendo el encargo de que le cuidaran a su familia.
"Esto, con el tiempo, parece olvidarse. Uno trata de olvidarlo. Lo que no se olvida es llegar a saber que el que hizo aquello está aún vivo, alimentando su alma podrida con la ilusión de la vida eterna. No podría perdonar a ése, aunque no lo conozco; pero el hecho de que se haya puesto en el lugar donde yo sé que está, me da ánimos para acabar con él. No puedo perdonarle que siga viviendo. No debía haber nacido nunca".
Desde acá, desde fuera, se oyó bien claro cuando dijo. Después ordenó:
-¡Llévenselo y amárrenlo un rato, para que padezca, y luego fusílenlo!
-¡Mírame, coronel! -pidió él-. Ya no valgo nada. No tardaré en morirme solito, derrengado de viejo. ¡No me mates...!
-¡Llévenselo! -volvió a decir la voz de adentro.
-...Ya he pagado, coronel. He pagado muchas veces. Todo me lo quitaron. Me castigaron de muchos modos. Me he pasado cosa de cuarenta años escondido como un apestado, siempre con el pálpito de que en cualquier rato me matarían. No merezco morir así, coronel. Déjame que, al menos, el Señor me perdone. ¡No me mates! ¡Diles que no me maten!.
Estaba allí, como si lo hubieran golpeado, sacudiendo su sombrero contra la tierra. Gritando.
En seguida la voz de allá adentro dijo:
-Amárrenlo y denle algo de beber hasta que se emborrache para que no le duelan los tiros.
Ahora, por fin, se había apaciguado. Estaba allí arrinconado al pie del horcón. Había venido su hijo Justino y su hijo Justino se había ido y había vuelto y ahora otra vez venía.
Lo echó encima del burro. Lo apretaló bien apretado al aparejo para que no se fuese a caer por el camino. Le metió su cabeza dentro de un costal para que no diera mala impresión. Y luego le hizo pelos al burro y se fueron, arrebiatados, de prisa, para llegar a Palo de Venado todavía con tiempo para arreglar el velorio del difunto.
-Tu nuera y los nietos te extrañarán -iba diciéndole-. Te mirarán a la cara y creerán que no eres tú. Se les afigurará que te ha comido el coyote cuando te vean con esa cara tan llena de boquetes por tanto tiro de gracia como te dieron.

FIN

El Blog de Fred Alvarez: Miedo en Creel, Chihuahua

PUEDES VISITAR EL BLOG DE FRED ALVAREZ EN http://fredalvarez.blogspot.com/

Miedo en Creel, Chihuahua
"¿Miedo? Pero si ya nos mataron..."/ ReportajeMARCELA TURATI

Publicado en la revista Proceso (www.proceso.com.mx), 1679, 4 de enero de 2009:

Con el aumento de los asesinatos en el estado de Chihuahua, el miedo se adueña de la población y el turismo se aleja. Sólo un ejemplo es el pueblo de Creel, en la Sierra Tarahumara, donde 12 jóvenesy un bebé fueron asesinados por sicarios de La Línea en agosto pasado. Pero aquí, por pura supervivencia, los familiares de las víctimas decidieron organizarse para presionar a las autoridades, protestar contra la violencia e investigar por su cuenta. No tienen miedo, afirman, porque los sicarios les hicieron cuanto daño era posible el día de la matanza.CREEL, CHIH.- Al terminar la misa, una mujer se acerca al sacerdote Javier Ávila (SJ), lo abraza y le dice preocupada: "Padre, cuídese, tengo miedo de que le pase algo". Una pareja le pregunta nerviosa lo mismo que escuchará todo ese domingo: "Padre, ¿cuándo balearon la iglesia?". Él se ríe y dice que los hoyos de la fachada del templo fueron causados por clavos, no por balas.Desde el 16 de agosto pasado, cuando un comando a bordo de tres camionetas Suburban entró al pueblo y asesinó a 12 jóvenes y un bebé, para salir después por la calle principal sin que nadie lo detuviera, la calma huyó de este pueblo serrano.En las noches Creel parece desierto. Desde que oscurece, la gente se encierra en sus casas y corre las cortinas. No hay fiesta en los hoteles ni turistas buscando diversión, ni carros manejados por sombrerudos con música norteña a todo vuelo, como antes. Sólo se oye el concierto de ladridos, a veces interrumpido por camionetas que pasan veloces o por tiroteos. Los últimos, el 23 y 26 de diciembre, dejaron un muerto y un herido.Cada tanto circulan rumores desbocados: que si fue baleada la iglesia, que si los narcos regresarán a rafaguear las escuelas con todo y alumnos, que si en el Lago de Ararareko apareció una camiseta con los nombres de los próximos ejecutados. PARA SEGUIR LEYENDO DA CLICK AQUI

EL DIVAN: VOTAR Y SER VOTADO O LAS GANAS DE SER ALGUIEN…

VOTAR Y SER VOTADO O LAS GANAS DE SER ALGUIEN…

MIGUEL ANGEL AVILES.



Ser alguien en la vida es una aspiración personal legítima. El valor que le des a tus logros depende de cada proyecto personal. Algunos desean ser grandes médicos, otros magnos ingenieros, estupendos abogados, exitosos comerciantes, galardonados artistas, aclamados cantantes, excelsos albañiles, valerosos toreros, encumbrados agricultores o laureado futbolista.
Otros en cambio, prefieren dedicarse toda su vida a la política, ese arte moderno de negociar para si mismo o para el partido al que pertenece.
Abandonan un oficio o recuestan su profesión en la pared o dejan para mejores tiempos su empleo común y cuando menos esperamos ya andan convertidos en un prospecto como legislador o en un consolidado republicano.
Después de esto no los para nadie. Ponen sus ojos en una meta electoral y tan pronto concluye esta, ya los tienen puestos en la otra.
Carajo.
Los que no, seguramente hemos equivocado el rumbo y tendremos que conformarnos con el ingreso del trabajo propio o la remuneración como consecuencia de la prestación de nuestros servicios.
Los que sí, se envuelven en la creencia indestructible de que el proceso electoral es el único sendero para ofrendar kilos y mas kilos de productividad a México(o a Sonora en este caso) y piensan que los que no barbechamos ese camino estamos equivocando el rumbo o en todo caso con lo único que nos encontraremos es con un panorama marginal o con un proyecto de vida, según ellos, bastante raro.
No hay otro mundo pues, que aquel que brindan las precampañas, las campañas, los procesos electorales, las urnas, el recuento, el escaño, el lucimiento, el confort y luego, ya agarrándole saborcito, la adicción por esas compulsivas ganas de votar y ser votado.
En eso se basan y se edifican sus ganas de ser alguien. En esas metas redundarán sus vidas.
Muy legítimo. Tanto, que cualquiera puede formarse en esta casta de tesoneros políticos, sin importar cual sea tu IQ. O las habilidades cognitivas que se tengan (por decirlo de una manera eufemística).
Este año aquí en Sonora, la efervescencia saltará aún mas , como saltan las palomitas de maíz, pero, desde hace un par, el desboque de las ansías colectivas creó un escenario que pone en evidencia, sí las aspiraciones partidistas o de un partido, entendidos estos como unidades organizativas a las que se les reconoce el derecho de participar en un proceso de elección política por medio de la presentación de candidatos y programas de acción o gobierno, pero sobre todo pone en evidencia las pretensiones personales de alguien que ha visto en esto de las elecciones su designio personal.
Y en ese marco lucha contra sus adversarios políticos del partido contrario, pero también lo hace contra quienes se suponen son sus correligionarios a tal grado que esto se convierte en una batalla campal de sálvese quien pueda.
A efecto de limitar la contrariedad aquí planteada, asomémonos a la competencia electoral de Sonora y percatémonos que la relación adversarial entre un partido y otro, no es la gran batalla si comparamos con la que viven los precandidatos al interior de su propio partido.
Es una lucha ruda. Es, digamos, como una violencia intrafamiliar.
Se dicen ser afines porque comparten en apariencia una doctrina partidista pero en el fondo lo que comparten-y no lo quisieran así-es su afán, su ambición por querer ser el elegido por su partido y después por el voto de la mayoría ciudadana.
En el PRI, por ejemplo, se quiere vivir una aparente unidad mientras que en los hechos, insinuante o en forma descarada las agresiones están al por mayor entre los precandidatos a Gobernador del Estado. Elías Serrano y su gente le tupen a Gándara y él, aunque más sutilmente no se queda atrás y también atiza. Antonio Astiazaran, aunque ya autodescartado, se mete al ruedo y no deja de meter sus manos en el pleito. Roberto Rubial, por obvias razones finge neutralidad pero lanza una estocada cuando los tiempos se lo permiten. Guillermo Hopkins Gamez ni se diga: nomás tiene tiempo y se abalanza en contra de sus rivales y así.
En el terreno Municipal, sin que la escaramuza sea tan evidente, es obvio que Claudia Pavlovich, la hija de Doña Alicia Arellano de Pavlovich, ya agarró sus alforjas y prefirió tomar su propio rumbo en contraposición a Manuel Ignacio Acosta y Epifanio Salido quienes también buscan la misma silla, pero sólo tiene cabida para una sola persona. Aquí parece que la primera ya les tomó la delantera, por lo que los otros tendrán que mirar para otro lado y abrazarse a la ilusión de una silla federal que no esté tan disputada, pero sobre todo que les asegure que será suya por tres.
En este entorno no pasemos por alto que el factor Manlio Fabio Beltrones (versus Eduardo Bours) activará a sus criaturas y se disputará con todo los espacios que a él le interesen para presentes y futuros propósitos y que tal como se ve, son muchos.
En otros feudos electorales la cosa no es distinta y, bragados, andan dándose con lo que se pueda doblar al contrincante.
El PAN no se distingue: Dolores del Río, Guillermo Padrés y el Chito Díaz en torno a la gobernatura y Serrato Castell, Javier Gándara, Héctor Larios y Luís Rodríguez en torno a la presidencia Municipal de Hermosillo se pueden dar una abrazo apretado en público, pero tan pronto se retiran a sus propias esquinas vienen los salivazos, cual camaleones, en busca de contaminar con su ponzoña al rival y dejarlo paralizado fuera de la jugada.
Los del PRD no son la otra cosa. Javier Lamarque Cano, aun con lo limitado y escasamente carismático que es, viene y como si no le debiera una explicación a su partido por la elección presidencial de 2006, muy campante, diríamos que con infinita desvergüenza se destapa como candidato a la gobernatura tratando de madrugar no a sus rivales de los otros partidos, sino para debilitar a quien competirá contra él al interior de su propio organismo político.
Carlos Navarro no está guarecido en el DF porque sea muy cumplidor en sus tareas legislativas, sino porque está esperando los momentos oportunos para dar los manazos que se pueda a su rival interno.
Petra Santos por su parte, quien no es propiamente una mujer de lealtades y de noble corazón, poco lo pensará para darle una puñalada por la espalda al que se le interponga en el camino de sus aspiraciones.
Eso, dicen, no es malo. Porque Ser alguien en la vida es una aspiración personal legítima y para alcanzar la maquinación todo es válido y todo se justifica.
Por esa ruta han querido ir toda vez que quieren llegar, basado en sus trapacerías, a la meta de su vida: ser exitosos políticos no a partir de su intelecto estadista o talentos por el estilo, sino derivado de su competencia callejera que los catapulte al escaño que ahora buscan, sea a través del partido que por años lo ha acogido o puede que por el primero que lo cache y le ofrezca la oportunidad de seguir cultivando ese éxito que la vida les ha brindado.
¿Quién se debe a quien? ¿El candidato se debe al partido o el partido se debe al candidato?
¿En que etapa de la barbarie política estamos? ¿Es esto una legítima manera de triunfar en este habitad social? ¿En verdad es esto lo políticamente correcto?
Para nada harán una retrospectiva de su quehacer público en su actual escaño ni se dignarán en hacer un balance y una autocrítica de su paso por esa representación popular. Y es que el hacerlo y actuar en consecuencia sobre los resultados de esta auscultación propia muchos habrían de abandonar esta afición política y ahora si se tendrían que poner a trabajar.
En fin: que manera de aquilatar las dimensiones de una vida.
Cuantas ganas de ser alguien, carajo, cuantas.

Entrada destacada

 Poesía Palabras para descifrar el laberinto del silencio.  Sylvia Manríquez