martes, 10 de enero de 2012

MÉXICO: Asesinado el periodista Raúl Régulo Garza Quirino

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09.01.2012 20:50

Reporteros Sin Fronteras condena el asesinato de Raúl Régulo Garza Quirino, colaborador del semanario La Última Palabra, acribillado a balazos el 6 de enero, en Cadereyta (Nuevo León), zona controlada por el grupo criminal Los Zetas.


Varios hombres armados persiguieron al periodista hasta las inmediaciones de su domicilio y le asesinaron cuando intentaba refugiarse en un taller mecánico. En el lugar de los hechos se encontraron 16 casquillos de bala. Los peritos todavía no han establecido el móvil del crimen.


Tras un 2011 particularmente macabro para el gremio periodístico, Reporteros Sin Fronteras espera que el país adopte las medidas necesarias para luchar contra la impunidad y que en 2012 no se alcance la simbólica cifra de 100 periodistas asesinados en una década. En los últimos diez años, 80 periodistas han sido asesinados en México y 14 han desaparecido.

“La buena voluntad expresada por la Fiscalía Especial para la Atención de Delitos cometidos contra la Libertad de Expresión (FEADLE) y su fiscal, Gustavo Salas Chávez, debe traducirse lo más rápido posible en el fortalecimiento de su administración y en la urgente clarificación del dominio de jurisdicción de los expedientes. Si la federalización de los crímenes y ataques contra el derecho de informar, adoptada por la Cámara de Diputados el 11 de noviembre de 2011, recibe pronto la aprobación del Senado, deberán confiarse a la FEADLE todas las investigaciones con los medios adecuados”, considera Reporteros Sin Fronteras.


Jaime Sabines





No es que muera de amor, muero de ti.

Muero de ti, amor, de amor de ti,
de urgencia mía de mi piel de ti,
de mi alma de ti y de mi boca
y del insoportable que yo soy sin ti.

Muero de ti y de mí, muero de ambos,
de nosotros, de ese,
desgarrado, partido,
me muero, te muero, lo morimos.

Morimos en mi cuarto en que estoy solo,
en mi cama en que faltas,
en la calle donde mi brazo va vacío,
en el cine y los parques, los tranvías,
los lugares donde mi hombro acostumbra tu cabeza
y mi mano tu mano
y todo yo te sé como yo mismo.

Morimos en el sitio que le he prestado al aire
para que estés fuera de mí,
y en el lugar en que el aire se acaba
cuando te echo mi piel encima
y nos conocemos en nosotros, separados del mundo,
dichosa, penetrada, y cierto, interminable.

Morimos, lo sabemos, lo ignoran, nos morimos
entre los dos, ahora, separados,
del uno al otro, diariamente,
cayéndonos en múltiples estatuas,
en gestos que no vemos,
en nuestras manos que nos necesitan.

Nos morimos, amor, muero en tu vientre
que no muerdo ni beso,
en tus muslos dulcísimos y vivos,
en tu carne sin fin, muero de máscaras,
de triángulos obscuros e incesantes.
Muero de mi cuerpo y de tu cuerpo,
de nuestra muerte, amor, muero, morimos.
En el pozo de amor a todas horas,
inconsolable, a gritos,
dentro de mí, quiero decir, te llamo,
te llaman los que nacen, los que vienen
de atrás, de ti, los que a ti llegan.
Nos morimos, amor, y nada hacemos
sino morirnos más, hora tras hora,
y escribirnos y hablarnos y morirnos.


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