lunes, 7 de enero de 2013

JUAN RULFO (16 mayo 1917 - 7 enero 1986)

  Novelista y cuentista mexicano, nacido en Jalisco, escenario de la guerra cristera (1926-1929) que habría de influir mucho en su vida y en su obra. Escribe El llano en llamas (cuentos, 1953) y Pedro Páramo (novela, 1955), traducidas a todos los idiomas. Cumple oficios diversos, hace guiones de cine (El gallo de oro, 1964; La fórmula secreta, 1965…), magníficas fotografías. Varios premios, entre ellos el Príncipe de Asturias, 1983. Simplificando, su obra se ha etiquetado como realismo mágico o estereotipado como indigenista. Emparentado con la tradición de la literatura de la Revolución Mexicana (Azuela, Guzmán, Muñoz), luego Revueltas (1943), o Yáñez (1947), la fractura con un nuevo lenguaje y una forma inigualables, creando a Comala, devastada por la violencia y habitada sólo por almas en pena. Monsiváis sintetiza: "En nuestra cultura nacional Juan Rulfo ha sido un intérprete absolutamente confiable… de la lógica íntima, los modos de ser, el sentido idiomático, la poesía secreta y pública de los pueblos y las comunidades campesinas, mantenidas en la marginalidad y el olvido…". Para Borges, "Pedro Páramo es una de las mejores novelas de la literatura de lengua hispánica, y aún de la literatura". Murió en la ciudad de México en 1986. 

" Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo. Mi madre me lo dijo. Y yo le prometí que vendría a verlo en cuanto ella muriera. Le apreté sus manos en señal de que lo haría; pues ella estaba por morirse y yo en un plan de prometerlo todo. No dejes de ir a visitarlo -me recomendó-. Se llama de este modo y de este otro. Estoy segura de que le dará gusto conocerte. Entonces no pude hacer otra cosa sino decirle que así lo haría, y de tanto decírselo se lo seguí diciendo después que a mis manos les costó trabajo zafarse de sus manos muertas.
(...)
Yo imaginaba ver aquello a través de los recuerdos de mi madre; de su nostalgia, entre retazos de suspiros. Siempre vivió ella suspirando por Comala, por el retorno; pero jamás volvió. Traigo los ojos con que ella miró estas cosas.
(...)
Me enterraron en tu misma sepultura y cupe muy bien en el hueco de tus brazos. Aquí en este rincón donde me tienes ahora. Sólo se me ocurre que debería ser yo la que te tuviera abrazado a ti. ¿Oyes?. Allá afuera está lloviendo.
(...)
Tengo la boca llena de ti, de tu boca. Tus labios apretados, duros como si mordieran oprimidos mis labios... Trago saliva espumosa; mastico terrones plagados de gusanos que se me anudan en la garganta y raspan la pared del paladar... Mi boca se hunde, retorciéndose en muecas, perforada por los dientes que la taladran y devoran. La nariz se reblandece. La gelatina de los ojos se derrite. Los cabellos arden en una sola llamarada.
"


TOMADO DE: El Poder de la Palabra
epdlp.com

Sin ficción


La letra desobediente / Braulio Peralta 

El periodismo avanza si la crónica es la reina de la realidad. Pero no estoy seguro que avance. Prolifera, eso sí, la opinión en diarios. Con la radio y televisión casi no contamos. Y escasea la crónica sobre los acontecimientos más relevantes de la vida nacional. Aunque hay casos de microhistorias cronicadas, de gran nivel, no hay espacio para los periodistas que en los últimos años se han acercado a las revistas o la publicación de libros para contar sus historias.
Es en el mercado editorial donde abundan libros de periodismo. Demasiados, diría. Malos, la mayoría. Excepcionales solo algunos, sobre todo, por estar bien escritos. El escándalo vende más, pero no es garantía de pulcritud escritural. Eso sí: publicar un libro de periodismo brinda la oportunidad de darse a conocer. Lydia Cacho se hizo famosa con Los demonios del edén. O Anabel Hernández, con Los señores del narco.
La crónica tiene una larga historia en el periodismo. Es imprescindible el libro de Carlos Monsiváis, Antología de la Crónica en México, básico en escuelas. O La noche de Tlatelolco, de Elena Poniatowska. Sin esos libros no entenderíamos la revitalización de un género mayor que se ha venido impulsando con fuerza, independientemente de que sean escritores o periodistas los que cronican la realidad.
Hay dos libros de crónicas importantes que se publicaron en 2012: Jorge Carrión con Mejor que ficción, y Darío Jaramillo Agudelo con Antología de la crónica latinoamericana actual. Los dos son complementarios. Son disparejos, sobre todo por las ausencias de periodistas empecinados en escribir bien y con contenidos sin ficción. Por ejemplo: una gran ausente en esos libros es Magali Tercero, cronista de primer nivel, autora de Cuando llegaron los bárbaros.
Los libros de crónicas son necesarios para la comprensión de un país. Y la crónica, más que un lujo, es un género vital en el periodismo. Habría que hacer una antología actual de la crónica en México. La actualidad que vivimos amerita un libro así, con los periodistas y temas recurrentes sobre la realidad, como Diego Enrique Osorno, Marcela Turati, Héctor de Mauleón, Froylán Enciso, Fernando del Collado…¿Quién más?
La crónica vive su mayoría de edad. No hay duda: es el documento oficial de la historia. Ojalá el diarismo apoye más este género que requiere de espacio para su mejor desarrollo.

¡Abrazos!

¡De vuelta!! Felicidad, salud y esperanza este 2013, para todos y todas!!!
Ëxito amigos-as. Se les quiere!!! Muchos abrazos!!!

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