La letra desobediente
Braulio Peralta
17/03/2014
Octavio Paz vivió sus años de infancia al lado del abuelo, Ireneo Paz
Flores (1836-1924): abogado, novelista, poeta y porfirista. Dueño del
diario La Patria Ilustrada, enemigo del periodista Santiago
Sierra —hermano de don Justo Sierra—, a quien con un balazo acabó con su
vida, en un duelo a muerte en los campos de Tlalnepantla.
En el periódico del abuelo, se lee:
“Tuvo
esta mañana su primer alumbramiento la esposa del licenciado Octavio
Paz, hijo de nuestro director dando luz a un robusto infante. Mucho le
celebramos, y que sea para bien de la familia
y de la patria, que contarán con un nuevo defensor de la autonomía”.
y de la patria, que contarán con un nuevo defensor de la autonomía”.
Era
31 de marzo de 1914: celebramos el centenario de aquel alumbramiento.
Si su abuelo fue porfirista, su padre se convirtió al zapatismo,
mientras su madre, Josefina Lozano, andaluza, cuidaba a su primogénito
en el Barrio de Mixcoac. El poeta recuerda en entrevista con Napoleón
Rodríguez:
“Conocí a mi abuelo y el recuerdo que tengo de él es el
de un hombre muy bondadoso, tierno y de gran afición por las armas de
fuego y la práctica de florete. Pero más que afición por las armas,
tenía afición por los libros. Tengo su imagen bien grabada: un hombre
delgado, de estatura media, rostro mestizo, bromista, irónico, alerta a
todo, crítico, estricto pero cariñoso.”
Ireneo Paz fue el primero
en publicar en su diario, en 1889, las calaveras catrinas de José
Guadalupe Posada —de quien acabamos de recordar su centenario—.
Para
cuando Paz nació, la casa del abuelo se desmoronaba. Del frontón, dos
kioskos, amplios jardines, alberca, mesa de billar y una capilla
—escribe Rogelio Vizcaíno—, “el año que nació Octavio la casa ya estaba
estropeada: el antiguo régimen se había derrumbado y la familia
empobrecido”.
No es gratuito leer en el libro del abuelo, Algunas campañas, donde escribe de Díaz:
“Le
quise mucho y admiré sus buenas cualidades, pero no estuve ciego para
ver que sobre el inestable beneficio de la paz idiota que pudo
proporcionarnos, acabó con el prestigio de las instituciones
democráticas, dándonos una República de puro nombre. Así lo
comprendieron todos los liberales, pero ninguno se atrevió a
decírselo…”.
El poeta de quien festejamos su centenario de nacimiento escribió en un poema:
Mi abuelo, al tomar café,
Me hablaba de Juárez y de Porfirio,
Los zuavos y los platea-dos,
Y el mantel olía a pólvora…
Ese fue el abuelo de Paz.
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