miércoles, 25 de marzo de 2009

El doctorado del vivir sólo se alcanza en la ancianidad. Emma Godoy

El 25 de Marzo de 1918 nació la filosofa y escritora mexicana Emma Godoy, quien destacó también como académica y luchadora social en favor de los adultos mayores. A ella se debe la fundación del INSEN, hoy conocido como INAPAM. Murió en la ciudad de México, el 30 de julio de 1989. Recibió numerosos homenajes y premios, entre ellos: el Ibero-American Novel Award 1962, concedido por The William Faulkner Foundation, de la Universidad de Virginia, en los Estados Unidos, por su novela Érase un hombre pentafácico; el Premio Internacional Sophia (1979), otorgado por el Ateneo Mexicano de Filosofía y el Premio Ocho Columnas, de la Universidad Autónoma de Guadalajara. Fue asesora de la Sociedad Mexicana de Filosofía, fundada por José Vasconcelos, y de la Facultad de Filosofía , de la Universidad Autónoma de Guadalajara; presidenta honoraria del Ateneo Filosófico, fundado por la Universidad Panamericana, y miembro de la Academia Internacional de Filosofía del Arte, con sede en Suiza.

La abandonada (Gabriela Mistral)
A Emma Godoy
Ahora voy a aprenderme
el país de la acedía,
y a desaprender tu amor
que era la sola lengua mía,
como río que olvidase
lecho, corriente y orillas.

¿Por qué trajiste tesoros
si el olvido no acarrearías?
Todo me sobra y yo me sobro
como traje de fiesta para fiesta no habida;
¡tanto, Dios mío, que me sobra
mi vida desde el primer día!

Denme ahora las palabras
que no me dio la nodriza.
Las balbucearé demente
de la sílaba a la sílaba:
palabra "expolio", palabra "nada",
y palabra "postrimería",
¡aunque se tuerzan en mi boca
como las víboras mordidas!

Me he sentado a mitad de la Tierra,
amor mío, a mitad de la vida,
a abrir mis venas y mi pecho,
a mondarme en granada viva,
y a romper la caoba roja
de mis huesos que te querían.

Estoy quemando lo que tuvimos:
los anchos muros, las altas vigas,
descuajando una por una
las doce puertas que abrías
y cegando a golpes de hacha
el aljibe de la alegría.

Voy a esparcir, voleada,
la cosecha ayer cogida,
a vaciar odres de vino
y a soltar aves cautivas;
a romper como mi cuerpo
los miembros de la "masía"
y a medir con brazos altos
la parva de las cenizas.

¡Cómo duele, cómo cuesta,
cómo eran las cosas divinas,
y no quieren morir, y se quejan muriendo,
y abren sus entrañas vívidas!
Los leños entienden y hablan,
el vino empinándose mira
y la banda de pájaros sube
torpe y rota como neblina.

Venga el viento, arda mi casa
mejor que bosque de resinas;
caigan rojos y sesgados
el molino y la torre madrina.
¡Mi noche, apurada del fuego,
mi pobre noche no llegue al día!

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El 25 de Marzo de 1926. Nació el poeta chiapaneco Jaime Sabines, uno de los autores hispanoamericanos más populares de la segunda mitad del siglo XX. Falleció el 19 de marzo de 1999. Antes de dedicarse al estudio de las letras, cursó tres años de la carrera de medicina. Licenciado en lengua y literatura españolas por la Universidad Nacional Autónoma de México e hizo estudios de posgrado en la misma institución. Después de radicar en la ciudad de México durante el período en su formación académica, regresó a Chiapas para dedicarse a la actividad comercial entre 1952 y 1959. Fue becario especial del Centro Mexicano de Escritores de 1964 a 1965 y en este último año formó parte del jurado del premio Casa de las Américas. Además de la actividad literaria, incursionó en el ámbito político al ser diputado federal por Chiapas de 1976 a 1979 y por el Distrito Federal en 1988. Fue galardonado con el Premio Chiapas (1959), el Xavier Villaurrutia (1972), el Elías Sourasky (1982) y el Nacional de Letras (1983).
Entre sus obras, además de los poemínimos y otras muchas colecciones, destaca Horal, libro que contiene el poema 'Los amorosos', uno de los más conocidos de la poesía mexicana.


LOS AMOROSOS

Los amorosos callan.
El amor es el silencio más fino,
el más tembloroso, el más insoportable.
Los amorosos buscan,
los amorosos son los que abandonan,
son los que cambian, los que olvidan.
su corazón les dice que nunca han de encontrar,
no encuentran, buscan.
Los amorosos andan como locos
porque están solos, solos, solos,
entregándose, dándose a cada rato,
llorando porque no salvan al amor.
Les preocupa el amor. Los amorosos
viven al día, no pueden hacer más, no saben.
Siempre se están yendo,
siempre, hacia alguna parte.
Esperan,
no esperan nada, pero esperan.
Saben que nunca han de encontrar.
El amor es la prórroga perpetua,
siempre el paso siguiente, el otro, el otro.
Los amorosos son los insaciables,
los que siempre -¡que bueno!- han de estar solos.
Los amorosos son la hiedra del cuento.
Tienen serpientes en lugar de brazos.
las venas del cuello se les hinchan
también como serpientes para asfixiarlos.
Los amorosos no pueden dormir
porque si se duermen se los comen los gusanos.
En la obscuridad abren los ojos
y les cae en ellos el espanto.
Encuentran alacranes bajo la sábana
y su cama flota como sobre un lago.
Los amorosos son locos, sólo locos,
sin Dios y sin diablo.
Los amorosos salen de sus cuevas
temblorosos, hambrientos,
a cazar fantasmas.
Se ríen de las gentes que lo saben todo,
de las que aman a perpetuidad, verídicamente,
de las que creen en el amor como en una lámpara de
inagotable aceite.
Los amorosos juegan a coger el agua,
a tatuar el humo, a no irse.
Juegan el largo, el triste juego del amor.
Nadie ha de resignarse.
Dicen que nadie ha de resignarse.
Los amorosos se avergüenzan de toda conformación.
Vacíos, pero vacíos de una a otra costilla,
la muerte les fermenta detrás de los ojos,
y ellos caminan, lloran hasta la madrugada
en que trenes y gallos se despiden dolorosamente.
Les llega a veces un olor a tierra recién nacida,
a mujeres que duermen con la mano en el sexo,
complacidas,
a arroyos de agua tierna y a cocinas.
Los amorosos se ponen a cantar entre labios
una canción no aprendida.
Y se van llorando, llorando
la hermosa vida.

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