Columna “Voltear la hoja”
Por Sylvia
Teresa Manríquez
I’m dreamer…
La encontré en la línea que divide los dos países, su rostro joven
mostraba el desencanto, preocupación y
coraje que estaba sintiendo.
Yo no estoy aquí porque quiero… No… - me dijo – me trajeron desde muy
niña, yo ni idea tenía de lo que pasaba…
Sabía de las deportaciones pero nunca creí que me tocaría. Como ya estoy
estudiando el “college” y trabajando, no creí que a mí me tocaría... No sé qué
haré… A mi mamá la deportaron antes, no sé qué vamos a hacer…
Me dicen dreamer pero ¿quién no es dreamer? ¿Quién no tiene sueños?
No quiero imaginarme que tendré que vivir en un país donde ya nadie
sueña…
Este fragmento de cuento me hace voltear hacia las y
los jóvenes llamados “dreamers”, muchos se están viendo forzados a cambiar su
vida, quizá por segunda o tercera ocasión.
Tienen
que regresar a la tierra de origen donde ya no son reconocidos como hijos e
hijas, sin hablar correctamente su lengua materna ni compartir costumbres.
Sin
ser comprendidos pero sí criticados, señalados.
Hace
unos días escuché a un periodista en televisión. En apenas un centenar de
palabras hizo un análisis con el que desacuerdo.
Entre
otras cosas se aventuró a decir que los dreamers
deportados vendrán a ocupar campos en las universidades que deberían ser
para las y los jóvenes que han vivido siempre en México.
Creo
que el periodismo debe practicarse con responsabilidad para no desinformar.
Cierto
es que México tiene un serio problema con los llamados ninis, jóvenes que no encuentran trabajo ni cupo de primer
ingreso en escuelas de educación media y superior, porque faltan más y mejores oportunidades para
ellos.
Cierto
es también que las y los dreamers no
vendrán a quitarles esas oportunidades. Ellas y ellos ya están estudiando, requieren
la revalidación de estudios y continuar con una carrera iniciada en otro país,
cosa que se advierte difícil pero no injusta, o quizá injusta para ellos mismos
que obligadamente cambian su vida.
La
situación que nos toca vivir requiere sensatez para ser interpretada y
compartida en los medios. No se vale
crear más espacios para la separación y la desinformación.
Lo
sabemos las y los ciudadanos que hemos sido testigos de conflictos que dejan a
las comunidades dolidas y separadas.
Los
dreamers fueron llamados así por el
congreso estadounidense en alusión a un proyecto de ley que brindaba
alternativas a pesar de su estatus como ilegales. Niñas, niños y jóvenes
indocumentados que han pasado casi toda
su vida en los Estados Unidos, trabajando, estudiando, aunque por esto mismo se
identifican más como estadounidenses.
Además,
sus remesas sostienen una parte
importante de la economía mexicana, algo de lo que se habla poco, y
curiosamente las y los dreamers también
aportan al país que los margina, lo que me hace pensar en la migración como el
fenómeno humano que es.
Porque
¿Cómo se imaginan la vida de una niña que tiene que vivir en la incertidumbre y
el miedo al mismo tiempo que se tramita la vida, la sobreviviencia?
Pienso
que debemos cambiar el discurso, los dreamers
son sobrevivientes, no enemigos ni extranjeros y están ya tocando de
retorno a nuestra puerta.
¿Los
dejaremos entrar o haremos que entren a la fuerza?
Postdata:
Agradezco al maestro Rafael Amor que desde España nos deja un mensaje empático
sobre la problemática mundial de ser expulsados de la patria, algo que él mismo
conoce bien. El agradecimiento para el autor de “No me llames extranjero” por
legar a la humanidad canciones que son himnos.
@SylviaT Correo:
sylvia283@hotmail.com