La letra desobediente
Braulio Peralta
2010-11-08•Tendencias
Nací donde el silencio es la entrada a un pozo de oscuridad. Hoy ya no tengo rostro, no tengo patria: estoy fuera del mundo…
¿Alguien podrá escucharme?
Acá, donde los aztecas llegaron a dominar las huastecas a punta de pedernal. Donde luego los españoles, en persona de fray Junípero Serra y su cruz destruyeron lo que quedaba de nuestras construcciones y, encima, levantaron la iglesia de su religión, con arcilla, barro, piedra cantera y concha molida.
Nacimos de sangre sobre sangre. De aquí, pues: de Temapache, donde la vegetación oculta los crímenes por siglos.
Habito en la cúpula mayor, desde donde puedo contemplar el horizonte, hacia el mar, o al norte, rumbo al ferrocarril que alguna vez conducía hacia el otro lado: la nueva tierra prometida. Por aquí pasan los que no alcanzan a llegar a ninguna parte. Gente que desea un destino superior. Los que van tras la esperanza: cabizbajos, como una vela que llora: ocultos por sombras en que se funden el día y la noche.
Son los invisibles. Los sin nombre; porque igual pueden ser usted, y usted, y usted…
Ya no los lloro. ¿Para qué?. Siglos de ver pasar la vida que se pierde.
Fueron 72 los últimos. Llegaron por los viejos carriles del ferrocarril. En el pueblo les ofrecieron atole, chocolate y tamaelotes: comida predestinada para los muertos. No sabía que iban a un matadero en un rancho de Tamaulipas. Eran hermanos del sur, de la misma desgracia de milenios. Ahora les llaman migrantes —cuando son de nuestra raza.
La culebra que cruza por el altar para proteger lo que tenemos se escondió cuando los rayos del sol se fueron con el atardecer, cuando ellos siguieron su camino...
Días después, hasta acá escuché los gemidos, el crujir de huesos... Luego se convertirían en noticias que suenan a barbarie: cuchillos, ráfagas de fusil, sangre sin huellas de respiración humana.
¿Alguien podrá escucharlo?
Sigo aquí, en el silencio de la espera, reteniendo en la memoria la masacre de nosotros mismos. No sé si sirva de algo, pero al menos desde mi cúpula no les rezo: los pienso: para no olvidar, para susurrar con el viento; si acaso para conocer sus historias, algún día, cuando la verdad estalle.
(72 migrantes fuera del mundo. Ya no son primera plana. Porque su lugar lo ocupan otros muertos, que mañana será reservado a otros…y así. Estamos en guerra y nadie se mueve. Humanos hijos de...)