martes, 2 de abril de 2013

"Leemos juntos, tú y yo..." Día Internacional del Libro Infantil y Juvenil


El Día Internacional del Libro Infantil y Juvenil (International Children’s Book Day) se celebra todos los años el 2 de Abril para conmemorar el nacimiento del popular escritor de libros infantiles Hans Christian Andersen, que lo hizo tal día como hoy del año 1805.
Cada año un país elige a un escritor o ilustrador que será el que elabore el mensaje dirigido a todos los niños del mundo y el cartel que se distribuye por todo el mundo.
Este año ha sido Estados Unidos y la escritora elegida la autora mexicana Pat Mora. Este es el poema seleccionado por ella para este evento:


Leemos juntos, tú y yo.
Vemos que las letras forman palabras
y las palabras se convierten en libros
que estrechamos en nuestras manos.

Oímos susurros
y ríos bulliciosos en sus páginas,
osos que cantan
graciosas melodías a la luna.

Entramos en misteriosos castillos
y de nuestras manos suben hasta las nubes
árboles florecidos. Vemos niñas valientes que vuelan
y niños que atrapan las estrellas.

Leemos juntos, tú y yo, dando vueltas y vueltas,
recorriendo el mundo con la alegría en los libros.


Poema de Pat Mora
Traducido por la autora. 

Pat Mora es méxico-americana y escritora de cuentos y poesía. Escribe libros cortos para niños sobre la familia, la cultura méxico-americana y el desierto. Muchos de sus libros tienen las palabras en inglés y al lado las palabras en español.

El cometa

Cuento infantil.
Hans Christian Andersen

Y vino el cometa: brilló con su núcleo de fuego, y amenazó con la cola. Lo vieron desde el rico palacio y desde la pobre buhardilla; lo vio el gentío que hormiguea en la calle, y el viajero que cruza llanos desiertos y solitarios; y a cada uno inspiraba pensamientos distintos.
-¡Salgan a ver el signo del cielo! ¡Salgan a contemplar este bellísimo espectáculo! -exclamaba la gente; y todo el mundo se apresuraba, afanoso de verlo.
Pero en un cuartucho, una mujer trabajaba junto a su hijito. La vela de sebo ardía mal, chisporroteando, y la mujer creyó ver una viruta en la bujía; el sebo formaba una punta y se curvaba, y aquello, creía la mujer, significaba que su hijito no tardaría en morir, pues la punta se volvía contra él.
Era una vieja superstición, pero la mujer la creía.
Y justamente aquel niño estaba destinado a vivir muchos años sobre la Tierra, y a ver aquel mismo cometa cuando, sesenta años más tarde, volviera a aparecer.
El pequeño no vio la viruta de la vela, ni pensó en el astro que por primera vez en su vida brillaba en el cielo. Tenía delante una cubeta con agua jabonosa, en la que introducía el extremo de un tubito de arcilla y, aspirando con la boca por el otro, soplaba burbujas de jabón, unas grandes, y otras pequeñas. Las pompas temblaban y flotaban, presentando bellísimos y cambiantes colores, que iban del amarillo al rojo, del lila al azul, adquiriendo luego un tono verde como hoja del bosque cuando el sol brilla a su través.
-Dios te conceda tantos años en la Tierra como pompas de jabón has hecho -murmuraba la madre.
-¿Tantos, tantos? -dijo el niño-. No terminaré nunca las pompas con toda esta agua.
Y el niño sopla que sopla.
-¡Ahí vuela un año, ahí vuela un año! ¡Mira cómo vuelan! -exclamaba a cada nueva burbuja que se soltaba y emprende el vuelo. Algunas fueron a pararle a los ojos; aquello escocía, quemaba; le asomaron las lágrimas. En cada burbuja veía una imagen de lo por venir, brillante, fúlgida.
-¡Ahora se ve el cometa! -gritaron los vecinos-. ¡Salgan a verlo, no se queden ahí dentro!
La madre salió entonces, llevando el niño de la mano; el pequeño hubo de dejar el tubito de arcilla y las pompas de jabón; había salido el cometa.
Y el niño vio la reluciente bola de fuego y su cola radiante; algunos decían que medía tres varas, otros, que millones de varas. Cada uno ve las cosas a su modo.
-Nuestros hijos y nietos tal vez habrán muerto antes de que vuelva a aparecer -decía la gente.
La mayoría de los que lo dijeron habían muerto, en efecto, cuando apareció de nuevo. Pero el niño cuya muerte, al creer de su madre, había sido pronosticada por la viruta de la vela, estaba vivo aún, hecho un anciano de blanco cabello. «Los cabellos blancos son las flores de la vejez», reza el proverbio; y el hombre tenía muchas de aquellas flores. Era un anciano maestro de escuela.
Los alumnos decían que era muy sabio, que sabía Historia y Geografía y cuanto se conoce sobre los astros.
-Todo vuelve -decía-. Fijaos, si no, en las personas y en los acontecimientos, y se darán cuenta de que siempre vuelven, con ropaje distinto, en otros países.
Y el maestro les contó el episodio de Guillermo Tell, que de un flechazo hubo de derribar una manzana colocada sobre la cabeza de su hijo; pero antes de disparar la flecha escondió otra en su pecho, destinada a atravesar el corazón del malvado Gessler. La cosa ocurrió en Suiza, pero muchos años antes había sucedido lo mismo en Dinamarca, con Palnatoke. También él fue condenado a derribar una manzana puesta sobre la cabeza de su hijo, y también él se guardó una flecha para vengarse. Y hace más de mil años los egipcios contaban la misma historia. Todo volverá, como los cometas, los cuales se alejan, desaparecen y vuelven.
Y habló luego del que esperaban, y que él había visto de niño. El maestro sabía mucho acerca de los cuerpos celestes y pensaba sobre ellos, pero sin olvidarse de la Historia y la Geografía.
Había dispuesto su jardín de manera que reprodujese el mapa de Dinamarca. Estaban allí las plantas y las flores tal como aparecen distribuidas en las diferentes regiones del país.
-Tráeme guisantes -decía, y uno iba al bancal que representaba Lolland-. Tráeme alforfón.
Y el interpelado iba a Langeland. La hermosa genciana azul y el romero se encontraban en Skagen, y la brillante oxiacanta, en Silkeborg. Las ciudades estaban señaladas con pedestales. Ahí estaba San Canuto con el dragón, indicando Odense; Absalón con el báculo episcopal indicaba Söro; el barquito con los remos significaba que en aquel lugar se levantaba la ciudad de Aarhus. En el jardín del maestro se aprendía muy bien el mapa de Dinamarca, pero antes había que escuchar sus explicaciones, y ésta era lo mejor de todo.
Estaban esperando el cometa, y el buen señor les habló de él y de lo que la gente había dicho y pensado sobre el astro muchos años antes, cuando había aparecido por última vez.
-El año del cometa es año de buen vino -dijo-. Se puede diluir con agua sin que se note. Los bodegueros deben esperar con agrado los años del cometa.
Por espacio de dos semanas enteras el cielo estuvo nublado, y, a pesar de que el meteoro brillaba en el firmamento, no podía verse.
El anciano maestro estaba en su pequeña vivienda contigua a la escuela. El reloj de Bornholm, heredado de sus padres, estaba en un rincón, pero las pesas de plomo no subían ni bajaban, ni el péndulo se movía; el cuclillo, que antaño salía a anunciar las horas, llevaba ya varios años encerrado, silencioso, en su casita. Todo en la habitación permanecía callado y mudo; el reloj no andaba. Mas el viejo piano, también del tiempo de los padres, tenía aún vida; las cuerdas aunque algo roncas podían tocar las melodías de toda una generación. El viejo recordaba muchas cosas, alegres y tristes, sucedidas durante todos aquellos años, desde que, siendo niño, viera el cometa, hasta su actual reaparición. Recordaba lo que su madre había dicho acerca de la viruta de la vela, y recordaba también las hermosas pompas de jabón, cada una de los cuales era un año -había dicho la mujer-, y ¡qué brillantes y ricas de colores! Todo lo bello y lo agradable se reflejaba en ellas: juegos de infancia e ilusiones de juventud, todo el vasto mundo desplegado a la luz del sol, aquel mundo que él quería recorrer. Eran burbujas del futuro. Ya viejo, arrancaba de las cuerdas del piano melodías del tiempo pasado: burbujas de la memoria, con las irisaciones del recuerdo. La canción de su madre mientras hacía calceta, el arrullo de la niñera...
Ora sonaban melodías del primer baile, un minueto y una polca, ora notas suaves y melancólicas que hacían asomar las lágrimas a los ojos del anciano. Ya era una marcha guerrera, ya un cántico religioso, ya alegres acordes, burbuja tras burbuja, como las que de niño soplara en el agua jabonosa.
Tenía fija la mirada en la ventana; por el cielo desfilaba una nube, y de pronto vio el cometa en el espacio sereno, con su brillante núcleo y su cabellera.
Le pareció que lo había visto la víspera, y, sin embargo, mediaba toda una larga vida entre aquellos días y los presentes. Entonces era un niño, y las pompas le decían: «¡Adelante!». Hoy todo le decía: «¡Atrás!». Sintió revivir los pensamientos y la fe de su infancia, sus ojos brillaron, y su mano se posó sobre las teclas; el piano emitió un sonido como si saltara una cuerda.
-¡Vengan a ver el cometa! -gritaban los vecinos-. El cielo está clarísimo. ¡Vengan a verlo!
El anciano maestro no contestó; había partido para verlo mejor; su alma seguía una órbita mayor, en unos espacios más vastos que los que recorre el cometa. Y otra vez lo verán desde el rico palacio y desde la pobre buhardilla, desde el bullicio de la calle y desde el erial que cruza el viajero solitario. Su alma fue vista por Dios v por los seres queridos que lo habían precedido en la tumba y con los que él ansiaba volver a reunirse.
FIN

* Tomado de Ciudad Seva, donde se agradece al escritor Victor Montoya su revisión de este cuento para la Biblioteca Digital Ciudad Seva.

"Eres lo único que tengo, niña..." Milan Kundera

Extracto de "La insoportable levedad del ser"

 - El hombre nunca puede saber qué debe querer, porque vive una sola vida y no tiene modo de compararla con sus vidas precedentes ni de enmendarla en sus vidas posteriores...El hombre lo vive todo a la primera y sin preparación...Lo que sólo ocurre una vez es como si no ocurriera nunca. Si el hombre sólo puede vivir una vida es como si no viviera en absoluto.
- "Quiero que seas débil. Quiero que seas tan débil como yo".
- ...el conflicto, el drama, la tragedia, no significan absolutamente nada, no representan valor alguno, nada que merezca respeto o admiración.
- En cuanto hay alguien que observa nuestra actuación, nos adaptamos, queriendo o sin querer, a los ojos que nos miran.
- Y es que las preguntas verdaderamente serias son aquéllas que pueden ser formuladas hasta por un niño. Sólo las preguntas más ingenuas son verdaderamente serias. Son preguntas que no tienen respuesta. Una pregunta que no tiene respuesta es una barrera que no puede atravesarse.

...


- La gente, en su mayoría, huye de sus penas hacia el futuro. Se imaginan, en el correr del tiempo, una línea más allá de la cual sus penas actuales dejarán de existir
- ¡Qué indefenso está el hombre ante los elogios!...Pero no sólo por vanidad, más que nada por falta de experiencia
- Nunca seremos capaces de establecer con seguridad en qué medida nuestras relaciones con los demás son producto de nuestros sentimientos, de nuestro amor, de nuestro desamor, bondad o maldad, y hasta qué punto son el resultado de la relación de fuerzas existentes entre ellos y nosotros. La verdadera bondad del hombre sólo puede manifestarse con absoluta limpieza y libertad en relación con quien no representa fuerza alguna...en su relación con aquellos que están a su merced: los animales
- ¿me ama?, ¿ha amado a alguien más que a mí?, ¿me ama más de lo que yo le amo a él? Es posible que todas estas preguntas que inquieren acerca del amor, que lo miden, lo analizan, lo investigan, lo interrogan, también lo destruyan antes de que pueda germinar. Es posible que no seamos capaces de amar precisamente porque deseamos ser amados, porque queremos que el otro nos dé algo (amor), en vez de aproximarnos a él sin exigencias y querer sólo su mera presencia
- El tiempo humano no da vueltas en redondo sino que sigue una trayectoria recta. Ese es el motivo por el cual el hombre no puede ser feliz, porque la felicidad es el deseo de repetir. Sí, la felicidad es el deseo de repetir
- ¡Ay, qué terrible, en realidad, soñamos por adelantado con la muerte de aquellos a quienes amamos!

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