La letra desobediente
Braulio Peralta
Braulio Peralta
2009-06-22
Un sueño: vivir alejado de la sociedad. Estar en el campo, frente al horizonte. Detesto las ciudades verticales pero ha sido imposible huir de ellas, por el trabajo. En una loma frente al horizonte olvidaría el desastre de la izquierda desunida, a por ejemplo el sueño roto de una izquierda sólida, para ganar en vez de perder. El retroceso es imparable.
Me preocuparía dejar de ser el crítico y autocrítico que soy. Vivir antes que sobrevivir y morir como un moribundo sin sosiego. La vejez mental atemoriza más que la del cuerpo. Eso es algo que nunca he encontrado en la derecha. A pesar de sus discursillos sobre democracia hay un tufo donde por dinero se desollan, en detrimento de los desamparados. La historia nunca los ha absuelto.
La soberbia me aterra. El orgullo me ciega. Aborrezco mi vanidad. No puedo con el enojo: me empequeñece. Desgraciadamente soy chiquito porque soy, en esencia, de temperamento colérico. Saberlo me salva apenas un poquito. Por eso no soporto el carnaval en que han convertido la marcha anual de los gays: un escaparate de egos contra una ideología que busca el respeto a toda diferencia. Los medios hoy nos ven de lentejuelas como si fuéramos descerebrados.
Me cuesta perdonar aquellos que andan por el mundo de humildes y son, en el fondo, dictadores de conciencias. Un dictador es aquél que dicta cómo debe ser el camino. Nadie más. Andrés Manuel López Obrador —con un ego sin control—, es uno de ellos. Será en la historia el responsable de una izquierda que buscó la unión en los 80 y se desune en pleno siglo XXI.
Temo al que no se quiere a sí mismo porque no puede querer a nadie. El que dice amar cuando odia y viceversa. Aquel que no comprende el peso de las palabras y su significado. Los que no oyen más que su propia voz. Aquí la lista crece. Pero solo daré un nombre: Felipe Calderón. El poder no le enseñó a gobernar para todos sino para su gremio y alianzas corruptas que vienen del PRI. Es el presidente de la desunión de los mexicanos.
Preferiría un país que se llame Extranjería, en consecuencia con lo que creo. Los mejores cambios vienen cuando eres un extraño en tierras ignotas. No vivo para tener vida cómoda sino para pensar y actuar en relación al aprendizaje que la vida me ha dado. Una mente emocionada, actuante y pensante. Iré a votar.
“Nadie es libre hasta que todos seamos libres”.
Me preocuparía dejar de ser el crítico y autocrítico que soy. Vivir antes que sobrevivir y morir como un moribundo sin sosiego. La vejez mental atemoriza más que la del cuerpo. Eso es algo que nunca he encontrado en la derecha. A pesar de sus discursillos sobre democracia hay un tufo donde por dinero se desollan, en detrimento de los desamparados. La historia nunca los ha absuelto.
La soberbia me aterra. El orgullo me ciega. Aborrezco mi vanidad. No puedo con el enojo: me empequeñece. Desgraciadamente soy chiquito porque soy, en esencia, de temperamento colérico. Saberlo me salva apenas un poquito. Por eso no soporto el carnaval en que han convertido la marcha anual de los gays: un escaparate de egos contra una ideología que busca el respeto a toda diferencia. Los medios hoy nos ven de lentejuelas como si fuéramos descerebrados.
Me cuesta perdonar aquellos que andan por el mundo de humildes y son, en el fondo, dictadores de conciencias. Un dictador es aquél que dicta cómo debe ser el camino. Nadie más. Andrés Manuel López Obrador —con un ego sin control—, es uno de ellos. Será en la historia el responsable de una izquierda que buscó la unión en los 80 y se desune en pleno siglo XXI.
Temo al que no se quiere a sí mismo porque no puede querer a nadie. El que dice amar cuando odia y viceversa. Aquel que no comprende el peso de las palabras y su significado. Los que no oyen más que su propia voz. Aquí la lista crece. Pero solo daré un nombre: Felipe Calderón. El poder no le enseñó a gobernar para todos sino para su gremio y alianzas corruptas que vienen del PRI. Es el presidente de la desunión de los mexicanos.
Preferiría un país que se llame Extranjería, en consecuencia con lo que creo. Los mejores cambios vienen cuando eres un extraño en tierras ignotas. No vivo para tener vida cómoda sino para pensar y actuar en relación al aprendizaje que la vida me ha dado. Una mente emocionada, actuante y pensante. Iré a votar.
“Nadie es libre hasta que todos seamos libres”.