Aminata Sow Fall: “Sólo la educación y la cultura pueden
salvar al mundo”
La escritora senegalesa insiste en su última novela, 'El
imperio de la mentira', en el respeto a los pobres, un eje que ha marcado su
obra.
JOSE NARANJO
Asomada a una de las arterias de Dakar por donde circula
el trasiego diario de la gran ciudad resiste una discreta vivienda poblada por
antiguos muebles de madera tallados a mano. Entre sus luminosas estancias
habita una de las grandes de la literatura africana que, da tanto serlo, no lo
parece. No es el único engaño consciente de Aminata Sow Fall (Saint Louis,
1941). Su apariencia de fragilidad contrasta con la robustez de su pensamiento,
su manera casi tímida de hablar, su tropiezo casual con la literatura, con la
solidez de su escritura. Echándole un pulso a los años, sigue empeñada en el
arte de crear.
Nacida en los estertores de la época colonial en el
seno de una familia acomodada en pleno centro de Saint Louis, vuelve una y otra
vez a sus primeros años, a la huella que le dejaron. “Con mi ciudad tengo un
vínculo mágico y familiar, es allí donde me siento en casa. Tuve una infancia
feliz, el mundo se me abrió a partir después”, asegura. El carácter mestizo, la
mezcla de culturas y condiciones sociales de la isla, le marcó de por vida.
“Había un profundo respeto a todas las personas, fuera cual fuera su estatus”,
añade.
En medio de la conversación, Aminata Fall se levanta y va
a buscar una vieja foto de sus padres. Él, procedente de la realeza de Baol,
hacía el servicio militar en Saint Louis cuando conoció a su madre, Khoudia
Diaw. Se casaron al poco tiempo y aunque su padre luego desposó a otras dos
mujeres, la madre de Aminata mantuvo siempre su posición de primera esposa
incluso cuando su marido falleció poco después. “Tenía una posición especial en
la casa. Era abierta y generosa, la madre de todos. Venían los primos de
Diourbel y allí no había distinción, siempre había comida y cama para todos”,
recuerda la escritora.
Entre los libros de la biblioteca familiar, los juegos y
esa felicidad hoy sentida con nostalgia creció la pequeña Aminata. Tras
estudiar en Saint Louis y Dakar, la joven marcha a la Sorbona, en Francia, para
estudiar Letras Modernas. Por aquel entonces, la idea de ser novelista no le
pasaba por la cabeza. “Me apetecía escribir teatro o crítica literaria, pero no
ficción”, dice. A su regreso a Senegal, se instala con su marido en Dakar y se
dedica a la enseñanza. Este fue el momento clave. Corría el año 1969 y las
nuevas élites surgidas de la descolonización construían un país ya
independiente.
En el Saint Louis de mi
infancia compartíamos lo que teníamos, pero cuando volví en los 70 la gente
exhibía su dinero, este era el nuevo centro del universo
“Me encontré un Senegal diferente en el que lo
material ocupaba una plaza fundamental. En el Saint Louis de mi infancia
compartíamos lo que teníamos, pero ahora la gente exhibía su dinero, este era
el nuevo centro del universo”, dice con amargura. En 1973, durante un permiso
de maternidad, escribió su primer libro, Le Revenant. “La
reflexión es sencilla. Un hombre que no tiene recursos, pero sí grandes
cualidades como la caridad o el respeto, ¿vale menos que alguien que sí tiene
dinero?”. Así nació Bacar, el protagonista de su novela, un pobre cuya hermana
se casa con un rico y, sorprendido del despilfarro de ella, decide fingir su
propia muerte.
“Tenía necesidad de sacar la angustia que sentía por lo
que estaba viendo a mi alrededor. Lo escribí en muy poco tiempo y se lo di a mi
primo para que lo mecanografiara. Entonces le entregó el manuscrito a mi marido
y este se lo leyó. Luego me convenció para que se lo dejáramos a un profesor de
francés que vivía al lado de casa, un intelectual. Yo no quería, pensaba que no
valía nada, no sé, quizás por inseguridad, pero lo cierto es que acabó en la
mesa del director de edición de Nouevelles Editions Africaines”, rememora Fall.
Sin embargo, no fue coser y cantar. Le dijeron que “era
muy local” para ser publicado. “Claro que es local”, respondió ella, “porque yo
soy local, pero todos conectamos con lo universal a través de nuestras
inquietudes, de nuestros interrogantes existenciales, nuestras angustias,
deseo, incertidumbre ante el destino”. Durante tres años el manuscrito
permaneció arrinconado en un cajón hasta que en 1976, cuando Aminata Fall
acudió a recuperarlo, el director de la editorial decidió darle una
oportunidad. El éxito fue inmediato. “Meses después escuchaba la radio y hablaban
de mí de manera elogiosa. No me lo podía creer”, cuenta.
Su segunda novela y la que la dio a conocer en todo el
mundo, hoy traducida a más de veinte lenguas e incluida como lectura en varios
sistemas educativos, fue La Grève de bàttu. Su génesis, explica,
también parte de un razonamiento simple. “Un día escuché a alguien llamar
desechos humanos a los mendigos que piden por la calle. Entonces yo me hice una
pregunta. ¿Qué ocurriría si estos rechazaran la limosna?”. En los países de
mayoría musulmana estas personas juegan un rol clave en la sociedad porque dar
a los pobres es uno de los pilares de su religión. El éxito de esta novela fue
inmediato.
Aunque sus personajes femeninos son poderosos, Aminata
Fall no se considera feminista. “Fui educada en un ambiente en el que las
mujeres no se consideraban inferiores, en casa fuimos a la escuela por ejemplo.
Es cierto que no todas hemos tenido las mismas oportunidades, porque hay otras
capas sociales. Sólo una vez vi que golpeaban a una mujer y era una pareja alcohólica
que vivía cerca de casa, en mi entorno lo normal era el respeto. Creo que eso
es lo que define mi obra, es como una especie de apología del respeto a todos
sea cual sea su género y condición social”, apunta.
Luego vendrían L’Appel des arènes, ExPère de la
Nation, Le Jujubier du patriarche, Douceurs de bercail o Un
grain de vie et d’esperance, una sólida producción literaria que la
convierte, en palabras de Alain Mabanckou, en “la más grande de las escritoras
africanas”. Aminata Fall, ella, fue siempre a lo suyo, haciendo un poco oídos
sordos de tanto elogio. El pasado año 2018 publicaba su última novela, L’Empire
du mensonge (El imperio de la mentira), “he lanzado al mar otra botella”
dice con una sonrisa tímida, en la que narra la historia de tres familias
humildes que sufren a causa de la inundación de sus casas.
Una vez más, vuelve sobre ese sentimiento que le acompaña
desde finales de los años sesenta, esa suerte de resquemor, de angustia, como
ella misma lo define. Las clases desfavorecidas en el centro de su atención.
“Lo único que puede salvar al mundo es la educación y la cultura, el respeto
por los demás. Creo que las cosas están yendo a peor. En 1987 ya dije que en
este país sólo hablamos de la comida que llega al estómago pero nos olvidamos con
frecuencia de la alimentación del espíritu y del alma. El dinero sigue
dirigiendo nuestro destino. Es terrible”, remata Aminata Fall.