CROIX BLANCHE
En esta calle donde todo es costumbre
me abro al destierro como una flor ajena
para inventarme un epitafio que aún no entiendo,
qué hago yo
aquí temblando como un niño y el corazón disperso.
La lentitud es ascua y sin embargo espero
el fuego inacabable, la voz íntima
y su presencia encendida
como primavera disuelta entre las vetas sombrías que la luz
ignora.
¿Quién soy, amada mía?
¿por qué las confesiones avivan el cuerpo
cuando lates devorante entre mis labios?.
Miguel Manríquez
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