La opereta, que es hermana menor de la ópera y prima lejana de la zarzuela, fue en la noche del sábado en el Palacio Municipal de Álamos, el atractivo en la Gala Noches de Viena con la presentación de la soprano alemana Monika Rebholz y el tenor austriaco Michael Heim, que fueron magistralmente acompañados por el pianista, y también director de orquesta, mexicano Rogelio Riojas-Nolasco.
No desmereció este concierto, en lo absoluto, con los dos anteriores –Norman y Von Stade- , ya que estos cantantes cuentan con una solvencia vocal de excelencia.
Este es el nivel que el Festival Internacional Alfonso Ortiz Tirado debe mantener y que el día de ayer se salió de ese parámetro durante una hora –afortunadamente- con la presentación del Coro y Solistas Anheze (en el Templo de la Purísima Concepción) en donde resultó por de más penosa la exhibición que de estos jóvenes estudiantes de canto hizo su director. No es posible que el FAOT se permita estos deslices.
Este no es el lugar para que vengan a hacer exámenes de canto estos jóvenes que tienen todavía mucho que estudiar y que son los menos responsables de lo acontecido en la Purísima.
Ellos merecen –no su director- todo el respeto, pero no todavía como artistas, que seguramente algún día los serán.
Olvidemos este bochornoso momento y volvamos a Noches de Viena.
El público que llenó el Palacio Municipal de Álamos disfrutó este homenaje músico-vocal a la opereta, y así lo demostró con entusiastas y continuos aplausos a los intérpretes y al pianista.
La voz, empecemos por la dama, bellísima, de Monika Rebholz es sumamente agradable y de extenso volumen; matiza e interpreta con maestría lo que canta, lo actúa y envuelve al auditorio desde el primer instante.
Michael Heim, el tenor, finísimo en su interpretación se ganó instantáneamente al público desde su aparición. Su voz, de tenor ligero, es también dulce y sonora.
Ambos, solos y en dúo no deleitaron con una selección estupenda de operetas: El murciélago y Sangre vienesa (Strauss), La princesa de las czardas y La condesa Maritza (Kálmán), El vendedor de pájaros (Zeller), La viuda alegre, Giuditta, El zarevich y El país de las sonrisas (Lehár).
Fue una velada, fría noche en Álamos, que abrigaron con su canto, la belleza de ella, lo apuesto de él, estos cantantes que dejan desde hoy un sabroso recuerdo.
Hay que destacar el diseño escénico y de iluminación de Rafael Félix.
No desmereció este concierto, en lo absoluto, con los dos anteriores –Norman y Von Stade- , ya que estos cantantes cuentan con una solvencia vocal de excelencia.
Este es el nivel que el Festival Internacional Alfonso Ortiz Tirado debe mantener y que el día de ayer se salió de ese parámetro durante una hora –afortunadamente- con la presentación del Coro y Solistas Anheze (en el Templo de la Purísima Concepción) en donde resultó por de más penosa la exhibición que de estos jóvenes estudiantes de canto hizo su director. No es posible que el FAOT se permita estos deslices.
Este no es el lugar para que vengan a hacer exámenes de canto estos jóvenes que tienen todavía mucho que estudiar y que son los menos responsables de lo acontecido en la Purísima.
Ellos merecen –no su director- todo el respeto, pero no todavía como artistas, que seguramente algún día los serán.
Olvidemos este bochornoso momento y volvamos a Noches de Viena.
El público que llenó el Palacio Municipal de Álamos disfrutó este homenaje músico-vocal a la opereta, y así lo demostró con entusiastas y continuos aplausos a los intérpretes y al pianista.
La voz, empecemos por la dama, bellísima, de Monika Rebholz es sumamente agradable y de extenso volumen; matiza e interpreta con maestría lo que canta, lo actúa y envuelve al auditorio desde el primer instante.
Michael Heim, el tenor, finísimo en su interpretación se ganó instantáneamente al público desde su aparición. Su voz, de tenor ligero, es también dulce y sonora.
Ambos, solos y en dúo no deleitaron con una selección estupenda de operetas: El murciélago y Sangre vienesa (Strauss), La princesa de las czardas y La condesa Maritza (Kálmán), El vendedor de pájaros (Zeller), La viuda alegre, Giuditta, El zarevich y El país de las sonrisas (Lehár).
Fue una velada, fría noche en Álamos, que abrigaron con su canto, la belleza de ella, lo apuesto de él, estos cantantes que dejan desde hoy un sabroso recuerdo.
Hay que destacar el diseño escénico y de iluminación de Rafael Félix.