martes, 14 de abril de 2009

La letra desobediente


Yo, el cura


Por Braulio Peralta
2009-04-13


Buda critica al yo porque “engendra egoísmo”. Muy alejado de la frase clásica de Ortega y Gasset: “Yo soy yoy mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yo”. Renunciar al yo es como renunciar a la filosofía, la duda como un oficio para vivir. Buda no podía ser más que su propio yo, digan lo que digan sus seguidores. Buda tenía una filosofía basada en la renuncia. La confusión de sus alumnos es confundir sus egoísmos con la importancia de ser tu propio yo.
Tengo años ejerciendo el yoga. Hay ocho estadios para alcanzar la plenitud. No me atrevería a decirles en que estadio me encuentro, pero les aseguro que no es la confusión en que viven las religiones, y menos aquellos que se dicen portadores de la palabra de su Dios. Prefiero la lección hindú en el Mahabharata: “Mi propio yo es, a la vez, mi amigo y mi enemigo”.
Resulta más fácil creer en otros que ya hicieron su camino, en vez de creer en uno mismo, en su propia ruta. No existe el don de lo ajeno. Acaso se aprende leyendo, practicando, relajando la respiración, intentando la integración de la conciencia. En los libros y algunos maestros está el camino, sí, pero uno solo atraviesa su propia significación de la vida o toma de conciencia. Para qué la conciencia, dirán algunos. Ante un mundo tan adverso, conciencia para impedir la adversidad en tu vereda. Abrir un surco posible entre “el mundo”, y uno.
Siempre le he dicho a una amiga que practica religiosamente la meditación que, el día que yo decida irme de este mundo, mejor desaparezco. No nos mintamos, estamos aquí: no podemos separar el yo de la conciencia ante el mundo que nos rodea. Sí, es hermosa la filosofía de Buda pero habría que desaparecer todo vestigio social para lograr justamente eso: la rendición ante todo, incluido el yo que llevamos dentro. Yo aun creo en la vida social. En la necesidad de la honestidad, la ética, los derechos humanos. Y creo que la toma de conciencia, la toma del yo moral puede ayudar a impedir la corrupción. Gandhi lo entendió, pero lo mataron. Las sociedades exigen sacrificios humanos. No estoy seguro de que esto cambie (ay, México).
Pero con un yo se puede. Miren lo que pasó con el cura de Argentina: en plena misa se confesó enamorado; ante los feligreses se quitó los hábitos, renunció al celibato por su novia. Es la mejor Semana Santa que me da la vida. ¡Viva el yo!braulio.peralta@milenio.com

Palabra de Antígona


Narco, saldo funesto: orfandad y muerte infantil

Por Sara Lovera*

En México, en los últimos 28 meses, cada semana 5 niños y niñas son víctimas de homicidio, atrapados en el fuego cruzado, vengados por sicarios, criminalizados por las fuerzas policíacas y del ejército.
Del mismo modo 5 criaturas quedan en la orfandad cada día. Al abandono se suma el golpe psicológico de haber visto y vivido la mayor de las violencias: el crimen contra sus progenitores.
Sin duda, es uno de los saldos de la guerra desatada en este país a partir de la administración de Felipe Calderón, quien advirtió que sería “duro” y que habría “vidas perdidas”. Nunca nos dijo que se tomarían los pueblos, las comunidades, que las armas entrarían directamente en las casas y llegarían a las cunas y a los cuartos infantiles.
Mientras los informes de Derechos Humanos en Ginebra están sobrados del fenómeno de la trata de menores y la pederastia por Internet, inaceptables ambos; Fabiola Cárdenas Jacob de 14 años fue asesinada a quemarropa en Comalpa, Chiapas, a manos de las bandas dedicadas al tráfico de indocumentados, drogas y armas, en 2007.
Del mismo modo el 14 de julio de 2008, fue ejecutada Melina Judith Angulo de 12 años y Antonio Sabredica Salazar de 17 años, en Culiacán, Sinaloa. En total, en 2 años 4 meses, 610 menores perdieron la vida y 3 mil 700 quedaron huérfanos y marcados por el horror, sin posibilidades de que el Estado se haga cargo de ellos, como sucedió en la Revolución Mexicana con los huérfanos de guerra.
Es una desgracia infausta, terrible, porque los testimonios y las imágenes son igualitos a los que leemos cada día, por los hechos de la guerra en Irak o la ocupación Palestina.
Muchachos que pierden la vida porque se fueron tras el señuelo de un sueño de consumo y éxito que ofrecen las bandas delincuenciales. Se sabe que de los 610 menores victimados, 437 actuaban como sicarios, pese a que apenas tenían entre los 12 y 15 años. Los panistas yunqueros volverán a decir que es culpa de las madres que no los cuidan o de los maestros de primaria.
Los informes que fueron revelados por el periodista Gustavo Castillo García, en el diario La Jornada del domingo 12 de abril, no son de ninguna organización civil ni de una instancia de Derechos Humanos, dice el periodista que se trata de reportes de la Secretaría de la Defensa Nacional. Ni más ni menos.
Es resultado de la inexistencia de un plan para salvar a “nuestros hijos” de la ingestión de drogas, por la que le apuestan millones de ciudadanos en las encuestas. Es el plan de “seguridad” el que envía a la fosa común a cientos de jovencitos; los mismos que mueren bajo fuego cruzado, (110 asegura el periodista) muertos sin temerla ni deberla. Verdadera imagen de inseguridad.
¿Quién se ocupa? ¿Quién los protege? ¿Quién lo denuncia? Después de leer la noticia, me fui a buscar en la Internet, quería ratificar la información. Nada ni el informe enviado a Ginebra por la Red por los Derechos de la Infancia el 10 de febrero de 2009, ni tampoco informa la Agencia Mexicana de Noticias por los Derechos de la Infancia (AMNDI).
Nadie lleva la cuenta que ahora revela la Secretaría de la Defensa Nacional. Tampoco hallé algo preciso en los documentos de Ginebra, donde se relata el horror de la trata y, sí, la denuncia de la criminalización de las infancias marginadas y se exigen leyes y nuevas leyes. Mientras transcurre la dura realidad.
Es un reporte que hiela el alma. Una estadística del crimen y la impunidad que echa por tierra cualquier definición de protección a la infancia. Me ha quedado en el teclado el texto del artículo 4º Constitucional que nadie respeta, donde se obliga al Estado a proteger a la infancia.
Es por ello un saldo funesto. Está a cargo del gobierno y sus estrategias armadas contra el crimen organizado, del que las organizaciones no gubernamentales piden una definición. ¿Quién planeó esta barbarie? ¿Dónde está el final del túnel? ¿Qué hacemos con la propaganda que reza por una vida sin drogas para los muchachos y muchachas? ¿Adolescencia sin horizonte ni futuro?
Hace tiempo una amiga me decía que en Michoacán se le preguntó a un joven sobre su proyecto de vida y éste respondió que quería “ser narco”. Sin temor, explicó que nunca sería apresado o muerto, “eso les pasa a los tontos”, argumentaba el muchacho.
Mi amiga, psicóloga y funcionaria de la UNAM, se preguntó si valían los llamados a establecer políticas públicas, ahora para enfrentar las aspiraciones de las criaturas de aquella entidad y cómo parar el desastre y equilibrar la desazón.
“En este contexto, las ejecuciones están provocando que los niños se vuelvan víctimas y después victimarios por el odio con el que están creciendo”, indica la nota periodística que además señala Sedena que los huérfanos van a “vivir con desconocidos o familiares para no ir a una casa hogar”.
Yo me pregunto ¿habrá estos sitios para 3 mil 700 niños y adolescentes? ¿Quién llora a los 110 menores que dice Sedena “cayeron” víctimas del fuego cruzado durante enfrentamientos entre bandas rivales o sicarios y fuerzas del Estado?
En este contexto recibimos esta semana a Barak Obama, definido por la espléndida nueva Ministra de Economía de España, Elena Salgado, como el presidente de la esperanza y leo en las páginas de los diarios nacionales y extranjeros cientos de líneas para la señora Corìn Tellado, que murió a los 82 años, después de 4 mil novelas insulsas, esas que mantienen a las mujeres en la opresión. Un panorama adverso. Sin duda.
*Comentarios a
saralovera@yahoo.com.mx

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