martes, 25 de enero de 2011

"La letra desobediente" Braulio Peralta


Kalimba

La letra desobediente

Braulio Peralta

  • 2011-01-24

No tengo idea de si Kalimba es culpable o no de violación a una menor de edad, pero su presunción de inocencia debería estar sujeta al escrutinio de los jueces abocados al caso. Lo que resulta escandaloso es el enfoque con que los medios de comunicación han informado del suceso.

El verdadero tema a discutir es el protagonismo, la saña, la injusticia con que reporteros, columnistas, cadenas televisivas y radiales y algunos medios impresos han actuado como jueces que ya dictaron su condena. Se habla de hasta 50 años de cárcel. Inconcebible.

Ya nadie se acuerda del caso de Gloria Trevi, salvo que la culpable salió libre de todo delito, después de casi cinco años en prisión, cuando los medios de comunicación ya la habían condenado e inventado poderes satánicos ocultos en los discos de sus canciones.

¿Con qué vara medimos las noticias del mundo del espectáculo y del mundo de las drogas, de la corrupción de los políticos, de los ilícitos de los ex presidentes de México? Entrevistar a Kalimba en cadena nacional sin respetar su presunta inocencia, ¿es legítimo?

Ya lo escribió Álvaro Cueva, especialista en televisión: fueron más respetuosos con “las presuntas operaciones de narcotráfico” de José Jorge Balderas Garza, El JJ, “sospechoso” de la agresión contra el futbolista Salvador Cabañas, cuando a Kalimba ni siquiera le concedieron esos privilegios. Por muy graves que sean los delitos de que se les acusa, los dos tienen el mismo respeto a su presunta inocencia.

No soy fan de Kalimba. Apenas había escuchado su excelente versión a la canción “El triste”, que hiciera famoso a José José. Pero creo en una ética para informar. Los medios de comunicación están fallando seriamente en el camino a una democracia posible. El caso Kalimba trasluce ignorancia de dichos medios para tratar los temas relacionados con la justicia.

Es un asunto delicado la violación de una menor. Pero eso tiene que probarse conforme a la ley. Es inmoral acudir a la doble moral que, por un lado, les perdona preguntas impertinentes a los altos dirigentes del país y, por el otro, con rapacidad barata ajusticiamos como si fuéramos jueces a artistas como Kalimba.

Más grave sería juzgar a Kalimba porque pertenece a la religión evangelista, y no a la católica. Sería gravísimo, ¿no le parece? Estaríamos contra el respeto a cualquier creencia.

¿Será?

braulio.peralta@milenio.com

Comentario: Estoy en completo acuerdo con la información que nos comparte Braulio en su columna, sólo agrego que le faltó mencionar la falta de profesionalismo, falta de ética e irresponsabilidad mediatica con que se ha tratado a la presunta víctima, menor de edad, pues algunos medios han llegado incluso a mostrar su rostro.

sylvia283@gmail.com




Lo que estamos analizando en la universidad: (les va a gustar)

LA NOCHE DE LA PERVERSION. Efraín Huerta

El caracol del ansia, ansiosamente
se adhirió a las pupilas, y una especie de muerte
a latigazos creó lo inesperado.
A pausas de veneno, la desdichada flor de la miseria
nos penetró en el alma, dulcemente,
con esa lenta furia de quien sabe lo que hace.

Flor de la perversión, noche perfecta,
tantas veces deseable maravilla y tormenta.
Noche de una piedad que helaba nuestros labios.
Noche de a ciencia cierta saber por qué se ama.
Noche de ahogarme siempre en tu ola de miedo.
Noche de ahogarte siempre en mi sordo desvelo.

Noche de una lujuria de torpes niños locos.
Noche de asesinatos y sólo suave sangre.
Noche de uñas y dientes, mentes de calorfrío.
Noches de no oír nada y ser todo, imperfectos.
Hermosa y santa noche de crueles bestezuelas.

Y el caracol del ansia, obsesionante,
mataba las pupilas, y mil odiosas muertes
a golpes de milagro crearon lo más sagrado.
Fue una noche de espanto, la noche de los diablos.
Noche de corazones pobres y enloquecidos,
de espinas en los dedos y agua hirviendo en los labios.
Noche de fango y miel, de alcohol y de belleza,
de sudor como llanto y llanto como espejos.
Noche de ser dos frutos en su plena amargura:
frutos que, estremecidos, se exprimían a sí mismos.

Yo no recuerdo, amada, en qué instante de fuego
la noche fue muriendo en tus brazos de oro.
La tibia sombra huyó de tu aplastado pecho,
y eras una guitarra bellamente marchita.
Los cuchillos de frío segaron las penumbras
Y en tu vientre de plata se hizo la luz del alba.

La muchacha ebria

Efraín Huerta

Este lánguido caer en brazos de una desconocida,
esta brutal tarea de pisotear mariposas y sombras y cadáveres;
este pensarse árbol, botella o chorro de alcohol,
huella de pie dormido, navaja verde o negra;
este instante durísimo en que una muchacha grita,
gesticula y sueña por una virtud que nunca fue la suya.
Todo esto no es sino la noche,
sino la noche grávida de sangre y leche,
de niños que se asfixian,
de mujeres carbonizadas
y varones morenos de soledad
y misterioso, sofocante desgaste.
Sino la noche de la muchacha ebria
cuyos gritos de rabia y melancolía
me hirieron como el llanto purísimo,
como las náuseas y el rencor,
como el abandono y la voz de las mendigas.

Lo triste es este llanto, amigos, hecho de vidrio molido
y fúnebres gardenias despedazadas en el umbral de las cantinas,
llanto y sudor molidos, en que hombres desnudos, con sólo negra barba
y feas manos de miel se bañan sin angustia, sin tristeza:
llanto ebrio, lágrimas de claveles, de tabernas enmohecidas,
de la muchacha que se embriaga sin tedio ni pesadumbre,
de la muchacha que una noche —y era una santa noche—
me entregara su corazón derretido,
sus manos de agua caliente, césped, seda,
sus pensamientos tan parecidos a pájaros muertos,
sus torpes arrebatos de ternura,
su boca que sabía a taza mordida por dientes de borrachos,
su pecho suave como una mejilla con fiebre,
y sus brazos y piernas con tatuajes,
y su naciente tuberculosis,
y su dormido sexo de orquídea martirizada.

Ah la muchacha ebria, la muchacha del sonreír estúpido
y la generosidad en la punta de los dedos,
la muchacha de la confiada, inefable ternura para un hombre,
como yo, escapado apenas de la violencia amorosa.
Este tierno recuerdo siempre será una lámpara frente a mis ojos,
una fecha sangrienta y abatida.

¡Por la muchacha ebria, amigos míos!

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