miércoles, 11 de abril de 2012
Esto no es un condón*
México DF , abril 11 de 2012.
Han pasado cuatro meses sin un solo condón en el programa estatal de sida en Nuevo León. Les hemos marcado casi a diario desde que se prendió la alarma entre algunos ciudadanos. Una secretaria nos dice cortante que no saben para cuándo. Luego, en el colmo de la desfachatez, nos recomienda ir a pedirlos a otras asociaciones “porque allá tienen muchos”.
Me pregunto si ya están transfiriendo las funciones y responsabilidades del Coesida a la sociedad civil, en una especie de claudicación o privatización del control de la epidemia. Es evidente que el gobierno ya no quiere cumplir con la parte más asequible pero más frágil del procedimiento preventivo.
¿Este desabasto significa que los millones de pesos presupuestados para tal fin los distraen los funcionarios de la Secretaría de Salud de Nuevo León, gastándolos en orgías electorales? ¿Será que quieren quedar bien con la visita de Benedicto XVI? Nadie da razón que explique esta peligrosísima irregularidad. El tema de la salud pública y la administración de sus recursos es un hoyo tenebroso.
Antes de la creación del Consejo Estatal de VIH/sida traíamos los condones de contrabando. Nunca nos faltaron. Nos los obsequiaban personas compasivas y asociaciones civiles que a su vez los recibían de agencias internacionales o de padrotes benévolos.
Una vez llegué con dos maletas gigantes desde Holanda, repletas con los adminículos diabólicos que pepené de los stands de una Conferencia Internacional. Cuidábamos los condones importados con esmero. Los racionábamos porque en ello nos jugábamos la existencia. Para mí no sólo era una funda de látex, auxiliar en las prácticas sexuales de riesgo, sino otras cosas: un espacio de libertad arrebatado a la cerrazón oficial, una conquista irreversible del erotismo alterno, una distancia salvífica frente a la peste enrabiada, una barrera gozosa ante la homofobia criminal.
Aquellos tiempos de migajas yo los creía superados, cuando los burócratas sanitarios se burlaban de nuestras demandas. Solamente algunas tiendas los ofrecían a la venta, siempre resguardados del alcance de las familias decentes. Más tarde llegarían inversionistas que hicieron a un lado las telarañas sexuales de sus ancestros y detectaron un buen nicho en el mercado.
Hoy aparecen por toda la ciudad anuncios panorámicos que promueven su uso, faltaba más, entre jóvenes heteros, ricos, blancos y bonitos. Es la única estrategia o campaña de salud sexual visible, la financia una cadena de farmacias cuya casa matriz radica en esta hipócrita ciudad. Sin embargo el usuario marginal, el varón gay sindrómico y jodido, sigue en la invisibilidad, víctima de la inopia
Paradójicamente los estantes de antivirales de la Secretaría de Salud lucen abastecidos. ¿Por cuánto tiempo? Así como van las cosas en el sector oficial, no falta mucho para que el Coesida nos mande a limosnear las medicinas en la calle. Es gravísimo que se escatimen recursos y voluntad política para no proveernos de los preciosos condones, que aún pueden salvar lo que nos queda del maldito amor.
*Publicado en el número 189 del Suplemento Letra S del periódico La Jornada el jueves 5 de abril de 2012
**Columnista y escritor residente en Monterrey, Nuevo León, México.
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