Esta ciudad de Alemania pertenece al estado o land de Renania del Norte-Westfalia. Su nombre en alemán es Köln. Se ubica a orillas del Rin.
Mi abuelo comparte este origen con los compositores Max Bruch y Jacques Offenbach, (éste último nacionalizado francés). Mi abuelo obtuvo, a su tiempo, la ciudadanía mexicana. Cuenta mi madre que su abuelo era un militar mexicano que andaba por Alemania, allí conoció a Dolores Loweree, se casaron y nació su padre. Era la época de la primera guerra mundial, por lo que el Capitán Andrés Ochoa decidió traer a la familia a México, al DF. Agustín no dejaría este país nunca.
Mi madre orgullosa, de vez en cuando muestra el acta de nacimiento original de su padre, digna de un museo, una hoja amarilla y partida por el paso del tiempo, con palabras inentendibles para mí, que no sé hablar ni leer el idioma alemán.
Agustín Ochoa Loweree fue su nombre. No sé porque vino a Sonora, a Hermosillo. Lo que sí sé es que se enamoró de mi abuela Hermelinda Narvaez, a quien llamaban Linda. Tuvieron dos hijos: Agustín y Sylvia. Ambos tan blancos como sus progenitores, el pequeño de ojos cafés como el padre y la bebé de ojos azules como la madre.
Dicen que Agustín Ochoa Narvaez, siendo aun bebé contrajo una enfermedad debida a que su madre le dio leche materna después de haber hecho un coraje, lo que le provocó la muerte.
Un día mi abuelo se fue, los abandonó cuando mi madre sólo tenía 2 años de edad. Poco tiempo después la tristeza acabó con las ganas de vivir de Linda y falleció. Mi madre quedó bajo la tutela de su abuela materna.Lo que sigue se los cuento después.
Recuerdo esta historia familiar debido a que la caída del muro de Berlin celebra ya 20 años, y me pregunto que pensaría mi abuelo Agustín. Yo no lo conocí, aunque nos escribimos algunas cartas.
¿Sentiría tristeza por su país dividido? ¿Guardaría acaso algún buen recuerdo de su natal Colonia? Nunca lo sabré. Pero yo si celebro la desaparición de tan ofensiva barrera. A él no le tocó que los habitantes de una misma ciudad, divididos por fuerza, tuvieran distintos pasaportes, dependiendo del lado del muro en que les había tocado seguir viviendo. Dos países, una nacionalidad. Trato de imaginar a las familias reuniéndose, encontrando que después de 40 años las cosas habían cambiado. ¿Cuántos familiares no pudieron reencontrarse? ¿Cuantos niños habrán crecido sin entender la existencia del muro? O peor aún, haciéndolo parte cotidiana de su vida. Amores perdidos, ilusiones truncadas. Sabores, olores, texturas y hasta colores que se fueron perdiendo, y que se están reencontrando.
Continuará...
viernes, 27 de noviembre de 2009
Entre cruces, flores y tumbas
Foto: Carlos Santos/INAH
Yaquis y mayos, dos de las etnias del norte de México, son de los pocos grupos indígenas de la región que llevan a cabo rituales alusivos a la vida-muerte, al ser un aspecto que rige el entramado comunal vinculado con su estructura y organización social, señaló el antropólogo José Luis Moctezuma Zamarrón, al destacar el caso de los llamados ritos de recordatorio, el relativo al Día de Muertos, uno de los principales actos colectivos que llegan a extenderse hasta por un mes.
Localizados en la zona sur y central del estado de Sonora ambas comunidades han logrado preservar estas representaciones culturales, que tuvieron su origen hacia principios del siglo XVII, durante la labor evangelizadora desarrollada por los misioneros jesuitas y que no obstante se caracterizan por guardar elementos nativos de su cosmovisión prehispánica.
En el marco de la inauguración de la exposición fotográfica Entre cruces, flores y tumbas, a cargo del propio Moctezuma Zamarrón, en el Museo Regional de Sonora; el etnógrafo del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH); explicó que los rituales funerarios en ambas comunidades, se dividen en tres principales ritos: los mortuorios que tienen que ver con el fallecimiento de un familiar, los relativos al Día de Muertos y los referentes a la Pasión de Cristo.
¿Para estos grupos la muerte es parte del ciclo de vida, donde el cielo no es concebido como lo establece el catolicismo, sino como un lugar llamado el huya ania o mundo mundo del monte, cuya creencia refiere que cuando alguien muere en ese espacio es recibido por familiares que no necesariamente hayan conocido en vida, revalorando así a las generaciones pasadas¿, comentó.
En este sentido, refirió, en el caso de los ritos de celebración del Día de Muertos, estos comienzan a efectuarse desde el 24 de octubre, con los preparativos para poner el altar o tapanco. ¿En el caso de los mayos se inicia ese día con la instalación de la estructura del altar, que se fabrica con ramas de mezquite y carrizo, donde posteriormente se ponen los alimentos, flores, fotos, velas y otros elementos, para que el 1 de noviembre esté todo listo para el arribo de los difuntos¿
Una de las peculiaridades de estos altares que se instalan en los solares familiares, que precisamente para esta exposición han montado habitantes mayos, radica en su altura. ¿Porque dentro de su cosmovisión, para ellos, los muertos ya no tocan el suelo, por ser entes del alma¿, explicó el también lingüista adscrito al Centro INAH-Sonora.
Las ofrendas que se colocan en el altar, detalló Moctezuma Zamarrón, suelen ser retiradas por los Yaqui el 2 de noviembre, mientras que los Mayos las mantienen hasta por un mes. ¿Ya no se mantienen con alimentos pero si con flores, agua y veladoras. Al mes de haber terminado el ritual despiden a sus difuntos con alimentos o lonchi como ellos le llaman y les piden que vuelvan el año próximo¿, dijo.
Cruces y flores, aseveró el etnógrafo, son elementos fundamentales para ambas etnias, que no sólo están ligados a la muerte sino también a su vida cotidiana. ¿Por ejemplo, durante toda su vida tienen frente a sus casas una cruz de madera permanentemente, mientras que las flores son parte del el huya ania, o emblema de ese mundo terrenal que hay después de la muerte¿, precisó.
Inaugurada la noche de este 25 de octubre, en el marco del VIII Congreso Internacional de salud-Enfermedad. Edición Norte, en Hermosillo, Sonora, la exposición Entre cruces, flores y tumbas, estará abierta al público de manera gratuita hasta finales de noviembre.
Mayores informes en el Museo de Sonora, con sede en la Antigua penitenciaría de Sonora, ubicada en calle Jesús García Final, Colonia La Matanza, Hermosillo. Teléfono 01 (662) 2 17 25 80 y 2 17 27 14.
Autor/Redactor: INAHEditor: Manuel Zavala y Alonso
Yaquis y mayos, dos de las etnias del norte de México, son de los pocos grupos indígenas de la región que llevan a cabo rituales alusivos a la vida-muerte, al ser un aspecto que rige el entramado comunal vinculado con su estructura y organización social, señaló el antropólogo José Luis Moctezuma Zamarrón, al destacar el caso de los llamados ritos de recordatorio, el relativo al Día de Muertos, uno de los principales actos colectivos que llegan a extenderse hasta por un mes.
Localizados en la zona sur y central del estado de Sonora ambas comunidades han logrado preservar estas representaciones culturales, que tuvieron su origen hacia principios del siglo XVII, durante la labor evangelizadora desarrollada por los misioneros jesuitas y que no obstante se caracterizan por guardar elementos nativos de su cosmovisión prehispánica.
En el marco de la inauguración de la exposición fotográfica Entre cruces, flores y tumbas, a cargo del propio Moctezuma Zamarrón, en el Museo Regional de Sonora; el etnógrafo del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH); explicó que los rituales funerarios en ambas comunidades, se dividen en tres principales ritos: los mortuorios que tienen que ver con el fallecimiento de un familiar, los relativos al Día de Muertos y los referentes a la Pasión de Cristo.
¿Para estos grupos la muerte es parte del ciclo de vida, donde el cielo no es concebido como lo establece el catolicismo, sino como un lugar llamado el huya ania o mundo mundo del monte, cuya creencia refiere que cuando alguien muere en ese espacio es recibido por familiares que no necesariamente hayan conocido en vida, revalorando así a las generaciones pasadas¿, comentó.
En este sentido, refirió, en el caso de los ritos de celebración del Día de Muertos, estos comienzan a efectuarse desde el 24 de octubre, con los preparativos para poner el altar o tapanco. ¿En el caso de los mayos se inicia ese día con la instalación de la estructura del altar, que se fabrica con ramas de mezquite y carrizo, donde posteriormente se ponen los alimentos, flores, fotos, velas y otros elementos, para que el 1 de noviembre esté todo listo para el arribo de los difuntos¿
Una de las peculiaridades de estos altares que se instalan en los solares familiares, que precisamente para esta exposición han montado habitantes mayos, radica en su altura. ¿Porque dentro de su cosmovisión, para ellos, los muertos ya no tocan el suelo, por ser entes del alma¿, explicó el también lingüista adscrito al Centro INAH-Sonora.
Las ofrendas que se colocan en el altar, detalló Moctezuma Zamarrón, suelen ser retiradas por los Yaqui el 2 de noviembre, mientras que los Mayos las mantienen hasta por un mes. ¿Ya no se mantienen con alimentos pero si con flores, agua y veladoras. Al mes de haber terminado el ritual despiden a sus difuntos con alimentos o lonchi como ellos le llaman y les piden que vuelvan el año próximo¿, dijo.
Cruces y flores, aseveró el etnógrafo, son elementos fundamentales para ambas etnias, que no sólo están ligados a la muerte sino también a su vida cotidiana. ¿Por ejemplo, durante toda su vida tienen frente a sus casas una cruz de madera permanentemente, mientras que las flores son parte del el huya ania, o emblema de ese mundo terrenal que hay después de la muerte¿, precisó.
Inaugurada la noche de este 25 de octubre, en el marco del VIII Congreso Internacional de salud-Enfermedad. Edición Norte, en Hermosillo, Sonora, la exposición Entre cruces, flores y tumbas, estará abierta al público de manera gratuita hasta finales de noviembre.
Mayores informes en el Museo de Sonora, con sede en la Antigua penitenciaría de Sonora, ubicada en calle Jesús García Final, Colonia La Matanza, Hermosillo. Teléfono 01 (662) 2 17 25 80 y 2 17 27 14.
Autor/Redactor: INAHEditor: Manuel Zavala y Alonso
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