jueves, 7 de febrero de 2008

MANUAL PARA CANALLAS: 07 de Febrero de 2008

Manual para canallas
Roberto G. Castañeda
07 de febrero de 2008


Sin risas para mañana


Atrás quedaron las planas de “mi-mamá-me-mima”, los días en que jugabas con muñecas y tu madre se esmeraba en hacerte dos colitas en el peinado. El viento sacude tu ventana. Afuera hace frío, no lo sientes, pero hace frío. Un gato merodea tu azotea, lo escuchas saltar. En la tele sólo hay informerciales. Cierras los ojos, te acuestas en posición fetal, y un sollozo desencadena otro y otro y otro. Dos meses sin empleo no son cualquier cosa. Ya se te acabó el dinero de tu miserable liquidación, así que te sientes vulnerable, con ganas de un abrazo, de que alguien te diga que todo va a estar bien. Tu nena duerme sin sospechar siquiera que te angustia no tener para la renta del próximo mes. Tu madre tiene sus propios problemas, por eso te fuiste a rentar a esa miserable vecindad. Tu marido, bueno el wey que era tu pareja, se largó porque estaba harto de tus reclamos, “ni aguantas nada” decía cada que llegaba borracho y sin varo. Mejor sola que mal follada. Todo eran promesas sin mañana.
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“¿Señorita Lucía?”, preguntó la recepcionista. Tú te levantas de tu asiento. “Pase por favor”, y te abre la puerta. El sujeto aquel te mira entrar, te recorre de pies a cabeza y descubres el morbo detenerse en tus piernas. Luego de varios pretextos, el tipejo te dice que es una lástima que “no sepa manejar office, porque nos hubiera encantado que trabajara con nosotros”. Sientes ganas de llorar, agachas la cabeza, él intuye que estás a su merced. “Pero no se ponga triste, una carita tan bonita no debe estar triste”, te dice. Tú te sonrojas y quisieras rogar, pero sólo quieres salir lo más pronto posible de allí. “Espero que no se moleste, pero usted es muy guapa”, añade el gordo calvo, que además ha empezado a sudar. “Gracias”, dices apenada. Él se aprovecha de tu desconcierto: “Aquí necesito gente dispuesta a todo, que no tenga miedo de progresar, ¿usted está dispuesta a todo?”. Levantas la vista, él te sonríe con malicia, sientes odio. “Ya me dijo que no cumplo los requisitos, muchas gracias”, y te levantas de la silla. “Usted cumple todos mis requisitos, reinita”, suelta sin tacto. Maldito, pinche viejo cochino, dices mentalmente mientras caminas hacia la puerta y casi puedes adivinar la lujuria que se posa en tu trasero.
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Si hubieras terminado la preparatoria, si le hubieras hecho caso a tu mamá, si el Jonathan no te hubiera hablado tan bonito, si te hubieras tomado las pastillas, si no te hubieras embarazado, los “hubiera” están de más, son un verbo imperfecto. Ahora estás cansada, harta, con los pies castigados por las zapatillas. Tanto mendigar por un trabajo mal pagado, tanto tocar puertas para que te digan lo que tanto odias: “En este trabajo no basta con una cara bonita”, sacó su frustración aquella mujer fea y vieja; “si no ha terminado la prepa, por qué sí en la solicitud. No nos haga perder el tiempo”, aquel empleaducho no tuvo piedad; “si no tienen 70 por ciento de inglés ni se molesten en llenar la solicitud”, fue otra advertencia. Tanta impiedad te abruma. Llevas casi dos horas de camino, micro-metro-combi, y lo único que quieres es llegar a tu cama y tirarte a llorar. Sólo que antes debes pasar con tu madre, para recoger a tu hija, y para escuchar la misma cantaleta de siempre “está chamaca es una lata, ya me tiene harta, hizo esto, ensució aquí, rompió aquello”. A últimas fechas, sólo reclamos resuenan en tus oídos.
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Ya eres una señora, muy joven, pero al fin señora. La felicidad sólo es un recuerdo, una plana de palitos y otra de “mi-mamá-me-mima”. Coleccionabas llaveros y ahora no encuentras una llave para escapar de los sótanos de tu miseria. Te aislaste en tus rutinas, perdiste a tus amigas, empeñaste tu juventud y ya no te quedan sonrisas para mañana. Ya lo canta Moris, con la verdad en cada palabra: “Ayer nomás,/ en el colegio me enseñaron/ que este país es grande y tiene libertad./ Hoy desperté y vi mi cama y vi mi cuarto./ En este mes no tuve mucho que comer./ Ayer nomás mis familiares me decían/ que hay que tener dinero para ser feliz.../ Ayer nomás,/ salí a la calle y vi la gente,/ ya todo es gris y sin sentido,/ la gente vive sin creer/ Sin creer, sin creer, sin creer...”.

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