VOTAR Y SER VOTADO O LAS GANAS DE SER ALGUIEN…
MIGUEL ANGEL AVILES.
Ser alguien en la vida es una aspiración personal legítima. El valor que le des a tus logros depende de cada proyecto personal. Algunos desean ser grandes médicos, otros magnos ingenieros, estupendos abogados, exitosos comerciantes, galardonados artistas, aclamados cantantes, excelsos albañiles, valerosos toreros, encumbrados agricultores o laureado futbolista.
Otros en cambio, prefieren dedicarse toda su vida a la política, ese arte moderno de negociar para si mismo o para el partido al que pertenece.
Abandonan un oficio o recuestan su profesión en la pared o dejan para mejores tiempos su empleo común y cuando menos esperamos ya andan convertidos en un prospecto como legislador o en un consolidado republicano.
Después de esto no los para nadie. Ponen sus ojos en una meta electoral y tan pronto concluye esta, ya los tienen puestos en la otra.
Carajo.
Los que no, seguramente hemos equivocado el rumbo y tendremos que conformarnos con el ingreso del trabajo propio o la remuneración como consecuencia de la prestación de nuestros servicios.
Los que sí, se envuelven en la creencia indestructible de que el proceso electoral es el único sendero para ofrendar kilos y mas kilos de productividad a México(o a Sonora en este caso) y piensan que los que no barbechamos ese camino estamos equivocando el rumbo o en todo caso con lo único que nos encontraremos es con un panorama marginal o con un proyecto de vida, según ellos, bastante raro.
No hay otro mundo pues, que aquel que brindan las precampañas, las campañas, los procesos electorales, las urnas, el recuento, el escaño, el lucimiento, el confort y luego, ya agarrándole saborcito, la adicción por esas compulsivas ganas de votar y ser votado.
En eso se basan y se edifican sus ganas de ser alguien. En esas metas redundarán sus vidas.
Muy legítimo. Tanto, que cualquiera puede formarse en esta casta de tesoneros políticos, sin importar cual sea tu IQ. O las habilidades cognitivas que se tengan (por decirlo de una manera eufemística).
Este año aquí en Sonora, la efervescencia saltará aún mas , como saltan las palomitas de maíz, pero, desde hace un par, el desboque de las ansías colectivas creó un escenario que pone en evidencia, sí las aspiraciones partidistas o de un partido, entendidos estos como unidades organizativas a las que se les reconoce el derecho de participar en un proceso de elección política por medio de la presentación de candidatos y programas de acción o gobierno, pero sobre todo pone en evidencia las pretensiones personales de alguien que ha visto en esto de las elecciones su designio personal.
Y en ese marco lucha contra sus adversarios políticos del partido contrario, pero también lo hace contra quienes se suponen son sus correligionarios a tal grado que esto se convierte en una batalla campal de sálvese quien pueda.
A efecto de limitar la contrariedad aquí planteada, asomémonos a la competencia electoral de Sonora y percatémonos que la relación adversarial entre un partido y otro, no es la gran batalla si comparamos con la que viven los precandidatos al interior de su propio partido.
Es una lucha ruda. Es, digamos, como una violencia intrafamiliar.
Se dicen ser afines porque comparten en apariencia una doctrina partidista pero en el fondo lo que comparten-y no lo quisieran así-es su afán, su ambición por querer ser el elegido por su partido y después por el voto de la mayoría ciudadana.
En el PRI, por ejemplo, se quiere vivir una aparente unidad mientras que en los hechos, insinuante o en forma descarada las agresiones están al por mayor entre los precandidatos a Gobernador del Estado. Elías Serrano y su gente le tupen a Gándara y él, aunque más sutilmente no se queda atrás y también atiza. Antonio Astiazaran, aunque ya autodescartado, se mete al ruedo y no deja de meter sus manos en el pleito. Roberto Rubial, por obvias razones finge neutralidad pero lanza una estocada cuando los tiempos se lo permiten. Guillermo Hopkins Gamez ni se diga: nomás tiene tiempo y se abalanza en contra de sus rivales y así.
En el terreno Municipal, sin que la escaramuza sea tan evidente, es obvio que Claudia Pavlovich, la hija de Doña Alicia Arellano de Pavlovich, ya agarró sus alforjas y prefirió tomar su propio rumbo en contraposición a Manuel Ignacio Acosta y Epifanio Salido quienes también buscan la misma silla, pero sólo tiene cabida para una sola persona. Aquí parece que la primera ya les tomó la delantera, por lo que los otros tendrán que mirar para otro lado y abrazarse a la ilusión de una silla federal que no esté tan disputada, pero sobre todo que les asegure que será suya por tres.
En este entorno no pasemos por alto que el factor Manlio Fabio Beltrones (versus Eduardo Bours) activará a sus criaturas y se disputará con todo los espacios que a él le interesen para presentes y futuros propósitos y que tal como se ve, son muchos.
En otros feudos electorales la cosa no es distinta y, bragados, andan dándose con lo que se pueda doblar al contrincante.
El PAN no se distingue: Dolores del Río, Guillermo Padrés y el Chito Díaz en torno a la gobernatura y Serrato Castell, Javier Gándara, Héctor Larios y Luís Rodríguez en torno a la presidencia Municipal de Hermosillo se pueden dar una abrazo apretado en público, pero tan pronto se retiran a sus propias esquinas vienen los salivazos, cual camaleones, en busca de contaminar con su ponzoña al rival y dejarlo paralizado fuera de la jugada.
Los del PRD no son la otra cosa. Javier Lamarque Cano, aun con lo limitado y escasamente carismático que es, viene y como si no le debiera una explicación a su partido por la elección presidencial de 2006, muy campante, diríamos que con infinita desvergüenza se destapa como candidato a la gobernatura tratando de madrugar no a sus rivales de los otros partidos, sino para debilitar a quien competirá contra él al interior de su propio organismo político.
Carlos Navarro no está guarecido en el DF porque sea muy cumplidor en sus tareas legislativas, sino porque está esperando los momentos oportunos para dar los manazos que se pueda a su rival interno.
Petra Santos por su parte, quien no es propiamente una mujer de lealtades y de noble corazón, poco lo pensará para darle una puñalada por la espalda al que se le interponga en el camino de sus aspiraciones.
Eso, dicen, no es malo. Porque Ser alguien en la vida es una aspiración personal legítima y para alcanzar la maquinación todo es válido y todo se justifica.
Por esa ruta han querido ir toda vez que quieren llegar, basado en sus trapacerías, a la meta de su vida: ser exitosos políticos no a partir de su intelecto estadista o talentos por el estilo, sino derivado de su competencia callejera que los catapulte al escaño que ahora buscan, sea a través del partido que por años lo ha acogido o puede que por el primero que lo cache y le ofrezca la oportunidad de seguir cultivando ese éxito que la vida les ha brindado.
¿Quién se debe a quien? ¿El candidato se debe al partido o el partido se debe al candidato?
¿En que etapa de la barbarie política estamos? ¿Es esto una legítima manera de triunfar en este habitad social? ¿En verdad es esto lo políticamente correcto?
Para nada harán una retrospectiva de su quehacer público en su actual escaño ni se dignarán en hacer un balance y una autocrítica de su paso por esa representación popular. Y es que el hacerlo y actuar en consecuencia sobre los resultados de esta auscultación propia muchos habrían de abandonar esta afición política y ahora si se tendrían que poner a trabajar.
En fin: que manera de aquilatar las dimensiones de una vida.
Cuantas ganas de ser alguien, carajo, cuantas.
MIGUEL ANGEL AVILES.
Ser alguien en la vida es una aspiración personal legítima. El valor que le des a tus logros depende de cada proyecto personal. Algunos desean ser grandes médicos, otros magnos ingenieros, estupendos abogados, exitosos comerciantes, galardonados artistas, aclamados cantantes, excelsos albañiles, valerosos toreros, encumbrados agricultores o laureado futbolista.
Otros en cambio, prefieren dedicarse toda su vida a la política, ese arte moderno de negociar para si mismo o para el partido al que pertenece.
Abandonan un oficio o recuestan su profesión en la pared o dejan para mejores tiempos su empleo común y cuando menos esperamos ya andan convertidos en un prospecto como legislador o en un consolidado republicano.
Después de esto no los para nadie. Ponen sus ojos en una meta electoral y tan pronto concluye esta, ya los tienen puestos en la otra.
Carajo.
Los que no, seguramente hemos equivocado el rumbo y tendremos que conformarnos con el ingreso del trabajo propio o la remuneración como consecuencia de la prestación de nuestros servicios.
Los que sí, se envuelven en la creencia indestructible de que el proceso electoral es el único sendero para ofrendar kilos y mas kilos de productividad a México(o a Sonora en este caso) y piensan que los que no barbechamos ese camino estamos equivocando el rumbo o en todo caso con lo único que nos encontraremos es con un panorama marginal o con un proyecto de vida, según ellos, bastante raro.
No hay otro mundo pues, que aquel que brindan las precampañas, las campañas, los procesos electorales, las urnas, el recuento, el escaño, el lucimiento, el confort y luego, ya agarrándole saborcito, la adicción por esas compulsivas ganas de votar y ser votado.
En eso se basan y se edifican sus ganas de ser alguien. En esas metas redundarán sus vidas.
Muy legítimo. Tanto, que cualquiera puede formarse en esta casta de tesoneros políticos, sin importar cual sea tu IQ. O las habilidades cognitivas que se tengan (por decirlo de una manera eufemística).
Este año aquí en Sonora, la efervescencia saltará aún mas , como saltan las palomitas de maíz, pero, desde hace un par, el desboque de las ansías colectivas creó un escenario que pone en evidencia, sí las aspiraciones partidistas o de un partido, entendidos estos como unidades organizativas a las que se les reconoce el derecho de participar en un proceso de elección política por medio de la presentación de candidatos y programas de acción o gobierno, pero sobre todo pone en evidencia las pretensiones personales de alguien que ha visto en esto de las elecciones su designio personal.
Y en ese marco lucha contra sus adversarios políticos del partido contrario, pero también lo hace contra quienes se suponen son sus correligionarios a tal grado que esto se convierte en una batalla campal de sálvese quien pueda.
A efecto de limitar la contrariedad aquí planteada, asomémonos a la competencia electoral de Sonora y percatémonos que la relación adversarial entre un partido y otro, no es la gran batalla si comparamos con la que viven los precandidatos al interior de su propio partido.
Es una lucha ruda. Es, digamos, como una violencia intrafamiliar.
Se dicen ser afines porque comparten en apariencia una doctrina partidista pero en el fondo lo que comparten-y no lo quisieran así-es su afán, su ambición por querer ser el elegido por su partido y después por el voto de la mayoría ciudadana.
En el PRI, por ejemplo, se quiere vivir una aparente unidad mientras que en los hechos, insinuante o en forma descarada las agresiones están al por mayor entre los precandidatos a Gobernador del Estado. Elías Serrano y su gente le tupen a Gándara y él, aunque más sutilmente no se queda atrás y también atiza. Antonio Astiazaran, aunque ya autodescartado, se mete al ruedo y no deja de meter sus manos en el pleito. Roberto Rubial, por obvias razones finge neutralidad pero lanza una estocada cuando los tiempos se lo permiten. Guillermo Hopkins Gamez ni se diga: nomás tiene tiempo y se abalanza en contra de sus rivales y así.
En el terreno Municipal, sin que la escaramuza sea tan evidente, es obvio que Claudia Pavlovich, la hija de Doña Alicia Arellano de Pavlovich, ya agarró sus alforjas y prefirió tomar su propio rumbo en contraposición a Manuel Ignacio Acosta y Epifanio Salido quienes también buscan la misma silla, pero sólo tiene cabida para una sola persona. Aquí parece que la primera ya les tomó la delantera, por lo que los otros tendrán que mirar para otro lado y abrazarse a la ilusión de una silla federal que no esté tan disputada, pero sobre todo que les asegure que será suya por tres.
En este entorno no pasemos por alto que el factor Manlio Fabio Beltrones (versus Eduardo Bours) activará a sus criaturas y se disputará con todo los espacios que a él le interesen para presentes y futuros propósitos y que tal como se ve, son muchos.
En otros feudos electorales la cosa no es distinta y, bragados, andan dándose con lo que se pueda doblar al contrincante.
El PAN no se distingue: Dolores del Río, Guillermo Padrés y el Chito Díaz en torno a la gobernatura y Serrato Castell, Javier Gándara, Héctor Larios y Luís Rodríguez en torno a la presidencia Municipal de Hermosillo se pueden dar una abrazo apretado en público, pero tan pronto se retiran a sus propias esquinas vienen los salivazos, cual camaleones, en busca de contaminar con su ponzoña al rival y dejarlo paralizado fuera de la jugada.
Los del PRD no son la otra cosa. Javier Lamarque Cano, aun con lo limitado y escasamente carismático que es, viene y como si no le debiera una explicación a su partido por la elección presidencial de 2006, muy campante, diríamos que con infinita desvergüenza se destapa como candidato a la gobernatura tratando de madrugar no a sus rivales de los otros partidos, sino para debilitar a quien competirá contra él al interior de su propio organismo político.
Carlos Navarro no está guarecido en el DF porque sea muy cumplidor en sus tareas legislativas, sino porque está esperando los momentos oportunos para dar los manazos que se pueda a su rival interno.
Petra Santos por su parte, quien no es propiamente una mujer de lealtades y de noble corazón, poco lo pensará para darle una puñalada por la espalda al que se le interponga en el camino de sus aspiraciones.
Eso, dicen, no es malo. Porque Ser alguien en la vida es una aspiración personal legítima y para alcanzar la maquinación todo es válido y todo se justifica.
Por esa ruta han querido ir toda vez que quieren llegar, basado en sus trapacerías, a la meta de su vida: ser exitosos políticos no a partir de su intelecto estadista o talentos por el estilo, sino derivado de su competencia callejera que los catapulte al escaño que ahora buscan, sea a través del partido que por años lo ha acogido o puede que por el primero que lo cache y le ofrezca la oportunidad de seguir cultivando ese éxito que la vida les ha brindado.
¿Quién se debe a quien? ¿El candidato se debe al partido o el partido se debe al candidato?
¿En que etapa de la barbarie política estamos? ¿Es esto una legítima manera de triunfar en este habitad social? ¿En verdad es esto lo políticamente correcto?
Para nada harán una retrospectiva de su quehacer público en su actual escaño ni se dignarán en hacer un balance y una autocrítica de su paso por esa representación popular. Y es que el hacerlo y actuar en consecuencia sobre los resultados de esta auscultación propia muchos habrían de abandonar esta afición política y ahora si se tendrían que poner a trabajar.
En fin: que manera de aquilatar las dimensiones de una vida.
Cuantas ganas de ser alguien, carajo, cuantas.
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