martes, 2 de junio de 2009

Sida y cáncer


No se asuste por el título de la columna. Mejor piense cómo las enfermedades terminales han transformado a millones de personas que han vivido el proceso de duelo de un enfermo. No sabemos qué sucede con el que se va. Pero sí conocemos el dolor propio por ver la descomposición de un ser querido. Ese ser que al principio intenta huir porque no quiere que nadie se conduela de él o ella. Pero la vida no es sólo razón sino emociones y entonces se desata la verdad de la pasión del hombre: luchar hasta el final, con o sin fuerzas, hasta dejar que lo que tenga que suceder, pase. Es cuando viene la compasión y la calma. Es cuando la muerte da señales de sus enseñanzas

Escribe José Alberto Gallardo en su obra teatral Breve silbido desde el exilio: “No es que llores: es que se lo merecen los párpados”. El dolor es un aprendizaje de vida. Siempre he dicho a mis amigos que soy mejor ante la desgracia que frente a los placeres: porque se aprende más. Uno no tendría que temer porque la vida es sufrimiento, contra todo anuncio publicitario que vende felicidad por dinero. Quemar el dolor para iluminar el alma: en eso radica el principio de una inteligencia sensible. Sin melodramas baratos de telenovela, con el conocimiento de que todo principio de vida termina en muerte.

He visto dos veces la obra del dramaturgo y director José Alberto Gallardo. No me explico la ausencia de crítica a este montaje tan importante de la escena mexicana. He visto la catarsis de los espectadores, el espejo que un arte bien hecho tiene como objeto de búsqueda. Nadie se conoce hasta que no ha sufrido, ¿por qué temer? He sido testigo de la muerte de amigos por sida y, créanme, ha sido más lo que he recibido, que lo que he podido dar. Escribe Gallardo: “Mis mandíbulas están apretadas porque todo es un estado de persecución”. Ninguna sorpresa si leemos los periódicos. Pero demasiada ignorancia si no nos acercamos a atender a un enfermo.
Unir el sida y el cáncer es un acierto extraordinario. Los actores y la actriz son de una naturalidad que nos adentra al escenario. No hay miedo: hay experiencia de entender las enfermedades de estos tiempos. Esos que se asustaron de la influenza mediática vayan al teatro La Gruta, en el Centro Cultural Helénico, sólo los jueves a las 20:30 horas. Les aseguro que si no han aprendido a vivir, entenderán algo de los caminos.


braulio.peralta@milenio.com

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