lunes, 20 de julio de 2009

Desde TJ


La letra desobediente
Braulio Peralta

2009-07-20


Siempre que escribo temo repetir un discurso. Porque la vida es tan cruel y a la vez tan dulce que lo más sencillo es el blanco y negro de las cosas. Por eso entiendo que la vida es una y la política, otra. Que la vida sigue y que es necesario esperar…
Por ejemplo: Las elecciones ya son lecciones que al parecer no atienden los arrogantes: la transición sigue su curso y pareciera que no será el PAN quien dará la pauta para el cauce a la democracia.
El mundo está afuera de la política, aunque los que gobiernan el universo dañan la vida personal de millones de personas con sus leyes que no se cumplen, dinero que no llega a los servicios más elementales e impuestos que indiscriminadamente son utilizados, más para servicios de unos cuantos, que para la sociedad.
Un lector atento me hizo ver que siempre achaco al PAN todos los males de México. Mi respuesta es simple: ellos son los que gobiernan desde la misma presidencia. Sobre ellos debieran ir las críticas.
Fue Calderón quien levantó las cloacas del narcotráfico y es el responsable de los sucesos de hoy, no los narcos. La estrategia fue fallida de nacimiento y estamos pagando los mexicanos las consecuencias. Se lo dijeron sus propios compañeros de partido, entre ellos Manuel Espino. No hubo una estrategia de guerra inteligente y se disparo el dragón dormido.
No se puede andar de príncipe valiente sin conocer al enemigo. Yo le recomendaría a Calderón leer Maquiavelo para Narcos, de Tomás Borges. Ellos saben más de estrategia que nosotros porque empezaron la guerra primero que nadie.
A los lectores que me critican les digo: no soy antipanista: soy antipresidencialista. Voy contra todo presidente que no sepa escuchar a los poderes del Estado. La democracia es eso: coparticipación. Si no se sabe escuchar el oído se atrofia y la democracia pierde.
Más que un estadista un presidente es una persona con sentido común. Es como el campesino que sabe qué sembrar según la temporada. Se nos olvida que el orgullo y la soberbia de un mandatario arrastra a millones de personas. Calderón necesita hablar consigo mismo, lejos de los Pinos, acaso en el bosque para encontrar los claroscuros y decidir por el bien de todos, ¡pero ya!
Y no es discurso. Es un razonamiento alejado del centro del país. Escribo desde Tijuana, hoy más tranquila porque los acontecimientos se fueron a Michoacán.

braulio.peralta@milenio.com

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