Escrito por Marcos Lopez Robles
Lo sintió casi de inmediato, la blandura bajo su abdomen le pareció extraña,era como si estuviera recostado encima de otro cuerpo, también sintió las pulsaciones y esa respiración algo agitada confundida con la propia, todo lo atribuyo a su cansancio, “estoy dormido” se dijo, debo despertar, no se cuanto tiempo tengo aquí, mis compañeros deben haber olvidado donde estoy.
De pronto un suave balanceo lo desconcertó, “me están moviendo en la camilla” pensó de nuevo e imagino que seria bueno abrir los ojos, ver quien le estaba haciendo tan desagradable broma y hasta darle un buen puñetazo, pero no se atrevió, una mano fría, muy fría le sujeto la
pierna izquierda y le clavo los dedos hasta el punto en que él casi grito de dolor.
De nuevo intento abrir los ojos, pero el terror era más fuerte, ¡estoy dormido, tengo que estar dormido! ¿Si no como es que no puedo abrir los ojos…ni moverme?
Un ruido seco lo hizo abrir los ojos y sentarse casi de golpe en la camilla, la habitación estaba tenuemente iluminada por las luces mortecinas de los focos de los patios traseros del hospital,
la hoja de ventana aun se balanceaba como si alguien la hubiera tratado de cerrar apresuradamente, rápidamente se asomo y alcanzo a ver la sombra del hombre que se metía en el área de laboratorios, ¡el químico! pensó, el me hizo esa broma.
Lo sintió casi de inmediato, la blandura bajo su abdomen le pareció extraña,era como si estuviera recostado encima de otro cuerpo, también sintió las pulsaciones y esa respiración algo agitada confundida con la propia, todo lo atribuyo a su cansancio, “estoy dormido” se dijo, debo despertar, no se cuanto tiempo tengo aquí, mis compañeros deben haber olvidado donde estoy.
De pronto un suave balanceo lo desconcertó, “me están moviendo en la camilla” pensó de nuevo e imagino que seria bueno abrir los ojos, ver quien le estaba haciendo tan desagradable broma y hasta darle un buen puñetazo, pero no se atrevió, una mano fría, muy fría le sujeto la
pierna izquierda y le clavo los dedos hasta el punto en que él casi grito de dolor.
De nuevo intento abrir los ojos, pero el terror era más fuerte, ¡estoy dormido, tengo que estar dormido! ¿Si no como es que no puedo abrir los ojos…ni moverme?
Un ruido seco lo hizo abrir los ojos y sentarse casi de golpe en la camilla, la habitación estaba tenuemente iluminada por las luces mortecinas de los focos de los patios traseros del hospital,
la hoja de ventana aun se balanceaba como si alguien la hubiera tratado de cerrar apresuradamente, rápidamente se asomo y alcanzo a ver la sombra del hombre que se metía en el área de laboratorios, ¡el químico! pensó, el me hizo esa broma.
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Gracias por el hospedaje en tu sitio amiga, te dejo un abrazo.
ResponderBorrarBEDA L. DOMINGUEZ.