Artículo publicado el 13 de junio de 2009
avilesdivan@hotmail.com
Justo en el corazón de la ciudad se encendió la primera vela. Enseguida se encendieron más y en el ambiente quedó un olor a cera fúnebre. La marcha había salido una hora antes desde la guardería ABC, el lugar de la tragedia y para las 7:00 de la tarde el contingente atravesaba el vado del río para encontrarse con el cerro de la campana y, a sus pies, las instalaciones de la Procuraduría General de Justicia: La misma.
Ahí, como durante el trayecto, otro montón de gente se sumó al tumulto. Sólo se escuchaban los murmullos y un ruido largo como de silencio.
Apenas era el quinto día de la desdicha, del amargo recuerdo donde murieron cuarenta y cuatro niños por el humo y por el fuego.
En esa marcha: la rabia, en esa marcha: el coraje, en esa marcha: las lágrimas y el color blanco de paz y de pureza como la que tenían cada uno de los niños hasta antes que ardiera todo el almacén que se utilizaba como guardería.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario