La primera persona que menciona Charly García es el Mágico González: lo deslumbró una vez que fue a la cancha de Atlanta y quiere saber si sigue en el club. La respuesta es que no, pero que Atlanta está por salir campeón. “Les traje suerte”, dice este Charly que sí, está hinchado y habla lentamente, pero con lucidez. Cuenta que hace gimnasia cinco veces por semana, que ensaya mucho, que está leyendo la biografía de Keith Richards. Dos detalles: el colgante con la cruz de San Benito (“es de mi novia, para ahuyentar a los malos espíritus”) y sus dedos, que, regordetes, ya no son aquellas garras de años atrás. Algo en él despierta ternura: en esa semisonrisa permanente hay mucha paz de rivotril, pero también algo de la auténtica. Charly parece ajeno al nerviosismo que causaron aquí, en las oficinas de la empresa productora de sus shows, las declaraciones de su hijo Miguel poniendo en duda su recuperación. Ahora está hablando de una vez que lo detuvieron en Ecuador y Gustavo Cerati lo contuvo: “Lo quiero mucho a Gustavo”.
¿Lo que le pasó a Cerati te hace pensar en lo que te podría haber pasado a vos con la vida que llevabas?
Lo que le pasó a Gustavo no fue por llevar la vida del rocanrol a ultranza. No creo que haya sido consecuencia de las drogas. Gustavo no es un santo, porque nadie en el rocanrol es santo, pero fue una desgracia. Hasta ahora no fui a verlo: me daba impresión. Pero lo voy a hacer esta semana o la otra. Voy a transmitirle todo mi amor y toda mi energía, y a apoyar un poco a la familia.
Hace poco Sabina dijo: “Decidí estar vivo en lugar de ser un cadáver mítico que vendiera muchos discos”. ¿La misma frase se aplica a tu caso?
Estar muerto y que se vendan tus discos no tiene mucha gracia, en eso estoy de acuerdo. Yo jamás decidí ser un cadáver, nunca tuve la intención de morirme. Pete Townshend decía: “Prefiero morirme antes de llegar a viejo”. Todavía está tocando, y debe tener 65 años. Tampoco creo en eso de que cuando me muera, las generaciones siguientes me van a recordar. No me importa, porque voy a estar muerto. Soy un adicto a la vida. Nunca pensé en suicidarme. Lo que pasa es que no tenía conciencia, obviamente estaba un poco del otro lado. Tuvo que pasar que me agarraran y ahí fue como darme la cabeza contra la pared. Después me puse las pilas para estar donde estoy ahora. Reemplacé las drogas por otra cosa, que se puede llamar amor, compasión, música. Eso es lo que soy en esencia. Llegué hasta un punto y paré.
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Tomado de clarín.com
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