martes, 10 de mayo de 2011

Día de Madres

Arturo Soto Munguía

“¡Aquí está la medalla que querías para mi abuelita!”.



Con esas palabras me contestó el teléfono el Alí, cuando le llamé para felicitarlo por haber ganado el oro en la olimpiada nacional que en la disciplina de lucha grecorromana, se lleva a cabo en Mérida, Yucatán.



Y a mi nomás se me atoró el sentimiento en la garganta, porque antes le había pedido que si se subía a lo más alto del podio, en este día de las madres, se acordara de la mía, que el año pasado nos dejó hechos un mar de llanto y un desierto de soledad, cuando se fue así, como era, pequeña y buena.



Y así me contestó el cabrón, cuando le llamé para felicitarlo por su victoria. Ni él podía hablar ni yo tampoco. Se agolpan muchas cosas en esos momentos y se atraviesan todas las palabras y las emociones, porque nada ha sido fácil para el Alí.



Me acuerdo por ejemplo de su llanto, cuando él estaba en Nicaragua, a punto de ser descalificado momentos antes de su participación en el Campeonato Panamericano de Cadetes, porque nomás no daba el peso. Y no sé qué hizo, el cabrón, pero le ganó a la báscula y luego le ganó a un gringo y luego le ganó a un nicaragüense y luego le ganó a un peruano, para traerse la medalla de oro. Y luchó tan bien, que se trajo además el trofeo al mejor luchador de ese torneo, en estilo grecorromano.



Me acuerdo de los casi cuatro meses que se ausentó para concentrarse en el Distrito Federal, antes de partir a Bulgaria y Holanda, de donde regresó con una medalla de bronce conquistada a puro pulmón, luchando con peleadores más pesados, ya que no hubo nadie en la categoría de 50 kilos.



Al Alí le plantearon la opción: o quedas fuera del torneo, o luchas en 55 kilos. Y el Alí le entró con los más pesados y les pegó una chinga a un norteamericano y a un francés. Perdió con un mexicano y se trajo una medalla de bronce que en esas condiciones, es de oro puro.



Allá en Yucatán, el Alí le dio el mejor regalo que podría darle a su mamá, en el mero 10 de mayo. Una medalla de oro que resume años de trabajo, de esfuerzo, de sacrificios, de remar contra las adversidades, contra dos entradas al quirófano, contra una burocracia mediocre, mezquina y centavera, de la que no vale la pena ni siquiera hablar, mucho menos en el día de las madres.



Día de emociones fuertes ayer. En pleno día de las madres, el Alí les partió la ídem a tres rivales, entre ellos el muchacho de Jalisco, que está rankeado en el número uno de los luchadores mexicanos de grecorromana.



Los otros dos peleadores llevaban la casaca de sus respectivos estados: Sinaloa y Guanajuato, y los combates fueron transmitidos por TVC Deportes en vivo, lo cual provocó una mañana agitadísima, que afortunadamente terminó pronto porque si no, a estas alturas ya no me quedarían uñas qué morder.



Los chavos presentaron pelea, pero de plano no tuvieron mucho qué hacer frente al sonorense, que despachó a ambos por la vía del toque de espaldas. Por la tarde, Alí enfrentó al jalisciense, con el que ya se había enfrentado en Querétaro hace unos tres meses, antes de partir a Europa, de donde regresó perrísimo.



Cabe precisar que el combate en Querétaro fue ganado por Alí, con lo que se sacó una espinita que traía clavada desde 2008, cuando el jalisciense le ganó el oro en la Olimpiada Nacional que tuvo como sede la ciudad de Monterrey, Nuevo León.



Además, Hugo Gutiérrez está rankeado como el número uno en todo el país, lo que prueba que es un joven deportista dedicado y talentoso y eso le ha valido para ser el hombre que represente a México en los Juegos Panamericanos que se llevarán a cabo en Jalisco este año.



Vale precisar también, que su clasificación como ‘primer hombre’ en los 50 kilos, deriva de un hecho circunstancial, ya que el año pasado Alí Soto no asistió a la Olimpiada Nacional ni al Panamericano de Cadetes, debido a que tuvo que ser intervenido quirúrgicamente por una lesión, justo una semana antes de la olimpiada.



El triunfo del luchador sonorense en esta Olimpiada Nacional es importante, porque lo clasifica directamente para el Campeonato Panamericano Juvenil que se llevará a cabo el próximo mes de agosto en Brasil. Si Alí sube al podio en ese competencia, asegura su pase al Campeonato Mundial Juvenil que tendrá lugar en Hungría, al comenzar el invierno.



La delegación sonorense de lucha grecorromana trajo excelentes resultados de Mérida, pues se vino con7 medallas de oro, cuatro de plata y 10 de bronce.



Lo siento mucho, pero este columnista está hasta la madre de contento y nada hay en estos momentos, que opaque la felicidad y el regocijo por lo que el Alí ha conseguido a punta de puros webitos.



Por cierto, termino con esa anécdota, cuando en el verano pasado, el Alí tuvo que ser intervenido quirúrgicamente por una lesión testicular. Se las comparto de nuevo, porque fue una desgracia de la que nos reímos juntos, en medio de las lágrimas:



Su capacidad de recuperación es asombrosa, no sólo en lo físico. En lo anímico, El Alí es un guerrero. Dos horas después de casi estar convulsionando por el llanto, la serenidad vuelve a su rostro.



Platicamos de un chingo de cosas. Él es ahora el que tiene mayor serenidad en el rostro y en las palabras.



Le cuento la anécdota de la señora que me sugirió una tanatóloga y la de cosas que se habrá imaginado esa bienaventurada madre, que pasaban por la cabeza de Alí en los momentos en que más lloraba, en su cama de hospital.



Pero no me deja terminar. Me interrumpe cuando le digo de la tantóloga:



“Oye, papá, le hubieras agarrado la palabra, porque a mi me operaron de los tanates”, dice.



Y estalla en una risa ahogada que lo hace abrazar su vientre herido y sugerir que no lo haga reír, porque le duele ‘la cortada’.



Este cabrón quedo enterito, digo yo, mientras río para disfrazar una lágrima.



Y con ella le agradezco a la doctora Cordero, cirujana de mano santa; al doctor que no sé cómo se llama pero coincidimos el domingo en los tacos de cahuamanta ahí cerca -y que por cierto están muy requetebuenos-; a las enfermeras, a la anestesista y a toda la banda que se aplicó como los buenos.



Por supuesto, al doctor Bernardo Campillo, al que ya habrá oportunidad de conocer personalmente para darle un abrazo, y al Vinko Sagrestano, que se movió rápido.


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