* Mujeres regresan a su país con sus parejas deportadas de EU
-- Optan por la unidad familiar aunque vuelvan a la pobreza
Por Danilo Valladares, corresponsal
Guatemala, 24 ago 12 (CIMAC).- “La policía fue a sacar a mi esposo del departamento donde vivíamos en el estado de Georgia (sudeste de Estados Unidos). Estuvo en la cárcel unos 20 días y de ahí lo deportaron a Guatemala. Seis meses después nos regresamos mis hijos y yo”, relata Sonia Méndez, de 25 años.
“Fue difícil regresar a Guatemala, pero me puse a pensar que quedarme tampoco podía porque ‘¿acaso la migración iba a dividir mi vida?’, me pregunté. Entonces decidí regresar”, cuenta.
Sonia, quien llegó en 2005 a EU como migrante irregular en busca de oportunidades, también pensó en los tres hijos de uno, tres y cuatro años de edad que había procreado con su esposo, Víctor Gabriel Simón, quienes se habían quedado sin padre tras la deportación de su pareja.
Así, esta guatemalteca renunció a los 300 dólares (3 mil 951 pesos mexicanos) que ganaba cada semana trabajando en labores de limpieza en Georgia, lo que ahora es sólo un grato recuerdo, pues está desempleada en su natal Concepción Tutuapa, al noroccidente de Guatemala.
Para volver a su país también dejó la pensión que recibía del gobierno de EU para mantener a sus tres hijos, algo que aún lamenta por las precarias condiciones económicas en que hoy se encuentra.
“Aquí no hay nada, una tiene que luchar para ganarse los frijoles, mientras que allá se vuelve uno carnívoro”, dice tras haber regresado a Guatemala en enero pasado.
Ahora, mientras Sonia cuida de sus tres hijos, su esposo, quien es maestro de educación primaria, da clases particulares con la esperanza de mejorar su situación económica cada día.
Junto con Víctor, quien vivió por 10 años en EU, fueron deportados otros tres guatemaltecos cuyas esposas siguieron los pasos de Sonia: regresar a Guatemala.
RETORNO A LA MISERIA
Otro fue el caso de Ingrid Shac, de 35 años, quien decidió volver al país centroamericano el 29 de julio de 2011 para no separarse de sus tres hijas.
“Decidí salir voluntariamente antes de que me fueran a quitar a mis niñas de 9, 11 y 15 años, porque si a mí me llegaban a deportar perdía a mis hijas y no tenía ningún familiar allá”, explica.
Shac recuerda con alegría cómo su situación económica había mejorado notoriamente en EU: “Trabajé en varias compañías de limpieza donde sacaba 300 dólares a la semana”.
Sin embargo, durante los últimos años la vida se tornó hostil para las y los migrantes irregulares en los estados de Carolina del Norte y Carolina del Sur, al noreste de EU, donde vivió por 12 años.
“Incluso me escapé varias veces de mi trabajo porque miraba patrullas de migración en las afueras. Otras familias habían sido detenidas y sus hijos los retenía el gobierno”, relata.
Pero además su licencia de residencia en EU estaba por vencer, así que optó por volver a Guatemala antes de ser deportada por el Servicio de Ciudadanía e Inmigración.
“Ahorita tengo una venta de granizadas (raspados) y estamos pensando en poner una venta de churrascos o tacos para ver si mejoramos nuestras entradas porque trabajo aquí no hay”, comenta desde San Pablo, en el noroccidental departamento de San Marcos.
Francisco Pellizari, de la Casa del Migrante de Guatemala, explica que estas deportaciones traen grandes desafíos económicos y familiares para mujeres y hombres que regresan de EU a su país de origen.
“Los hombres no quieren regresar en cierta manera ni con su familia tras el fracaso de no haber logrado su cometido, mientras que las mujeres son acogidas en sus familias para superar la situación”, abunda.
12/DV/RMB
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