Por:
Sylvia
Teresa Manriquez
Árbol.
Llegar
a tu encuentro es hacer un alto en este día, detener el momento.
Saludarte,
conocernos, acercarme. Me permites tocarte. Siénteme. Aquella niña
que se trepaba a tus ramas para cazar chicharras. A la que el viento
jugando en tus ramas alborotaba el cabello, lo mismo que ahora.
Mírame,
traigo a la adolescente enamorada que conoció bajo tu sombra el
primer beso de amor. No tenía sabor y tú me confortaste como en un
generoso abrazo.
Tengo
aquí a la joven que apasionada se miró desnuda en los ojos de su
amado, en el tálamo de tus raíces cómplices.
Déjame
abrazarte. Olvidar calles, nombres, horarios, gente.
Permite
fluir a tu ritmo, madurar a tu imagen. Arraigada a esta tierra pero
libre para atisbar el destino entre tus ramas.
Pegada
a tu tronco, los pies en la tierra como tus raíces, la respiración
cual aire que baja de tus ramas.
Fluyendo
en este instante, como savia en tus venas.
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