Columna “Voltear la hoja”
Por Sylvia Teresa Manríquez
Bahía de los poetas
Si un día me marcho lejos de más no poder, qué sería de esta bahía.
Si algún día las hojas de este almendro se secaran.
Este viejo almendro recostado junto a la arena sucumbiera ante la fuerza de una ola.
Si la arena revuelta con restos de coral y piedras desapareciera por completo,
dónde gritarían los viejos pájaros que bajan a beber agua al manantial, dónde construiría pequeños diques el rey niño que vive en estos lares.
Jesús Rito
Me gusta la poesía como ésta, que me llena de sensaciones e imágenes. También me gusta la que habla de colores, cosas, amores, gente, vida y muerte, y la que habla de mi país, de sus dolores y cuentas pendientes.
Me gusta la poesía que inspira, la que regocija, también la que hace llorar, gritar y reflexionar.
Me gusta la gente que puede plasmar todo eso en poemas que trascienden fronteras de tiempo y lugares.
Me gusta la poesía, por eso celebro cada vez que conozco poetas. Jesús Rito pasó por Sonora y se detuvo en mi casa, Radio Sonora. Él hace poesía desde que nació porque ¿de qué otra manera pudo venir al mundo en una isla si no es rodeado de poesía?
Dice que le gusta leer y hacer poesía desde una hamaca, y yo no puedo evitar pensar en esa analogía de la vida. Igual que en la hamaca la vida va y viene, a veces arrulla y otras preocupa, marea.
Estoy de acuerdo con él, en que no toda la poesía es para endulzar. Creemos y necesitamos esa poesía que nos proyecta, que nos mueve, nos golpea, nos pone alertas, que necesita nuestra pluma para expresarse.
Le pregunté sobre el oficio de hacer poesía en estos días, dice que es urgencia de recordar la necesidad de escribir, de decir. Porque las poetas, los poetas, están en todas partes; en las casas, en las oficinas, en las escuelas, en las calles, en los caminos, en el periodismo, en todas las profesiones.
Desde todos los lugares realizan su oficio. Hablan de mercados y microbuses, de merolicos y vagabundos, de sueños y realidades. Le pedí a Jesús Rito más de su poesía y me entregó a Oaxaca en sus letras:
Oaxaca, aparta de mí este cáliz.
Te lo pido yo,
Que me llamo Jesús
Y no temo morir en la cruz,
Pero sí temo morir de gangrena social, cultural y natural.
Aparta de mí lo que vayas a darme.
Oaxaca la bella, la ancestral, la mágica.
Aparta de mí a cada turista que bebe mezcal,
que se toma fotos con niñas descalzas,
que grita, ¡Viva Zapata, Viva Juárez¡ por los callejones de cantera.
Me gusta la poesía de Jesús Rito porque habla de nosotros, del hoy y aquí. De su tierra que también es nuestra, del temor generalizado de que la gangrena social, como él dice, no se detenga hasta absorber el último resquicio de cordura.
Este sentido social de la poesía me resulta necesario. Cuando habla de violencia, injusticias, de reconocernos o ignorarnos entre nosotros mismos.
Cómo él, reconozco que hace falta promover su lectura, continuar formando gente que lea poesía, para no olvidar el nombre de las y los poetas ni sus palabras, para no sentir que se van quedando solos, solas, dejándonos en la orfandad con tanto mar de esperanza por delante, como sentencia Jesús Rito:
Nos vamos quedando solos,
y a veces quisiera quejarme de eso.
Nos vamos quedando solos en medio del mar
cuando el sol se oculta.
Como no somos de ninguna parte,
no nos deben doler las partidas.
Nos vamos quedando solos,
con tanto mar por delante.
Si un día las y los poetas se marchan de más no poder, estoy segura nuevas plumas que aprendieron bien, manifestarán propuestas, sueños e ilusiones en esa bahía de letras necesaria para sobrevivir.
@SylviaT sylvia283@hotmail.com
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