jueves, 20 de septiembre de 2007

Si los santos te dan la espalda

Manual para canallas
Roberto G. Castañeda
20 de septiembre de 2007
http://www.eluniversal.com.mx/columnas/67406.html

Si los santos te dan la espalda
La bala apenas le rozó el brazo, lo que habla de la mala puntería de quien disparó, pero El Rikki besó su rosario y agradeció la ayuda divina: Gracias San Juditas, me cai que luego te llevo tu veladora, pensó mientras se limpiaba la superficial pero escandalosa herida. Antes de irse para su casa pasó con El Rulo para ver si le hacía un paro. “No mames, pinche Rulo, por poco y me carga el payaso”, le dijo apenas entró. Su cuate entendió en cuanto vio la mancha de sangre. “Pásale wey, ahí en el baño hay alcohol, y deja ver si te consigo una venda”. El Rikki se clavó sin saludar a nadie, porque sabía que la vieja del Rulo ni lo tragaba. “Pinche vieja, te crees la gran nalga”, le escupió el día que le tiró la onda y ella lo bateó: “Estúpido, pero deja que despierte El Rulo y le voy a decir que te pasaste de lanza”. Aquel día estuvieron bebiendo hasta que amaneció, pero El Rulo se quedó dormido. El Rikki ya andaba bien pasoneado con una piedra y los tragos, así que se le hizo fácil meterle mano a la esposa de su cuate. Cuando Mireya le dijo a su marido, éste le contestó como el típico imbécil que suele ser: “Estás loca, El Rikki no haría eso. Además, seguro andas de ofrecida”. Ella azotó la puerta y se encerró a llorar. Unos días después, en otra peda, El Rikki se justificó: “No manches, mi Rulais, tu vieja se aloca cuando pistea”, hizo una pausa para mirarlo a los ojos, “fíjate que cuando estábamos sentados me abrazó y me quiso dar un beso, pero pues tu sabes que entre la bandera no nos andamos con mamadas, verdad”. El Rulo sintió cómo se encendía su rostro. “Yo nomás le dije que se alivianara y me paré en chinga, entonces ella como que agarró la onda y ya mejor se quedó tirada en el sillón”, añadió El Rikki, “pero no pienses mal, Rulais, se me hace que pensó que eras tú, ya sabes que las pinches viejas se pierden con el trago”. No hay pex, contestó Raúl, y siguió en el desmadre. Pero esa madrugada llegó a su casa bien machito y se desquitó con Mireya. Y cuando la golpeaba no dejaba de repetirle que era una zorra. Mientras eso sucedía, El Rikki se carcajeaba frente a una teibolera sin escrúpulos y menos ropa.
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“Qué tranza barrio, ponte para unas guamas”, me dijo aquel escuincle de cabellos erizos antes de que entrara a la tienda. “Camarón, ahorita que salga le atoro”, respondí. Compré unos cigarros, un par de cocas y dejé pagadas dos caguamas. “Ya está, ese, ahí pides un par de guamas”, le dije cuando pasé junto al chaval y sus dos amigotes. “Va´mba padrino, ya estás en el compás”, se alegró y yo maldije que el muy ojaldra ni siquiera fuera capaz de dar las gracias. Y así era algunos domingos, cuando no me gorreaba un cigarro me sacaba una chela. Luego supe que le decían El Rikki, pero que no se llamaba Ricardo, como supuse, sino Christopher. Él mismo me comentó que lo de Rikki era porque en los teibols le gustaba pedir vodka Rikki, que es la peor combinación del mundo, pero él sentía que eso era muy elegante. Pobre diablo. Y me enteré que era ratero de la manera más común. Un día me ofreció un reloj swatch en 300 varos, otra ocasión trató de venderme un autoestereo “bien bara, barrio, nomás porque ando bien erizo”, y luego quería 500 pesos por un i-pod “nomás porque me caes pocamadre, aunque seas medio mamila”. Siempre le dejé claro que cuando quisiera le invitaba las cervezas, pero que no le iba a comprar nada. Cuestión de principios. Y aunque lo entendió, nunca dejaba de ofrecerme cualquier cosa, “ya sabes, carnalito, es roberto, como tú”. Al principio no entendí, pero ya luego me dijo que “es roberto” quiere decir que “es robado”. Vale gorro, si la gente usara su ingenio para cosas productivas, este país sería una potencia mundial.
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Los días 28 de cada mes, El Rikki se lanzaba a la iglesia de San Judas Tadeo, allá por el metro Hidalgo, con su enorme santo de yeso que estaba cargado de escapularios y listones rojos, verdes o blancos. Siempre eran mandas, un ritual de agradecimiento porque “sanjuditas es mi protector”, decía con seriedad, “porque me ayuda a buscar la chuleta”. Nunca he entendido esas cosas, pero soy muy respetuoso de las creencias de la gente. Lo que me brincaba era que necesitara ayuda divina para hacer el mal. Bueno, las teiboleras tienen su virgencita en el camerino y los narcos tienen en Malverde a su santo patrono, así que nada debería extrañarme. En fin, que El Rikki cumplía religiosamente con sus visitas a la iglesia. Aún así, un día le fallaron los rezos o sus escapularios eran piratas, porque lo fueron a balear afuera de un Oxxo. Hay quienes dicen que intentó atracar a un judas de verdad. También se rumora que lo traicionó su cómplice después de que asaltaron la tienda. Lo cierto es que su madre y sus hermanas se pusieron histéricas cuando lo vieron tirado sobre el asfalto. No hay rezos, ni plegarias que sirvan de algo si los santos te dan la espalda.

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