lunes, 15 de junio de 2009

JEP


La letra desobediente
Braulio Peralta

2009-06-15


Nunca me he atrevido a escribir de él porque presiento que pasaré por su ojo crítico y seré demolido. Es de las estirpes extintas que lo develan a uno. Ya no está el mundo acostumbrado a esa erudición aparentemente en extinción. Es casi un animal raro: inmerso en una torre de babel donde solo existe el papel impreso para ser absorbido por la mente y la mirada. Es el mismo constructor, destructor y renovador de las palabras, el traidor de la traducción para traernos versiones de otros grandes escritores a nuestra lengua. El autocrítico que es capaz de revisar, corregir y aumentar la primera edición de sus primeros y últimos poemas.
Como el cuento de Chéjov, ¡Shhht!, donde escribe que un escritor se deletrea. Escribir es algo más que un acto de fe, una necedad, un gusto. Hay que aprender también a borrar, tachar, quitar, rehacer; desaparecer lo realizado y volver a empezar. Sin preguntarse cómo pasa el tiempo porque es la forma de construir el que serás leído más de una vez. Es cuando realmente la dimensión de la palabra encuentra a sus lectores. Si las letras crecen con vida, renacerán e irán más allá de la muerte de un escritor. Así sea.
Escribir como si fuera nuevo lo que ya sabemos de la vida, y resultar inimitable aún cuando pertenezca a esa tradición de sabios que entienden que la originalidad no es una cuestión de estilo sino de pensar y sentir. Un crepúsculo nunca será el mismo. Solo una mente emocionada puede saber que las palabras vivas cambian, mutan, chillan, se transforman en el tiempo de uno.
Es de los que piensan y hace pensar: la esencia de un escritor que se angustia ante la acumulación de libros que no leerá. Una curiosidad infinita lo arrebata ante una biblioteca. Sabe que el mundo está allí y que el resto es calle, ruido, sordera, ideología, acumulación de discursos vacuos. Lo que no le quita un ápice su compromiso con la sociedad. Los que lo hemos leído tendremos una deuda, tarde o temprano.
Por fortuna no está solo. Sabemos que una mujer está siempre a su lado. Que se acompañan en su soledad. Como se queda la tarde y el bosque, sin testigos, mirándose, cuando llega la noche, o amanece. Es la rosa de su jardín. La paz interior para crear en libertad.
Y ya me callo. Hubiera sido mejor no decir nada, lo sé. Pero no pude resistir la tentación de decirle, ¡feliz 70 cumpleaños JEP! Gracias por ser y estar.


braulio.peralta@milenio.com

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