martes, 23 de junio de 2009

Playboy y los rumbos del periodismo erótico (Comentario de Paul Alonso)

PERIODISMO EN LAS AMERICAS



El imperio Playboy comienza una nueva etapa este julio de 2009. Por primera vez tendrá un director general que no es parte de la familia Hefner: Scott N. Flanders tratará de remontar la crisis en que se encuentra Playboy, hacer nuevos socios empresariales y un uso más lucrativo de la marca —ese conejo juguetón y encorbatado que ha estado en demasiados lugares—, y adecuarse al medio digital.
¿Sobrevivirá uno de los referentes más polémicos de la cultura popular y el periodismo gráfico de los últimos 56 años?
Desde que Marilyn Monroe apareció en la portada de la primera edición de la revista Playboy en 1953, el mundo de los medios ha cambiado mucho y la revolución sexual se ha vuelto una dictadura. Hace algún tiempo pocos hubieran pensado que el
mítico Hugh Hefner consideraría vender su revista (por cerca de 300 millones de dólares) tras la renuncia de su hija a la dirección. Es más, el binomio periodismo-erotismo parecía tener un lugar tan privilegiado como el de las cucarachas en la cadena de extinción. Sin embargo, Playboy ha sufrido grandes pérdidas (13,7 millones de dólares sólo el primer trimestre de 2009), su lectoría decreció en más del 50 por ciento, tuvo que cerrar sus oficinas en Nueva York, y despedir alrededor del 25 por ciento de sus empleados. Han acusado a la crisis económica y a la pornografía gratuita en Internet de la debacle de la revista.

Sin embargo, con una circulación alicaída de 3 millones de copias mensuales (en noviembre de 1972 vendió más de 7 millones de ejemplares), Playboy ha liderado el mercado de las revistas masculinas, que incluye desde sus primeras competidoras de los setenta —Penthouse y Hustler— hasta otras más recientes como Maxim o FHM.
No sólo por esto el caso de Playboy es sintomático, sino también por el influyente rol cultural que ha tenido la revista durante más de medio siglo. La historia de
Playboy está intrinsecamente ligada a la mejor tradición del periodismo narrativo norteamericano. Una misma edición —la de diciembre de 1968, por ejemplo— reunía textos de Truman Capote, Lawrence Durrell, Allen Ginsberg, Arthur Miller, Henry Miller, John Updike, un ensayo de Marshall McLuhan y hasta la primera traducción al inglés de un poema de Goethe.


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