Clementina Díaz y de Ovando la alegría de vivir
Patricia Galeana*
Artículo publicado en el año de su fallecimiento.
E
l pasado 18 de febrero concluyó la fructífera existencia de la doctora Clementina Díaz y de Ovando, presidenta honoraria vitalicia de nuestra organización.
Nuestra querida Clemen, como le decíamos todas con cariño, fue una mujer ejemplar, amante de su patria, de su universidad y defensora de nuestro género. Dedicó su vida a escribir la historia del siglo XIX mexicano y de la institución que la formó, la universidad histórica de México.
Su primera vocación fue la docencia; fue profesora de literatura de la Escuela Nacional Preparatoria y después maestra de todas nosotras. Sus enseñanzas abarcaron no sólo el campo profesional, sino la vida misma.
Doña Clemen abrió brecha para las mujeres en el campo de la investigación. Ingresó en el Instituto de Investigaciones Estéticas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) como ayudante de investigación en 1943. Posteriormente se convirtió en la primera mujer en dirigir un instituto de investigación en nuestra universidad. Fue también la primera mujer miembro de la Junta de Gobierno de nuestra máxima casa de estudios, en 1976. Su obra le mereció ser reconocida como investigadora emérita y recibir el Premio Universidad Nacional en Investigación en Humanidades.
Grande es el legado que nuestra Clemen aportó a la historiografía universitaria. Su historia La Escuela Nacional Preparatoria, los afanes y los días es lectura obligada para conocer la evolución de la educación en México. También sobre nuestra universidad escribió El Colegio Máximo de San Pedro y San Pablo; La Ciudad Universitaria, reseña histórica 1929-1955; Odontología y publicidad en la prensa mexicana del siglo XIX, entre otras obras. Fue la cronista de la UNAM, institución a la que dedicó más de setenta años de vida profesional.
Pionera en todo, fue también la primera mujer miembro de número de la Academia Mexicana de la Historia y de la Academia de la Lengua, consejera de la Fundación UNAM y de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos.
Sobre el siglo XIX, Díaz y de Ovando estudió a los personajes de la generación más brillante de nuestra historia, la que construyó su Estado nacional. Destacan suAntología de Vicente Riva Palacio –su Chente, como le decía con cariño– y las obras completas de Juan Díaz Covarrubias, Ignacio Manuel Altamirano y Juan Mateos.1
Nuestra historiadora fue también pionera en dar a la prensa periódica carácter de fuente primaria para la historia. Y fue a la vanguardia historiográfica al dedicarse a la historia social y cultural. Estudió tanto las conmemoraciones cívicas como las fiestas populares; igual los cafés que los bailes, los anuncios de ocasión que las modas. Trabajó con un entusiasmo sin igual todas las manifestaciones culturales, las artes plásticas, la literatura y el arte culinario.
El amor a su patria está presente en todas las líneas que ha escrito, así como en todos los actos de su vida. Solía decir con orgullo que era más mexicana que el mole.
Desentrañando documentos olvidados, revisando minuciosamente periódicos de épocas pasadas, leyendo entre líneas lo que éstos sólo pueden decir a quien tiene su sensibilidad y conocimiento, o estudiando nuestra idiosincrasia a través de corridos y guisos, Clemen reconstruyó nuestro pasado en textos amenos que nos transmiten la alegría con que hacía su trabajo, constante durante toda su vida. Esa alegría inmensa que solamente tienen quienes viven en conciencia tranquila, porque han logrado una vida plena.
En palabras del poeta Rubén Bonifaz Nuño, doña Clementina fue un
dechado ejemplar de cumplida humanidad; su calidez envolvió todo lo que tocó. De ella escribió el poeta:
no aspira a la perfección seguramente porque la ha conseguido. Poseía la sencillez de la sabiduría.
Clemen fue también una mujer comprometida con los derechos humanos de las mujeres. Feminista militante, siempre optimista, su ejemplo nos anima a proseguir en la lucha por la causa de las mujeres. Fue un sol que irradiaba la alegría de vivir. Siempre estará en nuestro pensamiento y en nuestro corazón.
1 Crónica de una quimera: una inversión norteamericana en México en 1879,por sólo mencionar algunas de ellas.
Fuente: www.jornada.unam.mx/2012/03/20/opinion/020a1pol
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