"Cada página es comestible y cada palabra se respira, pasa a los pulmones, a la imaginación, al pensamiento". Esto ha dicho Manuel Vicent, presidente del jurado del XIII Premio Alfaguara de novela, sobre El arte de la resurrección, la novela ganadora de esta edición. En ella el escritor chileno Hernán Rivera Letelier cuenta la historia del Cristo de Elqui, un personaje real que en los años cuarenta recorrió Chile anunciando el fin del mundo. Esta mañana, en la entrega del premio, Vicent ha destacado el sentido musical de Rivera Letelier y ha señalado que la historia que el autor de Antofagasta cuenta en su novela es "actual", pero también "medieval o renacentista o de cualquier época porque las pasiones que retrata no han cambiado a lo largo del tiempo". La peculiaridad en el caso del libro ganador es que "estas pasiones están diluidas en las historias del desierto".
Tras las palabras de Vicent, Ignacio Polanco, presidente del grupo Prisa, ha hecho entrega a Hernán Rivera de un premio que consiste en 130.000 euros, una escultura de Martín Chirino y, como reza su lema, "400 millones de lectores". Desde mañana mismo, al ganador le espera una gira que le llevará hasta otoño por toda América Latina. En estos días, de hecho, Andrés Neuman, ganador de la edición de 2009, publica Cómo viajar sin ver (Alfaguara), su particular diario de ese maratoniano periplo.
Premio en versión digital
Este año, además, Polanco entregó a Rivera Letelier un libro electrónico con la versión digital de El arte de la resurrección. El Alfaguara se convierte así en el primer galardón literario que se publica en España en ese formato. Esa versión estará disponible para los lectores a finales de este mes en la plataforma Libranda, que reúne, entre muchas otras, a grupos editoriales como Santillana, Planeta y Random House Mondadori y que será presentada en público el próximo 8 de junio, durante la Feria del Libro de Madrid.
El sobrio acto de entrega del premio Alfaguara lo ha cerrado el propio premiado con unas palabras en las que ha reconocido su sensación de "ser un impostor" y su temor de que "un ejecutivo de Alfaguara" le tocara en el hombro antes de mandarlo de un "puntapié" a su país, a su desierto. Hernán Rivera Letelier ha recordado también que fue su madre la primera persona a la que oyó hablar del Cristo de Elqui, un personaje que fue apareciendo en varias de sus novelas hasta alzarse con el papel protagonista en El arte de la resurrección. "Venís más descachalandrao que el Cristo de Elqui" fueron las palabras de su madre. Él venía sucio y desastrado de jugar en ese desierto que para el escritor fue su patio de juegos y su territorio mítico: "El desierto de Atacama es mi Comala, mi Macondo, mi Santa María".
Tomado de
Sin haberla leido, pero por el tema la novela de Letelier me parece proxima a aquella novela de Vargas Llosa: La guerra del fin del mundo, donde un iluminado recorre (en ese caso Brasil), por otro lado hace no mucho Letelier ofrecio una entrevista donde hay perlas como las
ResponderBorrarsiguientes:
* Viví 45 años en el desierto, de los cuales trabajé 30 de minero. Pero mientras estaba en la mina, escribía y leía. Ahora soy un poeta que hace novela.
*Es el desierto (el de chile) más cabrón del mundo. Con una temperatura durante el día de más de 46 grados que bajaba por la noche hasta 10 grados. Tenía un sueldo miserable y un trabajo a flor de tierra y viento. Era muy duro.
*Soy autodidacta ciento por ciento. Lo poco y nada que sé ha sido leyendo a los maestros: muchos poetas chilenos y García Márquez, Vargas Llosa, Borges...
*Creo que porque no fui un resentido social ahora no soy un soberbio de mierda.
*Las prostitutas afloran solas, llegan sin que yo las llame. Fueron fundamentales en la Pampa. Su labor social fue impagable. Sin el aporte social de estas hembras, la conquista de ese desierto hubiera sido doblemente dura. Ellas eran el único oasis para los mineros.
Un abrazo