Letras Libres, JULIO DE 2006
por Ricardo Cayuela Gally
Analizar el futuro de la libertad hoy pasa inexcusablemente por no perder de vista el integrismo islámico. Nadie mejor para recontar sus peligros que Ayaan Hirsi Ali, la diputada holandesa-somalí amenazada de muerte porsu denuncia constante de la situación de las mujeres en el mundo musulmán.En marzo pasado, la parlamentaria holandesa de origen somalí Ayaan Hirsi Ali visitó Madrid para presentar Yo acuso. Defensa de la emancipación de las mujeres musulmanas (Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores), una recopilación de sus ensayos y entrevistas publicados en los últimos años.
Con una historia personal trágica –forzada a la ablación por su abuela, exiliada política de su país por la lucha de su padre contra la dictadura de Mohamed Siad Barre–, Ayaan Hirsi Ali, después de vivir en varios países musulmanes, entre ellos Arabia Saudí, escapó de las redes familiares ante la inminente concreción de un matrimonio concertado, y pidió asilo político en Holanda, donde empezó a trabajar de intérprete en centros de acogida para inmigrantes somalíes. En este país, laico, liberal e igualitario, descubrió la prisión que su religión impone a las mujeres en aquellas regiones regidas por la sharia. Este despertar de la conciencia crítica se transformó en activismo político frente al mudo horror de los atentados del 11 de Septiembre, cometidos en el nombre de Alá.
Conocida en España por ser la guionista de la película que le costaría la vida a Theo van Gogh, Ayaan Hirsi Ali es una defensora de la libertad que ha sabido construirse un destino personal apasionante, ajeno al forzado sometimiento en que viven y mueren muchos millones de mujeres musulmanas. Irónica y divertida, pese a vivir amenazada de muerte, la claridad expositiva de Ayaan Hirsi Ali la convertirán, sin duda, en un referente intelectual ineludible en los años por venir, alejada en todo momento del arquetipo de radical y ave de tempestades en que la progresía europea la ha encasillado, ciega ante la amenaza del nuevo fascismo: el islamismo radical.
La mayoría de los musulmanes vive en países en que no existe separación entre la religión y el Estado y no tiene la posibilidad de llevar una vida al margen de las obligaciones religiosas. En este sentido, su historia personal, y el modo en que ha construido su pensamiento crítico es, en verdad, admirable. ¿Puede explicar los momentos clave de su vida que la empujaron hasta su postura actual, comprometida con la defensa del laicismo?
Hay muchos momentos clave, pero el catalizador que me hizo reflexionar sobre el islam fue el 11 de Septiembre. Fue ver en directo por televisión los edificios cayendo y a la gente saltando por las ventanas, unido al dogma fundamental de mi religión,“Alá es el más grande”. Inmediatamente después de los ataques y cuando estuvo claro que se hicieron en nombre del islam, los líderes occidentales, como George Bush y Tony Blair, empezaron por hacer un llamamiento a los musulmanes diciendo “esto no corresponde a vuestra religión”. Pensé en ello cuando me enteré de la carta escrita por Mohamed Atta: yo no podía fingir que aquello no se hizo en nombre de mi religión, porque era coherente con muchas de las cosas que yo había visto en el islam. Lo que me pregunté fue: ¿cómo me relaciono a partir de ahora con mi religión? Y así es como empecé.
Y en su vida, ¿no hubo antes sucesos dramáticos que la distanciaron de los valores opresivos que puede entrañar su religión?
Sí, pero era flexible, pasiva. Desafié la elección de mi padre y nuestra cultura del matrimonio, pero siempre excusaba al islam, como casi todos los musulmanes. Me negaba interiormente a establecer una conexión entre las libertades que me quitaban como mujer y lo que dice el Corán. Yo era creyente. Ya en Holanda me creé unas condiciones para no tener que pensar más en la religión.
¿Cuáles son las responsabilidades de los musulmanes que viven en Europa? ¿Cómo pueden compaginar la fidelidad a su herencia religiosa y el respeto por las leyes laicas?
Yo sólo puedo hablar por mí. Lo que hice fue aprender de la experiencia de los cristianos, los judíos y demás, echando mano de su tradición y de la Ilustración.
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