Mal aterrizaba El Zancudo la madrugada de ayer domingo de regreso a Hermosillo con las alforjas llenas de buenas noticias y motivos para estar contento, cuando una llamada me aterriza de fea manera en la realidad de una ciudad sin gobierno.
O con un gobierno de progreso y modernidad virtuales que me hicieron recordar el pasaje de un cuento de Gabriel García Márquez, en el que aparece un candidato en campaña por un miserable pueblo de la costa colombiana, montado en un templete dirigiendo un discurso de ornamento retórico, mientras detrás de él unos campesinos harapientos y descalzos sostienen grandes carteles con paisajes bellísimos que ocultan el desolado páramo donde la vida se extingue entre el vapor caliente y apestoso a pescado podrido y desesperanza infinita.
Y es que el domingo por la mañana, los chorrocientos millones de pesos que se han invertido en el mejoramiento, la capacitación, la modernización, la profesionalización de la corporación policiaca municipal; las cifras sin precedentes de un gobierno donde lo que no es histórico es inédito (je) y que se han traducido en una ciudad limpia, ordenada, segura… sobre todo segura, tuvo su manifestación más nítida justamente frente a las oficinas de Diario del Yaqui en Hermosillo.
La nota detallada de los hechos aparece en esta misma edición, aquí sólo consigno brevemente los hechos: un par de agentes de la corporación municipal que apenas la semana se hizo cargo de disolver a punta de macanazos una manifestación pacífica de pescadores desempleados -vaya paradoja- por falta de permiso para trabajar, arremetieron contra uno de los ‘lavacarros’ que se ganan la vida a punta de franelazos frente al edificio de esta casa editorial.
Como otros muchos, vale decir, que engordan la estadística del desempleo, la pobreza extrema y por qué no decirlo, eventualmente también la estadística delictiva, en otras tantas calles del Hermosillo próspero y moderno que tanto se publicita, sobre todo en la televisión, que hace las veces de los bellos paisajes en las pancartas del cuento garciamarquiano.
El pretexto: un reporte de robo en el sector; el recurso: la rudeza innecesaria en el sometimiento y la detención; la variable, demasiados testigos, entre ellos uno que les llamó la atención a los agentes por el uso excesivo de fuerza, la violencia desmedida.
No lo hubiera hecho. Los agentes se le fueron encima, lo increparon, lo jalonearon, le gritaron -aunque esto último se justifica, pues el testigo involuntario padece de una severa discapacidad auditiva-, y lo subieron también con rudeza innecesaria a la patrulla.
Y se lo hubieran llevado detenido, si no es que el señor, que en esos momentos realizaba sus ejercicios matinales montando una bicicleta de montaña, se identifica como el coordinador de la corresponsalía de Diario del Yaqui en esta capital, donde las cosas en materia de (in)seguridad pública van de mal en peor.
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