Sylvia Teresa Manriquez
28/Febrero/2011
Dame una mano, dame la otra,
Dame una mano, dame la otra,
dame un besito que sea de tu boca.
Doña Rita. Siempre activa, generosa, acompañada aunque nadie viva con ella. La algarabía de los juegos del jardín de niños ubicado justo frente de su casa da alegría a sus mañanas.
70 años y sigue cantando. Por ahí, también pasan los niños rumbo a la primaria cercana. Le gusta observarlos, le recuerdan su infancia y con ella la amistad. Esa que sabe a paleta de hielo y juegos de pelota en el recreo.
La amistad nos elige, dice. Por eso cuando estamos viejos tenemos pocos amigos.
¿Como nos escoge la amistad, Doña Rita?
Es complicado. Desde que somos chiquitos nos pone pruebas, y las vamos pasando o no. Tú crees que escogiste a tus amigos, pero no. Es la vida la que elige.
¿Y el amor?
¡Ah! Allí es diferente. El amor está en todos, pero lo escondemos.
¿Dónde aprendió estas cosas, Doña Rita?
Ay mijita, viviendo tantos años. Aprendiendo a reír aunque me ahoguen las desgracias, si no, no habría sobrevivido tanta tragedia.
oña Rita, viuda, es madre de dos mujeres y un hombre, adultos todos. Aunque tiene carencias, a veces no sabe si podrá pagar el recibo del agua o el de la luz, siente que tener el amor de su hija que vive aquí, y la amistad de sus vecinas, es lo que da sentido a su vida, aderezada por las rondas del jardín de niños, como si fueran alegorías de buenas épocas.
Y es que Doña Rita encontró en el amor y la amistad el secreto para sostenerse. Cuando se dice sana porque no es envidiosa, ella es acertada.
La amistad es más que amor. Es una relación afectiva entre una o más personas. Puede surgir en forma espontánea, o tardar años en manifestarse. Hay quienes le dan distintos grados de importancia, dependiendo del entorno en que surge la relación. Para disfrutar de una agradable y duradera amistad se requiere blindarla con cariño, buena voluntad, armonía y “mucho aguante” parafraseando a Doña Rita.
Se han realizado experimentos para entender la relación entre salud y amor, de los que se desprende que cuando estamos enfermos y tenemos a alguien que se preocupe por nosotros la recuperación es más rápida que la de alguien que está solo. Además, con el amor la calidad de vida es mejor, por eso la gente feliz se enferma menos.
Doña Rita tiene razón en lo de la envidia. Los sentimientos negativos se neutralizan con emociones positivas, que surgen con la amistad legítima, por ello nuestro organismo funciona mejor si contamos con buenos amigos. Cuando tenemos problemas y estamos solos, somos proclives a la tristeza y depresión. Se dice que el amor prolonga la vida. Con el apoyo de los demás los problemas se aligeran.
Le pregunto a Doña Rita: Y con las noticias que nos hablan de sicarios y delincuentes, que parecieran no saber que es el cariño al prójimo, ¿Ha cambiando su idea del amor y la amistad?
El amor mi esposo me lo daba. Antes de irse a trabajar me dejaba un beso y yo me le quedaba viendo. Un día no volvió. Lo mataron. Sin deberla ni temerla. Unos cholos lo asaltaron, no traía más que lo del ruletero. Nadie explicó, y nadie se disculpó, ni ayudaron con los gastos del funeral, y yo sola. Gracias a mis vecinas y a mi hija lo sepultamos humildemente. Esa gente que mata es gente necesitada de los demás. Buscan reconocimiento pero de mala manera. Si hubiera más sonrisas, más gestos cariñosos, habría menos delincuentes. Pero es difícil que cuando pasa algo como lo de mi esposo te den ganas de dar afecto.
Pensando en esto, el valor de un abrazo se vuelve insospechado. Puede consolar más que mil palabras y aliviar más que cualquier sesión terapéutica. Pero tenemos miles de barreras y prejuicios para atrevernos a compartirlo.
Hay certeza en las palabras de Doña Rita. La soledad nos vuelve seres incompletos. El afecto es fundamental en nuestra personalidad. Saber darlo y recibirlo es un aprendizaje de todos los días.
Esta mujer nos da un ejemplo de cómo fortalecer ese amor que tenemos bien guardado como entre capas de una cebolla. Se preocupa por la hija que se amargó con la manera en que murió su padre. Y ella, a pesar de la tristeza, seguirá honrando la memoria de su viejito, según sus palabras, sonriendo cada día y ayudando a quien toque su puerta.
Hoy el valor de la amistad parece estar en peligro de extinción. Ante la preocupante realidad que envuelve al país se hace difícil sonreír espontáneamente, saludar con un apretón de manos, o brindar un cálido abrazo.
La figura de Doña Rita nos plantea de nuevo la necesidad de recuperar el camino de la amistad solidaria. Esa que ella observa a diario en los juegos sin malicia y sonrisas sencillas de los niños que pasan por su casa.
Doña Rita. Siempre activa, generosa, acompañada aunque nadie viva con ella. La algarabía de los juegos del jardín de niños ubicado justo frente de su casa da alegría a sus mañanas.
70 años y sigue cantando. Por ahí, también pasan los niños rumbo a la primaria cercana. Le gusta observarlos, le recuerdan su infancia y con ella la amistad. Esa que sabe a paleta de hielo y juegos de pelota en el recreo.
La amistad nos elige, dice. Por eso cuando estamos viejos tenemos pocos amigos.
¿Como nos escoge la amistad, Doña Rita?
Es complicado. Desde que somos chiquitos nos pone pruebas, y las vamos pasando o no. Tú crees que escogiste a tus amigos, pero no. Es la vida la que elige.
¿Y el amor?
¡Ah! Allí es diferente. El amor está en todos, pero lo escondemos.
¿Dónde aprendió estas cosas, Doña Rita?
Ay mijita, viviendo tantos años. Aprendiendo a reír aunque me ahoguen las desgracias, si no, no habría sobrevivido tanta tragedia.
oña Rita, viuda, es madre de dos mujeres y un hombre, adultos todos. Aunque tiene carencias, a veces no sabe si podrá pagar el recibo del agua o el de la luz, siente que tener el amor de su hija que vive aquí, y la amistad de sus vecinas, es lo que da sentido a su vida, aderezada por las rondas del jardín de niños, como si fueran alegorías de buenas épocas.
Y es que Doña Rita encontró en el amor y la amistad el secreto para sostenerse. Cuando se dice sana porque no es envidiosa, ella es acertada.
La amistad es más que amor. Es una relación afectiva entre una o más personas. Puede surgir en forma espontánea, o tardar años en manifestarse. Hay quienes le dan distintos grados de importancia, dependiendo del entorno en que surge la relación. Para disfrutar de una agradable y duradera amistad se requiere blindarla con cariño, buena voluntad, armonía y “mucho aguante” parafraseando a Doña Rita.
Se han realizado experimentos para entender la relación entre salud y amor, de los que se desprende que cuando estamos enfermos y tenemos a alguien que se preocupe por nosotros la recuperación es más rápida que la de alguien que está solo. Además, con el amor la calidad de vida es mejor, por eso la gente feliz se enferma menos.
Doña Rita tiene razón en lo de la envidia. Los sentimientos negativos se neutralizan con emociones positivas, que surgen con la amistad legítima, por ello nuestro organismo funciona mejor si contamos con buenos amigos. Cuando tenemos problemas y estamos solos, somos proclives a la tristeza y depresión. Se dice que el amor prolonga la vida. Con el apoyo de los demás los problemas se aligeran.
Le pregunto a Doña Rita: Y con las noticias que nos hablan de sicarios y delincuentes, que parecieran no saber que es el cariño al prójimo, ¿Ha cambiando su idea del amor y la amistad?
El amor mi esposo me lo daba. Antes de irse a trabajar me dejaba un beso y yo me le quedaba viendo. Un día no volvió. Lo mataron. Sin deberla ni temerla. Unos cholos lo asaltaron, no traía más que lo del ruletero. Nadie explicó, y nadie se disculpó, ni ayudaron con los gastos del funeral, y yo sola. Gracias a mis vecinas y a mi hija lo sepultamos humildemente. Esa gente que mata es gente necesitada de los demás. Buscan reconocimiento pero de mala manera. Si hubiera más sonrisas, más gestos cariñosos, habría menos delincuentes. Pero es difícil que cuando pasa algo como lo de mi esposo te den ganas de dar afecto.
Pensando en esto, el valor de un abrazo se vuelve insospechado. Puede consolar más que mil palabras y aliviar más que cualquier sesión terapéutica. Pero tenemos miles de barreras y prejuicios para atrevernos a compartirlo.
Hay certeza en las palabras de Doña Rita. La soledad nos vuelve seres incompletos. El afecto es fundamental en nuestra personalidad. Saber darlo y recibirlo es un aprendizaje de todos los días.
Esta mujer nos da un ejemplo de cómo fortalecer ese amor que tenemos bien guardado como entre capas de una cebolla. Se preocupa por la hija que se amargó con la manera en que murió su padre. Y ella, a pesar de la tristeza, seguirá honrando la memoria de su viejito, según sus palabras, sonriendo cada día y ayudando a quien toque su puerta.
Hoy el valor de la amistad parece estar en peligro de extinción. Ante la preocupante realidad que envuelve al país se hace difícil sonreír espontáneamente, saludar con un apretón de manos, o brindar un cálido abrazo.
La figura de Doña Rita nos plantea de nuevo la necesidad de recuperar el camino de la amistad solidaria. Esa que ella observa a diario en los juegos sin malicia y sonrisas sencillas de los niños que pasan por su casa.
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