La letra desobediente / Braulio Peralta
2012-05-07 • Tendencias
Señores candidatos a la Presidencia:
El principal problema de ustedes es que no alcanzan a percibir los avances democráticos en la sociedad mexicana en relación a los derechos de las mujeres para abortar, ser madres solteras o quedarse sin hijos. O de los homosexuales y lesbianas que han logrado en la capital los mismos derechos civiles que los heterosexuales (el matrimonio, la adopción y la seguridad médica). Piensan que pronunciarse por estos derechos es perder votos. Craso error.
Las generaciones de hoy son distintas a aquellas donde era imprescindible el matrimonio entre hombres y mujeres para merecer el respeto de la sociedad. Lo errático ahora es ser homofóbico. Lo criticable es estar contra la libertad de las mujeres a elegir sobre su cuerpo. La corrección social y sus viejos principios quedaron atrás, porque hoy la democracia asume la individualidad y el respeto a la orientación sexual como derechos inalienables.
Señor Enrique Peña Nieto, señora Josefina Vázquez Mota, señor Andrés Manuel López Obrador: deberían dejar de ser hipócritas o diplomáticos frente a minorías que imponen criterios vetustos según los cuales los seres humanos vinimos al mundo a procrear hijos y hacer patria (Iglesia y Estado, de la mano). Cambien de táctica y verán.
Si sus asesores les mostraran el índice de parejas libres que existen, el porcentaje de gays y lesbianas con voz y voto en 2012, o de mujeres que han optado por el derecho al aborto que la ley otorga, se toparían con un buen número de electores que los subirían en las encuestas para lograr sus objetivos y sentarse cómodamente en la silla presidencial; no los perderían, como les han dicho. Les recuerdo la posición de Marcelo Ebrard en la ciudad de México, consolidándose por su defensa del derecho de los gays al matrimonio y adopción de hijos.
Dirán que en el país de los pueblitos perdidos viven empotrados en los preceptos del pasado. Dirán que la Iglesia despertará con furia ante cualquier oposición a los designios de Dios. El que se arriesgue por una opción laica, moderna, democrática, más allá del paraíso de empleos y paz que ofrecen a los mexicanos, y en cambio proponiendo un bienestar personal, ese donde el respeto al derecho ajeno es la paz, ganará las elecciones.
El que elijamos, señores candidatos, tendrá que hacer de México un país con democracia para todos. Piénsenlo.
El principal problema de ustedes es que no alcanzan a percibir los avances democráticos en la sociedad mexicana en relación a los derechos de las mujeres para abortar, ser madres solteras o quedarse sin hijos. O de los homosexuales y lesbianas que han logrado en la capital los mismos derechos civiles que los heterosexuales (el matrimonio, la adopción y la seguridad médica). Piensan que pronunciarse por estos derechos es perder votos. Craso error.
Las generaciones de hoy son distintas a aquellas donde era imprescindible el matrimonio entre hombres y mujeres para merecer el respeto de la sociedad. Lo errático ahora es ser homofóbico. Lo criticable es estar contra la libertad de las mujeres a elegir sobre su cuerpo. La corrección social y sus viejos principios quedaron atrás, porque hoy la democracia asume la individualidad y el respeto a la orientación sexual como derechos inalienables.
Señor Enrique Peña Nieto, señora Josefina Vázquez Mota, señor Andrés Manuel López Obrador: deberían dejar de ser hipócritas o diplomáticos frente a minorías que imponen criterios vetustos según los cuales los seres humanos vinimos al mundo a procrear hijos y hacer patria (Iglesia y Estado, de la mano). Cambien de táctica y verán.
Si sus asesores les mostraran el índice de parejas libres que existen, el porcentaje de gays y lesbianas con voz y voto en 2012, o de mujeres que han optado por el derecho al aborto que la ley otorga, se toparían con un buen número de electores que los subirían en las encuestas para lograr sus objetivos y sentarse cómodamente en la silla presidencial; no los perderían, como les han dicho. Les recuerdo la posición de Marcelo Ebrard en la ciudad de México, consolidándose por su defensa del derecho de los gays al matrimonio y adopción de hijos.
Dirán que en el país de los pueblitos perdidos viven empotrados en los preceptos del pasado. Dirán que la Iglesia despertará con furia ante cualquier oposición a los designios de Dios. El que se arriesgue por una opción laica, moderna, democrática, más allá del paraíso de empleos y paz que ofrecen a los mexicanos, y en cambio proponiendo un bienestar personal, ese donde el respeto al derecho ajeno es la paz, ganará las elecciones.
El que elijamos, señores candidatos, tendrá que hacer de México un país con democracia para todos. Piénsenlo.
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