lunes, 6 de agosto de 2012

En la cripta de Marilyn



La letra desobediente / Braulio Peralta

A Consuelo Sáizar, por su cumple.
Querida Marilyn:
No tenía pensado visitarte. Fue el destino que me trajo a Los Ángeles y, de repente, pasamos por Memorial Park, en Westwood Village. Fue difícil dar contigo porque no estás a ras de tierra. Buscarte entre las grandes estrellas de Hollywood fue complicado. Cada personaje tiene su historia, pero ninguna como la tuya, sorprendente escándalo mundial aún 50 años después de tu muerte. Tu cripta, con flores, como ordenó Joe DiMaggio.
Mira que desaparecerte a los 36. Por eso no envejeces y te veneramos como siempreviva del inconsciente colectivo. Fallecer joven en medio del escándalo te llevó a la inmortalidad. La inmolación tiene sus éxitos. Recuerdo cuando un borracho rascaba tus pechos en el póster donde estás de vaquerita. Aún te muerden los seres humanos, como confesabas a Truman Capote, que te describe como “una adorable criatura”.
Una noche apareciste en las playas de Tuxpan, Veracruz. Portabas tu suéter de Chiconcuac. Había estrellas y el viento no tenía miedo. Yo estaba enamorado y mal correspondido. El sida en los 80 era una daga que la religión anunciaba como la venganza por nuestros pecados. Susurraste a mi oído: “no llores por los demás, llora por ti. No ames nunca tanto como a ti mismo. Despierta y ve a caminar, que el mar te contempla…” Fue cuando te escribí: tuvimos que crecer para entender que el amor es uno y, el resto, crecimiento.
Tu fantasma me persigue desde aquel seis de agosto de 1962: yacías en el depósito de cadáveres de Los Ángeles. Nadie te reclamaba después de muerta aquella madrugada del cinco de agosto que partiste con una bata, los hombros desnudos y un teléfono en la mano, en el 12305 de Fifth Helena Drive. Joe DiMaggio se encargó de ti. La gloria y decadencia del sueño americano se reflejan en tu vida. Si alguien lo duda que lea a Joyce Carol Oates, la novela de tu ascenso.
Te quiero Marilyn. Te enciendo una vela cada día de muertos. Porque me acompañas siempre que pienso en mí. Me rescatas en mi ostracismo. Me inspiras a vivir para atestiguar la mortal decadencia del ser. Y verte aquí, en tu cripta, es un sueño que nunca soñé. No te traje flores. No las necesitas: eres la más grande flora del universo del cine. Y ahora que se escribirá de ti por tus 50 años de ausencia, quise recordarte con esta carta.

 

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