viernes, 3 de mayo de 2013

¿Apátridas?

La letra desobediente / Braulio Peralta

 

José Ferrel (Hermosillo, Sonora, 1865) fue fundador de varios diarios antiporfiristas, como El Demócrata, de 1893, allá en Sinaloa, a donde llegó desde niño. Coincidió con la vida de Heriberto Frías —crítico de Porfirio Díaz y la Revolución mexicana—, y de Rafael Buelna, dejó la abogacía por el antirreleccionismo de Madero.
Ferrel es olvidado muchas veces entre los periodistas del siglo XIX impulsores de cambios políticos en el país, por sus ideas y su vocación política: varias veces diputado en Sinaloa y candidato a gobernador por el estado, que perdió, se sabe, por las clásicas trampas de los votos a favor de los porfiristas. Escritor, periodista y traductor —hizo su versión, en 1939, de Una temporada en el infierno, de Rimbaud, con prólogo de Luis Cardoza y Aragón—, y fue motivo de inspiración para que Rafael Buelna se alzara en armas contra la dictadura de Díaz y la lucha por la democracia maderista.
Felipe Cazals filmó parte de esta historia en Ciudadano Buelna. En su filmografía, El jardín de Tía Isabel (la conquista), El apando (la denuncia del sistema carcelario), Canoa (la ignorancia sobre la represión estudiantil del 68), Las poquianchis (el crimen sobre la trata de blancas) y Chicogrande (donde los apátridas no tienen cabida), entre otras, no existe la concesión. Insiste en la historia de México porque sin su conocimiento no hay presente posible. Para ser modernos o posmodernos hay que reconocer el atrás, o estaremos condenados a repetir los errores de siempre.
Reconocer a José Ferrel o Rafael Buelna es deuda histórica de autoridades oficiales. Sin ellos la nación pierde sus ideales y queda en el vacío. Nadie cree en el concepto de patria, salvo cuando vive del erario nacional. No puede ser. Soy admirador del cine de Cazals por sus valores éticos y estéticos. Salvo honrosas excepciones, la crítica de cine ha sido injusta con él. Ciudadano Buelna es una vuelta de tuerca a la revolución mexicana oficial.
A Buelna debemos el allanar obstáculos para facilitar la entrada —a la capital de la nación—, del ejército constitucionalista. El mismo que perdonó la vida a Álvaro Obregón y Lázaro Cárdenas. Murió a los 33, acribillado por las rencillas de la sangrienta revolución. O José Ferrel, que muere en 1954, olvidado en la ciudad de México. Rafael Buelna es apenas el nombre de un pueblo de Durango. Ferrel, creo, ni eso…
Twitter: @Braulio_Peralta

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