Fabrizio Mejía desnuda en su novela ‘Nación TV’ la historia de tres generaciones al frente de Televisa, la principal televisión mexicana
Mari Luz peinado. México 16 julio 2013.
Los domingos por la mañana, el pequeño Fabrizio Mejía
(Ciudad de México, 1968) se sentaba en el salón de casa frente a la
televisión y prácticamente no hacía otra cosa en todo el día. Primero
veía En Familia con Chabelo, protagonizado por el famoso cómico mexicano. Después, Siempre en domingo,
un espacio de variedades conducido por Raúl Velasco que estuvo 29 años
en antena. Durante tres décadas, este programa fue la máquina de crear
estrellas: cantantes, famosos e ídolos juveniles tocados por la varita
mágica de Televisa. Todos esos personajes que veía Mejía en la pantalla
ahora son los protagonistas de su nuevo libro, Nación TV
(Grijalbo), una novela en la que Mejía desgrana la historia del gigante
de la televisión mexicana, sus relaciones con los gobiernos del PRI y
sus partes más oscuras.
“Yo también soy un producto de Televisa, como toda mi
generación. No había otra cosa que ver y fue parte de nuestra
educación”, explica Fabrizio Mejía sentado el sofá de su casa, el lugar
desde el que escribe sus novelas. En la mesa frente a él, un tomo de
Gabriel García Márquez, en este caso también un referente para su libro
porque ¿qué escribe Fabrizio Mejía? ¿Realidad o ficción? “Lo que cuento
en el libro es verdad. Es una novela, sí, pero responde a una fuerte
tradición de narrar en América Latina: contar un hecho verídico de una
manera artística o literaria. Como Ricardo Garibay, como Truman Capote o
el mismo Javier Cercas”. Para construir esta historia, el escritor ha
hecho un enorme trabajo de documentación que incluye entrevistas y la
lectura de casi un centenar de libros y reportajes que aparecen
desgranados en la bibilografía final.
En 200 páginas de novela-realidad, Mejía hace un repaso a tres
generaciones de la familia Azcárraga: Emilio Azcárraga Vidaurreta, aquel
que concibió la televisión como un medio para vender productos a las
amas de casa; Emilio El Tigre Azcárraga Milmo,
bajo cuyo mandato Televisa se transformó en la mayor empresa de
televisión de Latinoamérica y las actrices de telenovelas se
convirtieron en un modelo para las mexicanas; y el actual presidente, Emilio Azcárraga Jean.
Es una historia de familia, de poder, de influencias políticas, de
drogas e incluso de pederastia. Con tramas ocultas dignas de cualquier
novela mafiosa. No es casualidad que un tomo de El Padrino - que también es una de sus películas favoritas - descanse en el sofá desde el que Fabrizio Mejía responde a las preguntas.
Y como en las tramas mafiosas, en esta historia también hay amenazas.
“Me llamaron por teléfono y me dijeron que tuviera cuidado. También se
presentaron en la editorial unos tipos bastante oscuros que dijeron que
venían de Televisa y querían revisar el texto”, explica Mejía. Dice que
no tiene miedo, que pocas cosas pueden ser más peligrosas que ser
periodista en México y que él ya pasó por eso. A pesar de que en su
libro también hay “extraños accidentes” como el de noviembre de 1965,
cuando Fernando Diez Barroso murió por un fallo de su avión. Estaba en
el centro de una disputa por la línea sucesoria de Televisa.
“El poder de Televisa llegaba a todos los puntos de la sociedad
mexicana, no había ningún hecho político en el que no tuvieran algo que
ver. Y aún se pueden reconocer algunos. El más claro es la llegada de
Peña Nieto al poder. Él es una creación de Televisa casado con una actriz de telenovelas”, explica Fabrizio Mejía.
Sin embargo, está convencido de que esa influencia es más débil sobre
los jóvenes mexicanos. De hecho, así nació este libro, cuando el autor
vio cómo en plena campaña electoral, los jóvenes de #yosoy132 protestaban frente a la sede
de la empresa por la cobertura informativa. “Pensé que esos chavos
necesitaban que les contaran la historia de un gigante que está
perdiendo su poder. Este libro es una especie de despedida de la
televisión monopólica y todopoderosa”.
Al
final, el relato de Fabrizio Mejía también se ha convertido en una
explicación para su propia generación y para él mismo. “Nos enseñaron de
qué nos teníamos que reír, al implantar ese humor blanco y sin ironía,
como el de Chespirito y Chabelo. También influyó en nuestra educación
sentimental al mostrarnos esa imagen de la mujer, la historia de la
Cenicienta que se repetía en cada novela. Desempeñaron un papel en
contra de la transición democrática al tomar partido y usar los
noticieros como un arma de propaganda. ¡No nos dejaron ni el fútbol!".
Mejía defiende que hasta el deporte estaba intoxicado por el poder de la
televisión: "La construcción del Estadio Azteca no tiene nada que ver
con el deporte sino con la retransmisión televisiva y la publicidad”.
El peligro de revisar a fondo aquello que siempre diste por bueno es
que puedes descubrir que era mentira. Aquel Fabrizio niño se reía a
carcajadas con la Pájara Peggy, una especie de gallina amarilla con
falda, fanática del cantante mexicano César Costa. En el libro, Mejía
cuenta cómo el personaje que daba vida a la Pájara Peggy era uno de los
encargados de introducir la cocaína que en los setenta se consumía en
los platós de Televisa. “Nunca habría podido imaginar que un personaje
de la infancia tendría que ver con los grandes jefes del narcotráfico de
la época. A mis 45 años ha sido como perder la inocencia”.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario