Por EDMUNDO PAZ SOLDÁN
El país / 02 ago 2013
Guiados por
sus obsesiones, los grandes escritores tergiversan a su manera el mundo que les
ha tocado en suerte narrar. Viajamos con ellos a sus países y nos sirven de
guías tramposos: muestran algo profundo de su región al mismo tiempo que dan
cuenta de lo que verdaderamente agobia su psiquis. Al hacerlo, su imaginación
puede ser tan poderosa que termina imponiéndose a la misma ciudad o país
narrados.
No conozco Hungría, pero desde que
leo las novelas de László Krasznahorkai siento que todos los húngaros están
poseídos por una divina locura, capaz de hacerlos contemplar planes de
trascendencia mística lamentablemente destinados al fracaso. Korin, el
protagonista de Guerra y guerra
(1999), “está más loco que una cabra”, como lo evidencia en el instituto
psiquiátrico del distrito, en el que les hace ver a los doctores que no
entiende cómo puede cargar la cabeza sobre sus hombros, cómo es que “su cráneo
estaba fijado mediante ligamentos a su columna vertebral”; no es metáfora: que
no se entienda esa conexión puede llevar “a la pérdida inevitable de la
cabeza”. Pero no importa: Korin ha encontrado un manuscrito en los archivos de
su ciudad, un manuscrito que da cuenta del secreto de la belleza del mundo, y
quiere darlo a conocer a todos. A esa empresa obsesiva dedicará sus días.
Los personajes de Krasznahorkai provienen de pueblos y
ciudades de poca monta, en los que abunda el “espíritu de lo desértico, de lo
abandonado, del fantasmagórico letargo fabril que se había aposentado durante
décadas sobre aquel paisaje”. Aparentemente, esos “gélidos y ventosos puntos
del mundo” no son lugares para la poesía. Pero Korin y los personajes de
novelas como Melancolía de la resistencia
(1989) y Satantango (1985) son, pese a su indefensión, capaces de transformar ese
mundo a partir de su mirada poética. Están a la espera de un salvador que los
saque de su situación marginal, pero sólo encuentran vividores que medran con
su inocencia, predicadores que los llevan a tierras prometidas más estériles
que el lugar que han abandonado.
Krasznahorkai escribe novelas picarescas desde el punto
de vista de los que no son pícaros. El comunismo ya ha quedado atrás en Hungría,
pero no el deseo de fundar un orden nuevo más justo. Los sobrevivientes del
desastre caminan entre los escombros, visitados por sus sueños febriles y
contemplando la belleza que asoma a su alrededor de tanto en tanto, como “una
tropa de murciélagos pisando los talones al convoy rumbo a la estación de
Rákosrendezó, sin ningún ruido, en perfecto silencio, como un medieval ejército
de fantasmas… dando la sensación de que se dejaban arrastrar a Budapest
aprovechando el corredor de aire formado por el tren…”.
Esta es una mirada a Hungría, pero hay muchos autores y libros, especialmente conocidos en los últimos años ¿que otros libros nos recomiendas sobre Hungría?
* Edmundo Paz Soldán ha publicado Billie Ruth (Páginas de Espuma)
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