Crónicas de pre-precampaña
El derecho a decidir
Arturo Soto Munguía
Llueve en Altar. Buena señal.
Es viernes y ahí están, cientos de mujeres y hombres con la belleza y la reciedumbre con que el desierto los ha templado; con la convicción para defender lo único que nadie les puede arrebatar: su derecho a decidir.
“Nos han presionado, nos han amenazado, nos han dicho muchas cosas, pero ya no nos doblaron. Ya no nos doblaron”, repite Miguel Humberto Encinas, uno de los organizadores de la reunión en la que Ernesto Gándara convivió con vecinos de esta población ubicada en el corazón del desierto.
Como en Navojoa y Cajeme; como en Guaymas, Nogales, Caborca, Agua Prieta, Etchojoa, Huatabampo. Como en cada uno de los 20 municipios que El Borrego ha visitado, en Altar también hubo la consigna de hacerle un vacío a quien aspira a ser el candidato del PRI al gobierno del estado.
Y como en cada uno de esos municipios, no se ha podido.
Ya se organizan eventos paralelos, ya se ordena a las dirigencias locales que volteen a otro lado, ya se intenta asustar con el petate de ‘la estructura’, ya se sueltan versiones de que quien asista a las reuniones con El Borrego, será aplastado por ‘el aparato’.
Nada de eso funciona. En la capital del estado se habla de una militancia con miedo, pero en Altar como en los otros municipios, las señoras que hacen fila por un beso de El Borrego, las que quieren una foto con el aspirante, tienen una sonrisa que no les cabe en el rostro.
De cualquier cosa tienen cara, menos de miedo.
Moisés Pesqueira es un joven priista de los que han organizado el encuentro y tiene muy claro lo que hace. Lo han presionado para que se sume a la cargada a favor del candidato oficial, Alfonso Elías Serrano, pero recuerda muy bien que en los últimos cinco años, ni siquiera se habían acordado de su nombre.
“Yo les he dicho que después del 8 de marzo, voy a apoyar al candidato de mi partido, sea quien sea; pero por ahora, mi apoyo es para Ernesto Gándara”, asegura.
Y el aspirante llega al local donde lo esperan cientos de simpatizantes. Recorre las mesas repartiendo saludos, abrazos, besos. Hay doñitas que se le cuelgan del cuello, le palmean la espalda, le dicen que están con él.
Todavía no comienza el evento, y el servicio de inteligencia borreguil hace llegar los primeros reportes, acerca de lo desolado que han estado algunas reuniones que le han organizado en la región al otro aspirante.
El colega y amigo Julio César Ortega, periodista de radio y prensa escrita es lapidario: “Han estado más solos que la noche en que me robaron la cochi”.
Y el cronista se queda pensando: ¿Qué puede ser más solitaria que una noche en que alguien se robe una cochi, con lo chillonas que son?
Que en Puerto Peñasco, a los estudiantes del Cobach se les bajó un punto en las calificaciones de alguna materia, porque no asistieron a un acto del candidato oficial. Que los papás de los muchachos andan enojados, reportan los servicios de inteligencia, no tan sofisticados como efectivos.
Ernesto Gándara toma el micrófono. Saluda. Hace un rápido recuento de su vida y su trayectoria. Dice que no viene a hacer campaña, porque ha decidido respetar los tiempos. Que sólo viene a platicar con amigos, a hacer uso de sus libertades, de expresión y de tránsito.
Que no hay ley que le impida hacerlo, así como no hay ‘línea’, ‘cargada’ o ‘aparato’ que les impida a los ciudadanos, el derecho a decidir.
El derecho a decidir lo que pasa en un partido; el derecho a decidir, junto al gobierno, las formas de resolver lo que falta en cada comunidad.
Aquí, en esta región conocida como ‘El tercer mundo’, integrada por los municipios de Caborca, Altar, Pitiquito, Tubutama, Oquitoa, Átil, Opodepe y Trincheras, El Borrego recuerda sus orígenes: “Soy de Hermosillo, pero también soy del Río Sonora por parte de mi abuelo; y de Tubutama por parte de mi abuela, Amalia Araiza Carrillo”.
Les habla del respeto a la ley y a las disposiciones de su partido. Es el único de los aspirantes que no ha acumulado demandas en el Consejo Estatal Electoral, por actos anticipados de campaña.
Ni bardas con anagramas, ni basura literaria presentada como best seller, ni utilización de recursos públicos para difundir su imagen en los medios de comunicación.
Tranquilo, pian-pianito, El Borrego ya recorrió los municipios que concentran el 90 por ciento de la población sonorense. Mesurado, pero firme; tranquilo, pero puntilloso, sigue sumando simpatizantes que se declaran listos para cuando se dé la voz de arranque, el próximo seis de febrero.
La pluralidad es manifiesta. En Altar se le suma la dirigente del Partido Convergencia, Amanda Ortiz y el líder del Partido Verde. También José Luis Altamirano, el pastor cristiano de esta comunidad tiene una larga charla que termina con una bendición a la manera de su congregación religiosa.
En Pitiquito, un par de horas después, antes de sostener un encuentro con vecinos de esa población, un grupo de hombres lo aborda. Son Masones. Hombres mayores y serios. El cronista se acerca lo suficiente para escucharlos, y ellos se dejan escuchar.
Dicen que su apoyo en la contienda que está cada vez más cerca, es para Ernesto Gándara. Dicen que Alfonso Elías es un hombre bueno, decente. Que no tienen nada en su contra, salvo el hecho de que no tiene la experiencia ni la madurez para ser gobernador.
Durante casi media hora de charla, dicen mucho más, pero ya habrá tiempo y espacio para consignarlo.
Porque al Borrego lo apuran a pasar al local, donde unas 200 personas lo esperan desde hace rato. La historia se repite: saludos, besos, abrazos, porras, felicitaciones.
También demandan cosas que les prometieron y no les han resuelto. Una de ellas es la generación de empleo. Es una demanda que se repite.
Así habla Iris Esquer, una joven señora que sostiene a su familia trabajando duro, junto con su madre. Su esposo es sordomudo y tiene 15 años trabajando, pero ni siquiera le han dado Infonavit, dice.
Que se han olvidado de Pitiquito, dice también.
Y en ello coincide otro señor, al quejarse de la falta de empleos.
Ernesto les reitera que no anda en campaña, que sólo viene a conversar, pero que tiene propuestas de eficacia probada en algunas políticas públicas puestas en marcha como presidente municipal de Hermosillo.
Que después del seis de febrero, volverá aquí para exponerlas, cuando los tiempos legales lo permitan.
Hoy, dice, sólo viene a conversar, a conocerlos, a decirles que no están solos y que en Pitiquito y Altar, como en todos los municipios que ha recorrido se ha encontrado con lo mismo: con gente dispuesta a conservar un derecho que nadie les puede arrebatar: el derecho a decidir.
La salida del local se complica un poco, porque las señoras se arremolinan a su lado: buscan la foto con Ernesto. Una elegante manera de decir: Aquí estamos, ¿Cuál miedo?
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