Héctor Aguilar Camin escribió, por allá en mayo del año pasado, en Mileno Diario: (Luego de una conversación con Soledad Loaeza), parafraseando a Robert Louis Stevenson:
*La conversación es el escenario y el instrumento de la amistad. Es el hablar armonioso de dos o tres personas.
*La conversación está exenta de la inmunidad paralizante del púlpito.
*No cabe ambición más noble que la de destacar en la conversación, mostrarse afable, alegre, tener un dato, una idea o un ejemplo para cada tema, desempeñar nuestro papel en el gran congreso universal, siempre reunido, donde día a día se traza el curso de la opinión pública.
*La literatura no es sino el reflejo de la buena conversación, pero se queda corta frente al original.
*La conversación es fluida, vacilante, busca y progresa. La palabra escrita fija, funda dogmas, deja moscas inamovibles en el ámbar de la verdad.
*Una buena conversación no se puede tener siempre que uno quiera. Los ánimos deben afinarse previamente en una suerte de obertura o prólogo.
*Una vez establecido el tema, cada uno de los conversadores se interpreta a sí mismo, como un instrumento. Hace afirmaciones, se justifica, se devana los sesos para dar con ejemplos y opiniones y los emite recién acuñados, para su propia sorpresa y para admiración de su interlocutor, su gentil adversario.
*Toda conversación es un festival de la ostentación. Cada uno acepta y alimenta la vanidad del otro.
*Conforme conversan, los conversadores rebasan los límites de su personalidad, crecen a la altura de sus pretensiones secretas. Se visten con palabras, viven durante un tiempo en un palacio encantado.
*Cuando la conversación termina, cada uno se va por su lado, resplandeciente todavía de vanidad y admiración, dejando nubes de gloria a su paso.
*La conversación debe avanzar mediante ejemplos, buscando lo pertinente, no lo expositivo. No debe alejarse de las líneas de lo humano, del nivel donde la historia, la ficción y la experiencia se cruzan y se iluminan entre ellas.
*El artista de la conversación sigue su corriente como un pescador los recovecos de un arroyo. Confía en el azar y se ve recompensado con la variedad, el placer y las cambiantes posibilidades de la verdad.
*La conversación es el más accesible de los placeres. No cuesta dinero, completa nuestra educación, funda y sostiene nuestras amistades, puede disfrutarse a cualquier edad y en casi cualquier estado de salud.
Hasta aquí Stevenson. Mi madre decía: “No hay mejor cura para cualquier cosa que un buen rato de conversación.
*Robert Louis Stevenson: La conversación y los conversadores, en Memoria para el olvido. Fondo de Cultura Económica/ Siruela, 2008.
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