La letra desobediente
Braulio Peralta
Braulio Peralta
2009-05-25•Tendencias
Al Gato Culto
El libro es el músculo con el que se mide la inteligencia. En las crisis que ha vivido la humanidad el libro ha sido el espacio para el encuentro con la ciencia social o exacta, para aceptar la realidad aunque parezca de ficción, para entender nuestro mundo interior. Los libros no desaparecerán de nuestra vida porque los seres humanos estamos atados a la cultura. Un libro es una toma de conciencia.
Hoy es un buen día para presagios en medio de la política cero: el libro no desaparecerá porque es la voz viva, el grito que nos llama a la libertad. El libro es el lugar donde el mundo encuentra su propia vergüenza. Pensemos cómo lentamente pero con fuerza las nuevas tecnologías están desapareciendo a la televisión convencional; en cambio el libro, digital, electrónico o en papel sigue latente, pese a vaticinios. El editor convencional podrá desaparecer; el autor, nunca.
Un proverbio hindú dice: “un libro abierto es un cerebro que habla. Un libro cerrado es un amigo que espera. Un libro olvidado es un alma que perdona. Un libro destruido es un corazón que llora”. La lección es simple: un libro, sabio, nos arroja a la esperanza, a la aceptación de la alegría y la tristeza de vivir.
El que atiende las palabras escritas en un libro inicia el proceso de transformación que agiliza la mente, aquieta el espíritu y despierta la curiosidad. Los libros son aventuras permanentes, rebeldes. Los libros nos conservan jóvenes y maduros; la mente no envejece.
Hay que admitir que por todas las razones anteriores existen los enemigos de los libros: los que los censuran, los que los queman, los que los esconden, los que los usan de ornato, los que son incapaces de reconocer que el hombre nació para entenderse a sí mismo, porque sólo así podrá comprender a sus semejantes. Un libro sirve para aprender, como Juárez, que “el respeto al derecho ajeno es la paz.”
Dime qué libros lees y te diré quién eres. Cada quien su libro según su cultura. Un libro es una elección personal. Y cuando un libro se hace colectivo todos debemos estar felices de que crezcan los lectores en un país. Un libro no se juzga, se acepta. Con un libro se discrepa como la única forma de crecer socialmente.
Lo único que podemos desear es que México se convierta en una nación donde proliferen los libros populares que nos lleven al reconocimiento de nosotros mismos como entidad.
braulio.peralta@milenio.com
El libro es el músculo con el que se mide la inteligencia. En las crisis que ha vivido la humanidad el libro ha sido el espacio para el encuentro con la ciencia social o exacta, para aceptar la realidad aunque parezca de ficción, para entender nuestro mundo interior. Los libros no desaparecerán de nuestra vida porque los seres humanos estamos atados a la cultura. Un libro es una toma de conciencia.
Hoy es un buen día para presagios en medio de la política cero: el libro no desaparecerá porque es la voz viva, el grito que nos llama a la libertad. El libro es el lugar donde el mundo encuentra su propia vergüenza. Pensemos cómo lentamente pero con fuerza las nuevas tecnologías están desapareciendo a la televisión convencional; en cambio el libro, digital, electrónico o en papel sigue latente, pese a vaticinios. El editor convencional podrá desaparecer; el autor, nunca.
Un proverbio hindú dice: “un libro abierto es un cerebro que habla. Un libro cerrado es un amigo que espera. Un libro olvidado es un alma que perdona. Un libro destruido es un corazón que llora”. La lección es simple: un libro, sabio, nos arroja a la esperanza, a la aceptación de la alegría y la tristeza de vivir.
El que atiende las palabras escritas en un libro inicia el proceso de transformación que agiliza la mente, aquieta el espíritu y despierta la curiosidad. Los libros son aventuras permanentes, rebeldes. Los libros nos conservan jóvenes y maduros; la mente no envejece.
Hay que admitir que por todas las razones anteriores existen los enemigos de los libros: los que los censuran, los que los queman, los que los esconden, los que los usan de ornato, los que son incapaces de reconocer que el hombre nació para entenderse a sí mismo, porque sólo así podrá comprender a sus semejantes. Un libro sirve para aprender, como Juárez, que “el respeto al derecho ajeno es la paz.”
Dime qué libros lees y te diré quién eres. Cada quien su libro según su cultura. Un libro es una elección personal. Y cuando un libro se hace colectivo todos debemos estar felices de que crezcan los lectores en un país. Un libro no se juzga, se acepta. Con un libro se discrepa como la única forma de crecer socialmente.
Lo único que podemos desear es que México se convierta en una nación donde proliferen los libros populares que nos lleven al reconocimiento de nosotros mismos como entidad.
braulio.peralta@milenio.com
Contrariamente a lo que se considera comunmente el mexicano si lee. el problema es que lee?
ResponderBorrar- 41.6 millones de ejemplares de El libro vaquero,
- El libro policiaco alcanza los 28.6 millones,
-TVnovelas, 28 millones
-TVnotas 21.8 millones.
(Y estos son datos del 2005)
Mientras los clasicos aguardan...
Saludos
Hola
ResponderBorrarEntonces, ¿Qué debemos hacer quienes gustamos de leer otro tipo de libros para transmitir este gusto a quienes leen lo que mencionas?
Se me ocurre que quienes leen el libro vaquero no sería dificil que se entusiasmen con "Doña Barbara" de Rómulo Gallegos, por ejemplo, digo...
¿No crees?